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25 de noviembre de 2013

Política para la paz y seguridad nacional

Fernando Ramírez López.
Los acontecimientos que actualmente suceden en el país no son casuales, sino causales; derivados de antiguos agravios y rezagos políticos no resueltos, por lo que entendemos que se trata de socavar la autoridad del Presidente Peña Nieto y su gabinete; ponerlo a prueba en su capacidad, por lo que su pica en Flandes es generar un modelo político para la paz y la seguridad nacional, que garantice la viabilidad del país y del gobierno establecido.

Por Fernando Ramírez López

Para los numerosos grupos en conflicto en México,
que requieren de un acuerdo nacional con la
participación de interlocutores sensibles e inteligentes.

“El intelectual como crítico activo del gobierno y de la sociedad, como agitador de un grupo de ideas, no está atento al poder sino primero trata de enfocar la mente del público hacia un tema central y luego tratar de cargar la fuerza de la opinión pública sobre los que hacen la política”.
Los Críticos del Poder. Lewis A. Coser.

Los acontecimientos que actualmente suceden en el país no son casuales, sino causales; derivados de antiguos agravios y rezagos políticos no resueltos, por lo que entendemos que se trata de socavar la autoridad del Presidente Peña Nieto y su gabinete; ponerlo a prueba en su capacidad, por lo que su pica en Flandes es generar un modelo político para la paz y la seguridad nacional, que garantice la viabilidad del país y del gobierno establecido.
Es evidente  que ante la cruenta caída del predecible crecimiento económico a casi tasa cero, más la problemática tamaulipeca, michoacana, la CNTE, las cuestionadas reformas constitucionales; encontramos a un presidente de la república que todavía no se ha legitimado en el poder. Es importante trasmitirle el centro de una política para la paz social, es el llegar a acuerdos con los grupos en conflicto.
Manlio Fabio Beltrones.
En este momento solo cuenta con cuatro hombres en el país que lo pueden ayudar y son: Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón, Miguel Ángel Osorio Chong y Luís Videgaray, el resto de su equipo es de menor calidad y sensibilidad para solucionar el actual estado de crisis.
Negar la existencia de un país con una inequitativa distribución de la riqueza, medios de información perversos y deformadores del acontecer nacional, más el surgimiento desde tiempo atrás de grupos como los Z, Chapos, Beltrán Leyva, Caballeros Templarios y demás actores protagónicos, han generado una falta de seguridad ciudadana y con gobiernos locales corrompidos han construido una estele de confusión y de público azoramiento. ¿Hacia dónde vamos?, es la pregunta colectiva a la que urgentemente hay que dar respuesta.
Nos atrevemos a sugerirle  firmemente al Presidente, que él es parte del Estado, no es el Estado, pero tiene que entender su papel de fiel de la balanza y aplicar el principio de la recuperación del equilibrio de las fuerzas sociales y de los grupos fácticos.
Luís Videgaray.
Todos, absolutamente todos van en busca de la consecución de sus propios intereses. Aquí, lo que está en riesgo es la paz y en consecuencia la tranquilidad social; por eso en este momento el Secretario de Gobernación ya debe estar escuchando las voces de la contradicción y el líder del PRI en el Senado, con el líder del PRI en la Cámara de Diputados, poniendo orden a legisladores, gobernadores y presidentes municipales. Deben contactar con personajes reales que luchan no por la desestabilización sino por la protección de sus territorios y particulares intereses.
Preocupa, que los grupos religiosos se hayan dolido públicamente, porque eso es el inicio de la internacionalización del conflicto que en nada nos conviene.
Miguel Ángel
Osorio Chong. 
Peña Nieto debe jerarquizar y dejar atrás el país de Alicia la de las Maravillas, él sabe en esta hora que los amigos en política son de mentiras y los enemigos son de verdad, debe ir al centro del conflicto.
Luís Videgaray tiene que estar ya platicando con los demonios del dinero y de la banca nacional e internacional, quedó atrás el tiempo de las declaraciones fáciles, como el decir que la tasa de empleo ha sido superada, cuando los trabajos tienen entre uno y dos salarios mínimos, hay que hablar con la verdad.
La esquizofrenia de la policía federal, del ejército, la armada y la PGR, debe concretarse a seguir un plan estricto pero a la vez flexible.
Que no se le ocurra al presidente pugnar por la desaparición de los poderes en Michoacán bajo ninguna circunstancia, tiene que reforzar la autoridad, caso contrario va a generar desconfianza y demostrará inocencia, él sabe que está tratando con verdaderos lobos con apetito voraz, con las fauces babeantes de poder.
Rubén Moreira con el prófugo Julio César Godoy y la
entonces coordinadora de la bancada de los diputados
coahuilenses del PRD Mary Thelma Guajardo.
Acordar, negociar, escuchar, poner la casa en orden, hacer política día y noche y dejar atrás las exquisiteces de las ceremonias públicas y anuncios protocolarios que ya nadie cree.
Solo le recordamos la relación entre el gobernador de Coahuila Rubén Moreira y el prófugo ex diputado federal Julio César Godoy, medio hermano del anterior gobernador de ese estado, por ahí hay que investigar.
Amarrar a los gobernadores y centralizar el manejo de programas y presupuestos lo demanda la emergencia nacional. El criterio burocrático de que en este país no pasa nada y los gritos de climaterio atrófico de Luisa María Calderón “Cocoa” no son gratuitos, hay que investigarlo porque de ser cierta la presencia de Caballeros Templarios en el Senado, debió proceder inmediatamente ante la PGR, lo contrario genera una gran duda en su actuación.
No estamos en la hora de los saludos y la lectura de la buena ventura, es la hora de México, es la hora del Presidente. Es el momento de actuar, o corre el riesgo de que el país se le vaya de las manos. Cuidado, todavía tiene tiempo para corregir el camino.
Email: licfernandora@hotmail.com
Celular: 871 163 3812
www.globedia.com

