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2 de agosto de 2015

Alcoholismo en México

El presente texto es el prólogo del libro La Última y nos vamos escrito en 2014 conjuntamente por Fernando Ramírez López y Juan Elizalde Lara, que el primero envió como regalo de fin de año al círculo de sus numerosos amigos y familiares. En aquel momento proyectamos que el texto sirviera como base de un relato novelado escrito desde la visión de un militante de Alcohólicos Anónimos con el ánimo de que la experiencia sirviera a quienes sufren por su adicción a las drogas y al alcohol para ayudarlos a escapar de ese infierno en la tierra que es el alcoholismo y que según la Organización Mundial de la Salud es una enfermedad incurable, progresiva y mortal. Fernando falleció prematuramente el pasado 9 de mayo y ya no pudo ver el texto como libro, lo que se concretará dentro de unos días. La novela acerca de Rafael, personaje central de La última y nos vamos la tengo en preparación y estará impresa antes de que concluya el 2015.

 En diciembre del 2014 Fernando Ramírez López y yo preparamos al alimón un texto titulado La Última y nos Vamos. a mi amigo le preocupaba mucho el tema de las adicciones principalmente la del alcohol que es una droga legal, por lo que pensó que el documento constituiría un excelente regalo para distribuirlo ese fin de año entre su amplio círculo de familiares y amigos, pues creía firmemente que alcohol y drogas son los principales flagelos de nuestra sociedad actual, pues perjudican la salud pública en todos los aspectos: social, económico, familiar, etcétera.
En La Última y nos Vamos se relata la historia de Rafael, un personaje en el que pretendimos reunir las vivencias, experiencias y circunstancias de millones de seres humanos que sufren una vida dislocada e ingobernable por su adicción al alcohol y a las drogas.
En 1976 la Organización Mundial de la Salud acuñó el término Síndrome de Dependencia Alcohólica que se refiere a “un estado psíquico y habitualmente también físico resultado del consumo de alcohol, caracterizado por una conducta y otras respuestas que siempre incluyen compulsión para ingerir alcohol de manera continuada o periódica, con objeto de experimentar efectos psíquicos o para evitar las molestias producidas por su ausencia”.
Acerca del alcoholismo resulta revelador el estudio firmado  por Miguel A. Martínez-González quien asegura: “asistimos a una peligrosa aceptación del consumo de alcohol en cantidades excesivas como un hábito muy tolerado socialmente, mientras que se mantiene un gran rechazo social frente a otro tipo de drogas clasificadas como “ilegales”. Este hecho ha contribuido a que se dé un aumento de los niveles de consumo en los sectores más jóvenes de la población. Los jóvenes, quizá por motivos de limitaciones económicas, han adoptado nuevos patrones de consumo (bebidas de menor calidad y coste consumidas en grandes cantidades en un corto periodo de tiempo, generalmente el fin de semana).
Un imperativo de salud pública es hacer que se tomen medidas efectivas para intentar reducir el consumo de alcohol al mínimo nivel posible (según el lema de la OMS “respecto al alcohol, cuanto menos, mejor”).
Hasta un 10% de todas las muertes comprendidas entre los 16 y los 74 años y un 20% de todos los ingresos hospitalarios agudos pueden relacionarse con el alcohol. También se estima que el consumo de alcohol se halla implicado en uno de cada tres accidentes (tráfico, domésticos, laborales). Los estilos de vida desfavorables suelen estar asociados y se observa un mayor consumo de tabaco u otras drogas entre las personas que abusan del alcohol.
Respecto al mismo tema, el escritor Héctor Aguilar Camín aseguraba el pasado 22 de julio en su columna Día con Día que se publica en Milenio Diario que “el único éxito incuestionable de la guerra contra las drogas ha sido mental y que por ese motivo ha sido posible sembrar en la sociedad un temor irracional a las drogas prohíbidas y la necesidad de perseguirlas”.
Agrega que esto ha sellado en la imaginación colectiva como un mismo fenómeno, los daños que deja la persecución de las drogas en la sociedad con el daño que estas hacen en el cuerpo humano.
Señala Aguilar Camín que el noble argumento de la defensa de la salud ha sido puesto al servicio de una estrategia de violencia persecutoria que ha dejado una de las grandes estelas de sangre y violencia del último medio siglo.
El éxito de la confusión ha sido tal, que en las encuestas que preguntan a la gente sobre la conveniencia de legalizar las drogas obtienen respuestas negativas del 70 y 80 por ciento.
