Roberta Garza. |
Muchos países como China no son completamente independiente en cuanto al petróleo que consumen y necesitan adquirir ese energético en donde lo encuentren y al precio que les fijen, mientras que en otros países como México disponemos de petróleo pero no del dinero ni de la tecnología para procesarlo y nos negamos a venderlo al extranjero por nuestros mal entendidos soberanía y nacionalismo, nos dice Roberta Garza, al grado de que cuando llegue el momento de que queramos vender, en la mayoría de las naciones habrá fuentes alternativas de energía. El texto se publicó en la sección Acentos de Milenio Diario el 29 de octubre próximo pasado.
La
primera es el petróleo. Estados Unidos es responsable de una quinta parte del
consumo mundial, con cerca de 20 mil barriles de los poco menos de 100 mil
utilizados diariamente. Le sigue la Unión Europea, con 13 mil, y China, que
alcanza los 9 mil. El problema para México es que la UE tiene, además de
menguantes reservas en el Mar del Norte, gobiernos que apoyan vigorosamente el
desarrollo de energías alternativas; Francia, por ejemplo, tiene plantas
nucleares que producen cerca de 40 por ciento de toda la electricidad requerida
por ese país. China produce la mitad del petróleo que consume y lo que le falta
lo negocia cómodamente con sus aliados —Irán y Rusia, entre otros—; si fuera
poco, acaba de comprarle prácticamente todos sus futuros a Angola y a
Mozambique. Pero el mayor consumidor del mundo seguirá comprándonos a manos
llenas cuando acabemos de discutir qué tan traidor a la patria es Peña Nieto,
¿verdad? Con la pena, pero entre la extracción de areniscas y el empuje a los
biocombustibles, Estados Unidos, a 40 años del embargo petrolero árabe que lo
puso al borde del desabasto, de la recesión y del pánico, está a punto de
volverse autosustentable. Al paso que va el mundo, pronto México va a ser un
país pletórico de dignidad, orgullo, petróleo inútil y soberanía.
La
segunda es la mota. Desde brownies hasta ropa para hipsters hecha con la fibra
del cáñamo, todo parece indicar que la industria será más pronto que tarde una
mina de oro para quien pegue primero. No estamos hablando de posturas morales,
sino de enriquecer el portafolio nacional: India, Turquía y Australia cosechan
legalmente dos mil toneladas de pasta de opio al año para la industria
farmacéutica internacional y en todos esos países los derivados de la amapola
son ilegales. Pero en un México huérfano de diálogo y pletórico de prejuicios
basta otear el tema para destruir hasta la más prometedora carrera política;
todo indica que nos quedamos muy orondos entre cárteles asesinos y eslóganes
paternalistas. ¿Recuerdan aquello de para que la droga no llegue a tus hijos?
La realidad es que lo que no les llega, ni les llegará, es el dinero producto de
ésta. De la droga en sí, hablamos en la tiendita de la esquina.
Para
terminar, dos tragedias. Una es Michoacán, estado entre los más bellos y
luminosos del país, hoy sitiado por autoridades paralelas llamadas La familia
michoacana, Los caballeros templarios, los maestros de la CNTE, el EPR o la
Nueva Jerusalén: el común denominador de ese variopinto festín tóxico es que
los ciudadanos han sido dejados a su suerte por autoridades municipales,
estatales y federales abúlicas e incompetentes. Los más recientes ataques a
instalaciones de la CFE dejaron sin luz a casi medio millón de personas y
exhiben un nivel de organización delictiva que cada vez se parece más al que
algún día tuvieron las FARC.
Y
la última: las amenazas de muerte que, como tantos otros periodistas en México,
ha recibido Lydiette Carrión por exponer la complicidad entre autoridades y
criminales, en este caso en el Estado de México. En un país donde el regresarle
al chambón una nota mal hecha es aprovechado por éste para dar gritos de censura
y cubrirse de gloria barata, me constan el rigor profesional y el nulo afán
protagónico de Lydiette. A la hora de los trancazos poco es el consuelo, pero
ella sabe que va acompañada.
Twitter: @robertayque