Crimen con y sin registro

René Delgado
Ballersteros.
El “unto mexicano” es indispensable para lubricar todo tipo de asuntos en nuestro país y que corran debidamente, es lo que en otras palabras señala el periodista René Delgado Ballesteros al escribir: “La mordida, el diezmo, la comisión, el entre, el moche, la transa... han sido los eufemismos para señalar la corrupción, lubricante del sistema político. La brutal incorporación del crimen al desarrollo de esa práctica ha llevado a denominar esa competencia de un modo distinto. Extorsión, cobro de derecho de piso, venta de protección, fueron y son los términos establecidos para diferenciar una corrupción de la otra, siendo que es la misma”. La columna se llama Sobreaviso y se publicó el pasado sábado en varios medios, entre otros El Siglo de Torreón.

La mordida, el diezmo, la comisión, el entre, el moche, la transa... han sido los eufemismos para señalar la corrupción, lubricante del sistema político. La brutal incorporación del crimen al desarrollo de esa práctica ha llevado a denominar esa competencia de un modo distinto. Extorsión, cobro de derecho de piso, venta de protección, fueron y son los términos establecidos para diferenciar una corrupción de la otra, siendo que es la misma.
Dicho de otro modo, las recientes revelaciones sobre la voraz actuación de políticos y criminales en relación con el dinero, el trabajo y los bienes ajenos sugieren una conclusión terrible. La diferencia entre ambas conductas deriva de algo sencillo: si se cuenta o no con registro y legitimidad para practicarla.
Domina en México -es triste decirlo- el crimen organizado con y sin registro. Es la pequeña diferencia entre dos iguales, a la cual se agrega otra: los criminales sin registro se juegan la vida en el empeño, los criminales con registro se juegan muy eventualmente el puesto.
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Vista así la práctica del moche o la extorsión -el fondo de la materia es el mismo-, el combate al crimen organizado sin registro por parte del crimen organizado con registro no tiene por objeto hacer valer los derechos ciudadanos y la seguridad pública. No, su objetivo es asegurar el monopolio de la expoliación ciudadana por una u otra organización. En esa lógica, el país estaría inmerso en una guerra destinada a asegurar un mercado, un campo o una actividad, no en una destinada a reivindicar el Estado de Derecho.
Suena a desmesura señalar que la diferencia entre políticos y criminales depende de un registro, de una suerte de licencia para extorsionar a los ciudadanos. Pero no, no lo es. Hay literatura al respecto. El autor que, quizá, más ha ahondado en el asunto es el ensayista y poeta alemán Hans Magnus Enzensberger. Su libro Política y delito es contundente, su poema Defensa de los lobos contra los corderos es elocuente. De modo u otro, advierte la nula frontera entre la actividad criminal y política.
En el poema citado, Enzensberger formula un cuestionamiento tremendo. Se reproduce un extracto, respetando su literalidad: "muchos son los robados, y pocos los ladrones./Pero ¿quién los aplaude? ¿quién los condecora y distingue?/¿quién está hambriento de mentiras?".
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La revelación de que los alcaldes son víctimas por partida doble -del moche por parte de los políticos y de la extorsión por parte del crimen- exhibe de manera descarnada una realidad insoportable: la diferencia entre unos y otros depende de la legitimidad con que practican sus tropelías.