Demuestra el escritor y columnista que el argumento es falso y para ello utiliza las cifras de quienes administran el consenso prohibicionista en el mundo (pues) se demuestra año con año que sustancias tóxicas no prohibidas, como alcohol y tabaco, producen muchos más daños a la salud que las drogas prohibidas.
Reproduce estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas que demuestran que en 2014 las drogas prohibidas produjeron en el mundo 214 mil muertos, mientras que el alcohol mató a 2.8 millones y el tabaco a 5.1 millones de personas.
En el caso de México revela que los daños a la salud que las drogas prohibidas producen son mucho más bajos de lo que se piensa y basta para creerlo analizar la Encuesta Nacional de Adicciones, del año 2011, el total de gente que consume drogas prohibidas en México es menos de 1 por ciento del total de la población, unas 900 mil personas al año (fuentes: Encuesta Nacional de Adicciones, 2011: http://bit.ly/1yA6bxB y http://eluni.mx/1i66vrG).
Otros datos duros:
1.- La tasa estimada de muertes por sobredosis entre consumidores de las drogas prohibidas es de 0.1 por ciento.
2.- En México pueden estar muriendo cada año por sobredosis de drogas prohibidas unas 990 personas. Las muertes relacionadas con el tabaco son 66 mil cada año.
3.- En el año 2014 hubo más de 8 mil muertes violentas asociadas al narcotráfico. Ese año, la prohibición y la persecución mataron 7 mil mexicanos más que el consumo de drogas prohibidas.
En México como en el resto del mundo, la ciencia, la medicina y la psiquiatría han resultado impotentes para combatir las consecuencias de adicciones como el alcohol y las drogas, problemas que solo se han podido combatir de manera efectiva gracias a grupos de autoayuda como Alcohólicos Anónimos.
La asociación identificada mundialmente por su acrónimo AA es un movimiento internacional contra el alcoholismo fundado en 1935 en Akron, Ohio por Bill W. y el Dr. Bob que consisten en comunidades de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver el problema común y recuperarse del alcoholismo.
Alcohólicos Anónimos es un programa espiritual de doce pasos, doce tradiciones y doce conceptos para el servicio mundial que tiene como único requisito para ser miembro el deseo de dejar la bebida. Es una asociación sin ánimo de lucro y sin afiliaciones a religiones o partidos políticos.
Una de las principales características de Alcohólicos Anónimos es que no acepta apoyos económicos como subvenciones o donaciones, pues los grupos son sostenidos con aportaciones de sus miembros, denominadas como séptima tradición: se trata de cantidades muy pequeñas de dinero con lo que se garantiza la independencia y autonomía respecto a cualquier organismo sea público o privado e incluso de la organización mundial de Alcohólicos Anónimos.
El nacimiento de Alcohólicos Anónimos ocurrido en Akron, Ohio el 10 de junio de 1935, fue la consecuencia de la entrevista entre dos personas que sufrían por su manera de beber.
Bill W., un corredor de bolsa de Nueva York, y el Dr. Bob Smith, un eminente cirujano de esa ciudad. enfrentaban graves problemas con su manera de beber. Bill había permanecido sobrio por seis meses y ese día el Dr. Bob tomo su última copa.
Los dos intercambiaron sus amargas experiencias con la bebida y se dieron cuenta de que durante las muchas horas que estuvieron platicando olvidaron la necesidad de la bebida y a partir de ahí nació AA, que en la actualidad tiene alrededor de 116, 000 grupos y más de dos millones de miembros en el mundo que han logrado su recuperación a través de esta comunidad.
En La Última y nos Vamos Rafael vive una historia de dolor, pero también de redención. La intención de los autores es concentrar en una vida, lo que sucede en millones de hombres y mujeres que por su soledad interior encontraron en el alcohol y las drogas el trapecio en el cual se mecieron y se toparon con una salida falsa a la problemática personal parte de una sociedad sin valores hundida en el cieno de la ambición material y ajena a lo espiritual.
El personaje central de La Última y nos Vamos es un hombre inteligente, preparado académicamente que no obstante es incapaz de controlar su comportamiento ante el alcohol que lo lleva a cometer las peores aberraciones, hasta que encuentra el camino a la sobriedad en Alcohólicos Anónimos que sustenta su programa espiritual en tres pilares: Unidad, Servicio y Recuperación.
Juan Elizalde Lara
Verano del 2015