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9 de septiembre de 2016

Más allá del Presidente

El problema que enfrentamos los mexicanos es estructural y lejos de remontarse la circunstancia actual puede complicarse debido a que no da de sí el régimen de Enrique Peña Nieto independientemente de la voluntad que pueda tener de corregir el rumbo. La verdad, es mala la gestión administrativa. Nunca un presidente mexicano de cualquier partido había sido tan cuestionado y tan impopular como el actual. Peña Nieto va de un error a otro, a tal grado que el deseo de los ciudadanos es que ya se acabe la pesadilla. La columna Sobreaviso de René Delgado Ballesteros se tomó del portal electrónico de El Siglo de Torreón el pasado 4 de septiembre, aunque se publica en otros medios impresos del país, principalmente los del Grupo Reforma.
       
Vistos en retrospectiva, son ya varios sexenios en que el país carece de gobierno

Felipe Calderón
Sin restarle responsabilidad al actual jefe del Ejecutivo, es evidente que la situación lo rebasa. No es para menos, el carácter del problema es estructural: el régimen político no da más de sí. En esa medida, reducir la falta de gobierno a la mala gestión administrativa o, bien, a la capacidad o la voluntad del mandatario no contribuirá a remontar la circunstancia y sí, en cambio, puede complicarla.
Algún día habrá que hacer el balance del daño provocado al país por las administraciones panistas de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Contaron, el primero, con condiciones políticas y, el segundo, con condiciones económicas insuperables para emprender la reforma política necesaria, y las despilfarraron. En particular, Felipe Calderón ahogó el país en un baño de sangre y renunció a la política.
Vicente Fox
Hoy, los mandamases son mandamenos. De ahí la urgencia de que otras instancias u organizaciones se activen. De otro modo, no es descartable ir a una situación peor a la prevaleciente. No se ha tocado fondo porque, a sabiendas, se niega reconocer la raíz del problema. Y sí, las cosas sí pueden empeorar.
Si bien los polos y los agentes de poder han cambiado la configuración justamente del poder, la subcultura del presidencialismo insiste en recargar sobre los hombros del jefe del Ejecutivo todos los males y todos los bienes nacionales. La realidad, sin embargo, desde hace años es otra. Lo sabe la clase política, aunque una porción venere y le queme incienso al mandatario y otra lo vitupere y desee quemarlo en leña verde. Por eso sorprende la pasividad o la perversidad de los partidos opositores.
Los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática actúan como si la situación fuere exclusiva responsabilidad del presidente Enrique Peña Nieto. Y sí, sí es competencia de la administración pero también de los partidos opositores ocuparse de cuanto está ocurriendo. Estructural y coyunturalmente, la oposición contribuyó por acción u omisión a llevar al país a la crisis que lo afecta.
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La evidencia es obvia. El régimen niega el gobierno. No importa quién gane la próxima elección presidencial, nadie conquistará el gobierno.
Luís Videgaray
Por decir lo menos, durante los últimos 16 años esa ha sido la experiencia: candidatos y partidos ganan votos, no siempre con legitimidad, pero no constituyen gobiernos. Salvo muy contadas excepciones, en los estados el resultado ha sido el mismo: alternancia sin alternativa.
Si las fuerzas opositoras, incluida Morena, no calibran la dimensión del problema frente al cual se encuentra el país o, peor aún, pretenden derivar ganancias de la ruina de la administración; de relevarla, en breve podrían hallarse en igual o peor circunstancia. Sin desconocer los muchos y graves vicios y errores en los cuales han incurrido el presidente Enrique Peña Nieto y destacados miembros de su equipo, lo que vulneró su posibilidad de constituirse en gobierno fue y es la estructura del régimen político.
Si la administración y los partidos opositores no se aprestan a construir un dique que contenga la degradación política, difícilmente podrán garantizar los próximos comicios y la consecuente transmisión del poder en condiciones aceptables. La oposición puede exigirlo a gritos, pero difícilmente conseguirlo si no trabaja en ello.
La sola exigencia no bastará para asegurar la posibilidad de que la próxima administración, sin importar su signo político, se constituya en gobierno. Si se sigue actuando con la miopía que fija el horizonte al fin de semana siguiente, da igual quién obtenga el mayor número de votos o cuáles sean sus intenciones, la historia se repetirá como con Fox, Calderón y Peña: no habrá gobierno. Y el país no resiste arrojar al cesto de la historia y la basura un cuarto sexenio.
Más de una generación se ha visto afectada -por no decir, frustrada- a causa de la miopía y la ambición sin dirección de la clase política que, de a tiro por elección, reforma la reforma electoral para ajustar el reparto del poder, pero no el sentido del poder.
Se requiere de una gran reforma política, no de una pequeña reforma electoral.
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Hoy, pese a la facultad presidencial, el gabinete no puede quedar sujeto a la voluntad, deseo o capricho del jefe del Ejecutivo.
Donald Trump
Se requiere de un secretario de Hacienda que dé confianza a los sectores productivos y bancarios sobre la correcta conducción de las finanzas y la economía, fijando con objetividad la política adecuada ante el complejo cuadro exterior e interior. Se precisa de un secretario de Gobernación que dé confianza no sólo al mandatario sino también a las dirigencias partidistas, así como a los precandidatos presidenciales, un hombre de Estado sin la intención de concursar por la Presidencia y con el deseo de hacer política. Es menester un canciller que conozca la dificultad de conducir la política exterior, cuando cruje la política interior.
La integración si no de un gabinete de coalición, sí de confianza en los rubros mencionados, así como en los de procuración de justicia, persecución de la corrupción y prevalencia de la seguridad pública. Tener certeza en esos rubros es clave para edificar ese dique.
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Si todo es llenar de calificativos y de pintas el Palacio Nacional cargando toda la responsabilidad sobre el jefe del Ejecutivo, cosa de comprar tinta y pintura. Si la idea es trazar las bases para que la próxima administración se constituya en gobierno y emprenda esa reforma política, es hora que el peñismo y la oposición, la clase política en su conjunto asuma su responsabilidad.
Sobreaviso12@gmail.com