Desde el poder legitimado en las urnas, el empeño se ha puesto en explicar la corrupción política como una cuestión histórico-cultural, indigna pero establecida como costumbre; y la extorsión como una cuestión delincuencial, digna de persecución y castigo. Al mismo fenómeno lo denomina de un modo distinto y, así, justifica por qué una se tolera y otra se persigue. Legitima la actuación política y deslegitima la actuación criminal.
Nunca se ha visto a un servidor público o a un representante popular esposado de manos, escoltado por policías con el rostro cubierto, con la cabeza gacha, expuesto públicamente delante de la escaleta que dé su estatura por el delito de cobrar el diezmo o el moche a un alcalde, comerciante o empresario. En cambio, esa escena -particularmente, durante el sexenio pasado- fue pan de todos los días cuando se trataba de exhibir a un delincuente que hacía exactamente lo mismo... pero sin credencial.
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Tan en la entraña del sistema político están el moche y el diezmo que igualan a los partidos en condición de practicarlos.
La alternancia, en ese sentido, se convirtió en una cuestión de turno. Al llegar al poder, Acción Nacional en vez de desplegar y hacer ondear la bandera de la lucha contra la corrupción, la plegó y arrumbó para no desaprovechar su turno frente al botín. Hoy, en el banquillo de los señalados por reclamar moche o diezmo está ese partido, pero lo cierto es que es una práctica generalizada en todas las fuerzas políticas con registro. La pluralidad con que incurren en ella, priistas, perredistas y los etcéteras, no habla de la riqueza del régimen, sino de su miseria.
Absurdamente, Acción Nacional ha querido desvanecer el delito en que presuntamente incurren algunos de sus cuadros, asegurando que la denuncia no es producto del hartazgo social, sino de la disputa a su interior por la dirección del partido y, en ese marco, las corrientes panistas ya negociaron la cabeza del coordinador de los diputados albiazules, Luis Alberto Villarreal. La ocasión de retomar y desplegar aquella bandera, de marcar diferencia, la han perdido reconociéndose como cómplices de los suyos y los ajenos.
En concierto con ellos, priistas, perredistas y los demás han guardado silencio frente a la práctica del diezmo y el moche. No es muestra de respeto a un supuesto asunto interno de un partido, es muestra de complicidad en la práctica generalizada de un delito.
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Estos días, la corrupción se ha expuesto como el vicio que vulnera cualquier posibilidad de cambiar el régimen.
Vulnera el combate al crimen organizado por parte del Estado, convirtiéndolo en una disputa entre dos organizaciones por el monopolio de la extorsión. Vulnera la posibilidad de pensar en la apertura del sector energético, sin considerar el saqueo. Vulnera la credibilidad en la reforma educativa por la forma en que se "compran" voluntades del magisterio. Vulnera a la democracia porque, pese a la aparente diferencia, los partidos son iguales. Quizá, en esa complicidad entre partidos, en ese parecido entre políticos y criminales se explica por qué la Comisión Nacional Anticorrupción suena a leyenda.
Hay excepciones, desde luego, pero si no se actúa en serio y a fondo contra la corrupción, será imposible restablecer la frontera entre política y delito, así como reponer horizontes a la nación.
Sobreaviso12@gmail.com