Periodista,
orientadora sexual, escritora, facilitadora musical, lectora voraz y promotora
del orgasmo son solo algunas formas como se puede definir a Verónica Maza Bustamante,
quien colabora diariamente en múltiples plataformas de Grupo Milenio y quien
es la autora del presente comentario que difundió en facebook, el que
compartimos por que nos pareció sumamente interesante y con el que estamos de
acuerdo en todas sus partes, sobre todo en lo que se refiere a que no debería
ser motivo de exclusión el ser diferente.
Hay palabras que me gustan mucho, por cómo suena y por lo
que significan. “Inclusión” es una de ellas. Suele usarse cuando se habla de la
población LGBTTTI, las personas con discapacidad o por asuntos relacionados con
razas y nacionalidades. Quizá por ello, porque hasta a la misma palabra la
segregamos, la identificamos únicamente con ciertos grupos de la sociedad, no
todos la conocemos o entendemos su significado. Sin embargo, creo que se
debería aplicar a absolutamente todos los individuos que habitan este planeta
otrora azul (ahora tan devastado) porque, si seguimos la premisa de la
sexología de que todos somos únicos e irrepetibles, entonces entenderíamos que
todos somos diferentes, pero debemos tener los mismos derechos.
Me asombra la intolerancia de
estos días, la falta de comprensión hacia el Otro, hacia aquellos seres humanos
que conviven con nosotros de manera cotidiana. Me entristece ver a hombres y
mujeres luchando en una guerra campal por defender sus ideas (muchas de ellas
basadas en prejuicios ancestrales) en lugar de tratar de entender la lógica y
el fundamento de lo que pasa, de cómo se expresan los demás, de cómo se percibe
y vive cada uno de nosotros. Me aterra ver cómo vamos reproduciendo ideas de
odio, de separación, de desigualdad en las nuevas generaciones. ¿Qué no se
supone que deberíamos evolucionar en lugar de involucionar, como está
sucediendo? Creo que hemos construido un mundo egoísta que en lugar de promover
el bienestar, aboga por la violencia, la discriminación, la incomprensión y el
miedo. ¿En serio queremos seguir viviendo así?
El portal Definiciones ABC
señala: “Para entender lo que el término inclusión significa, deberíamos
empezar por definir la acción de incluir. La misma supone contener o englobar a
algo o alguien dentro de otra cosa, espacio o circunstancia específica”;
entonces, la inclusión —como lo menciona la Unesco— es el acto de entender y
responder positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias
individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema sino una
oportunidad para el enriquecimiento de todos a través de la activa
participación en la vida familiar, en la educación, en el trabajo y, en
general, en los procesos sociales, culturales y comunales.
Es interesante (además de triste)
observar lo que como sociedad hemos hecho: excluimos (esto es, dejamos fuera y
dispersamos a todo lo “diferente”), separamos (agrupamos lo diferente pero no
lo incluimos) o integramos (incluimos pero por separado), pero no buscamos la
inclusión (es decir, incluir a todos, con los mismos derechos y obligaciones,
como parte del conjunto en el que vivimos). Muchas veces ni siquiera sabemos
bien a bien los motivos que nos llevan a ello, simplemente reproducimos ideas,
mitos, referencias que nos han enseñado desde hace décadas, desde hace siglos,
porque creemos que eso es lo “bueno”, lo “normal”. Son los prejuicios los que
llevan a los crímenes de odio, la violencia, la señalización negativa, la
separación, la crueldad y, por ende, a la construcción de un universo que, en
realidad, no nos gusta, donde parece que todo es daño, maldad, sangre,
tristeza, desilusión y desolación. ¿Queremos cambiar esto? ¿Dejar de leer y
escuchar noticias aberrantes que nos deprimen? Comencemos por entender y respetar
nuestras diferencias, a vivir en la inclusión.
Como dice el periodista Ricardo
Salazar, necesitaríamos dejar de actuar con culpa, evitar que la construcción
social que tenemos sea de imposición de un modelo específico (heterosexual,
machista, falocéntrico, católico) en lugar de abogar por la libertad, el
respeto y la autoaceptación.
Quizá tú no eres gay, lesbiana,
bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual, asexual, mujer,
heterosexual, hombre, ateo, religioso, blanco, negro, pobre, rico, persona con
alguna discapacidad, pero alguien más, muchos más, sí lo son. Tal vez a ti no
te guste acostarte con personas de tu mismo sexo, pero sí te gusta usar ropa de
cuero, tener varias parejas a lo largo de tu vida o casarte con la primera,
hacer el amor con la luz apagada, hablar durante el sexo, comprar juguetes
sexuales, usar sombrero y bigote largo, lucir zapatos de tacón o portar tenis…
quizá seas una persona con discapacidad motriz o tengas la posibilidad de
caminar pero no te guste hacerlo; puede ser que decidas tener ocho hijos, solo
uno o ninguno, que te cases cuatro veces o permanezcas solter@ toda tu vida. La
diversidad incluye no solo la orientación sexual sino todas esas posibilidades
que tenemos de ser quienes somos sin que nadie nos imponga otra cosa.
Tendríamos que respetar las ideas
de los demás, sus formas de vivir, la manera en que cada uno se percibe y se
expresa, sus orígenes, su género, su identidad. Y no solo hablo del derecho que
tiene cada uno de acostarse con quien se le dé la gana, de amar a quien le
apetezca, de vestirse como le plazca. Hablo también de respetar creencias
espirituales, nacionalidades, características físicas, color de piel, formas de
ser, géneros, profesiones y oficios, estratos sociales, en el entendido de que
todo aquello que afecte a alguien más, que lo vulnere o entre al ámbito del
crimen, es otra cosa.
Los invito a que reflexionen
sobre la diversidad. Su propia diversidad y la ajena. A que analicen qué tanto
de sus ideas que marcan las diferencias y separan están basadas en el
prejuicio, en eso que rechazamos o repetimos sin haber entendido de qué se
trata y por qué lo hacemos. Nuestra labor debe ser la de entender. Si llegamos
a lo profundo y aún así no comprendemos al Otro, entonces debemos respetarlo y
permitir que abogue por sus derechos.
Es una labor de cada uno de
nosotros, seres humanos; de los gobiernos, de las instituciones, de las
empresas, de las escuelas, de las familias, de los medios de comunicación.
Basta ya de tanto dolor y muerte por no querer hacer ese arduo esfuerzo de
reflexión que nos puede llevar a la claridad, la inclusión y el bienestar.