A diferencia de otros países donde los
gobiernos si proceden para resolver los problemas que afectan a sus ciudadanos,
lo normal en México es que nuestras autoridades hagan
todo lo contrario y un día sí y al siguiente también dan muestra palpable de su
ineficiencia. Jesús
M. Moreno Mejía,
en otro tiempo reportero de El
Siglo de Torreón
es el autor del presente texto en el que asegura que lejos de resolverse los
problemas ancestrales que nos afectan como país se agravan, no obstante el
compromiso de mandatarios como Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto
para combatir la corrupción y al crimen organizado, al momento presente lo
único que se ha “logrado” es que aumenten los índices de violencia así como la
cantidad de muertos y desaparecidos.
“Temerarias (pensar sin fundamento) son aquellas Ilusiones que nos arrastran”
Eurípides
Tenemos en
México toda clase de instituciones públicas que prometen dar término a todo
aquello que nos perjudica en la aparente vida democrática de hoy (inseguridad,
impunidad, corrupción, etc.), pero en realidad seguimos arrastrando un lastre
cada vez mayor sin saber cuándo y cómo habrán de terminar esos problemas sin
fin.
Si se trata de la inseguridad, por
ejemplo, el presidente Calderón nos aseguró que “combatiría frontalmente” al crimen organizado para terminar
de una vez por todas con ese flagelo, pero lo único que se obtuvo fue un
incrementó en el índice de la violencia en todo el país, con miles de muertos y
desaparecidos.
Terminó el sexenio calderonista y vino
el de Peña Nieto, en el cual a seguido la escalada de crímenes, y con
resultados todavía peores. Y las instituciones que se supone deberían contribuir
a la lucha contra la impunidad, la corrupción, la transparencia, y todo aquello
que vulnera la vida democrática del país. ¡Nada! ¡Absolutamente nada!
Una Comisión Internacional contra la
Impunidad en Guatemala, que coadyuvó a la procuración de justicia desde 2006,
logró la detención del ex presidente de ese país, Otto Pérez Molina, por
delitos de corrupción. Algo que no veríamos en nuestro México actual.
Por lo anterior, hay quienes se preguntan:
¿Se necesitará que vengan organismos supranacionales a castigar actos de
corrupción de nuestros servidores públicos de todos los niveles? “Ya que
–dicen--, somos absolutamente incapaces de combatir la corrupción de los altos
niveles de gobierno a través de nuestras instituciones”.
Incluso en Brasil se vive una crisis
política, donde se ha hecho efectivo un juicio político a la presidenta Dilma Rousseff,
si bien se discute todavía si es verdad lo que se le acusa o es víctima de una conspiración en su
contra.
Porque todo parece indicar que en ese
país si funciona la división real de poderes, mientras que en México ha quedado
demostrado que el poder legislativo y el judicial, giran en torno al Poder
Ejecutivo en turno.
“El flagelo de la corrupción, afirma
categórico el ex legislador Samuel Aguilar Solís, arrasa a su paso legitimidad,
confianza, esperanza, instituciones y a la democracia misma, que va más allá de
ser un mal humor social, que provoca una profunda irritación que cuestiona los
fundamentos mismos de la democracia, así como a sus principales actores”.
Aunque hasta hace poco privaba la
inmovilidad ciudadana ante la corrupción que padecemos, pues la gente prefería
quedarse callada ante las injusticias que padecemos, todo parece indicar que hoy
ya empieza a darse la protesta pública masiva, tal como ha ocurrido
recientemente en Chiapas, Ciudad de México, Veracruz, Querétaro y otros estados
del país.
En nuestra anterior colaboración en este
medio, titulado “¿Arde París? Equivale a ¿Hoy arde México?”, avizorábamos que
el descontento de la ciudadanía estaba a punto de estallar, y todo parece indicar
que ese problema social ya está en proceso.
Existe un dato que pocas personas
conocen: México se ubica actualmente en el lugar 95 de 168 países que padecen
corrupción, según lo revela el organismo denominado Transparencia
Internacional. Ubicación que no es nada halagüeña, amén de que también incide
en el ámbito económico nacional, pues de acuerdo al Instituto Mexicano para la
Competitividad ello representa un costo (Producto Interno Bruto) para los
habitantes de nuestro país, ya atrasado de por sí con más de un 50 % de
pobreza, y que anualmente crece entre un 2 y 5 %.
La clase política, en cambio, avanza en
abundancia económica y nada le preocupa la situación que vive el resto del
país. Incluso cuando se le propone que se establezcan límites de
enriquecimiento a los gobernantes (Proyecto
de iniciativa denominado 3 de 3), lo reforman en el Congreso para que
todo siga igual.
Estamos impedidos para obligar a
nuestros legisladores a que traten temas a favor de sus representados, tales
como una efectiva lucha contra la corrupción; una auténtica democracia; una
real impartición de justicia, así como genuinos derechos humanos, ya que existen
hechos tan lamentables como la desigualdad social, la impunidad, la
inseguridad; mismos que siguen vigentes en toda la república, ya que no son
abordados con ética, con decisión y todo aquello que implique un verdadero
beneficio para todos.
Porque,
falta ver qué ocurrirá en materia de transparencia democrática en las
elecciones del 5 de este mes. ¿Tendremos más de lo mismo?
Los resultados en las urnas se anticipan
a favor de quienes logran el triunfo con la compra del voto, con la ingeniería
electoral y hasta la amenaza de la violencia física en aquellos estados donde
se teme que los resultados no favorezcan a los intereses políticos de quienes
ya sueñan con apetecer las mieles del poder.
En fin, todo parece indicar que
seguiremos padeciendo los problemas que hemos sufrido desde hace décadas, pero
que se han venido agravando en los últimos tiempos, salvo que nuestros
gobernantes decidan llevar a cabo auténticos cambios a favor del bien común. ¿O
usted amable lector, qué opinión tiene al respecto?
¡Hasta la
próxima!