En
el quinto día de la Caravana del Hambre, cuando ya el grueso del contingente se
encontraba en Loma Bonita, el grupo de las más de 202 mujeres sampetrinas fue
alcanzado por Jesús Sánchez Hermosillo y Belisario Torres reportero y
fotógrafo, ambos enviados de la Revista Impacto, quienes en un reportaje
especial describieron con emotividad y dramatismo lo que las coahuilenses
estaban viviendo durante su caminata.
La
historia de miseria ancestral de nuestras clases bajas, principalmente en el
medio rural fue descrita por Jesús cuando en un pasaje de su trabajo
periodístico señala “Vi la Muerte”.
Me
Salí un poco fuera del grupo mientras firmaban, quería respirar aire puro, el
calor y la impresión me tenían sofocado.
Ahí
fui llamado por un grupo de campesinos; querían que viera algo que no podré
olvidar, sentado sobre la banqueta un hombre, un espectro de hombre, veía
agonizar en sus brazos a una niña de unos cuatro años; sí, muriéndose de
hambre; el hombre también, tenía hambre, pero solo se ocupaba en llorar. ¿Qué
podía preguntarle a aquel hombre?. Nada, cientos de hombres lo rodearon y se
retrataron con él, y no protestó siquiera, no habló, no se movió.
Y
agregó bajo la cabeza de descanso “La Muerte Moral de un Pueblo”: Los
campesinos ahora nos invitan a ver la verdad al desnudo. Quieren ir cientos de
ellos con nosotros a recorrer los Ejidos, pero quedan lejos y nosotros ya hemos
caminado con la Caravana; estamos cansados y en un automóvil nos vamos
acompañados de solo dos de ellos.
Empezamos
a caminar por labores desiertas, ocupadas solo por las cepas de algodón que
quedaron del año pasado; así pasamos en medio de mezquiteras y tierras
abandonadas y secas, por los cementerios -y no Ejidos- de ‘El Nilo’, ‘San
Felipe’, y ‘San Marcos’. Ya era mediodía y en ninguna casa se veía el clásico
humear de las chimeneas…
Pero
también atestiguaron como en medio de su tragedia, haciendo realidad el refrán
“También de dolor se canta cuando llorar
no se puede”, en su honor y pese al cansancio, las mujeres improvisaron
una fiesta y antes de reanudar la marcha bailaron y cantaron, con lo que
olvidaron así fuera por un momento lo amargo de su tragedia.
El
reportaje de “IMPACTO” que se transcribe a continuación fue respetado en su
redacción:
La Caravana del
Hambre en Coahuila
Por
Jesús Sánchez Hermosillo
Gráficas
Belisario Torres
Enviados
Especiales de
la
Revista IMPACTO
Sombreros de paja, pañoletas remendadas,
canas, cabelleras flotantes, rostros ajados por el viento, ojos enlodados por
el llanto y la tierra, cuerpos encorvados, axilas sudorosas, senos flácidos,
piernas aterradas, huaraches, pies hinchados, callosos, lacerados, sangrantes.
Cientos de mujeres avanzan por la carretera, ni el cansancio, ni el quemante
sol del desierto, ni las tolvaneras, ni las lluvias, ni las granizadas, ni
siquiera las autoridades municipales, ni estatales, han podido detenerlas; solo
un hombre, uno solo en México, puede dar fin a este inenarrable sacrificio, el
Presidente de la República.
La
Marcha Insólita
En San Pedro de las Colonias, Coahuila,
en la parte baja de La Laguna, el viernes 17 de mayo de 1963, las mujeres de
esa población, mirándose el hambre las unas a las otras, pensaron venir a
México. Todas las anteriores atenciones de justicia habían fracasado, se morían
de hambre, sólo las mujeres debían intentar algo, y el sábado 18 se invitaron
mutuamente para salir a México.
El
Encuentro
Al conocer este hecho único, los
reporteros de IMPACTO fuimos a encontrar a la Caravana. Eran las tres y media
de la tarde cuando llegamos a Loma Bonita, sobre el kilómetro 519 de la
Carretera Interoceánica. Sólo había una casa – miscelánea; alrededor, bajo las
sombras de las paredes descansaban en el suelo más de 50 mujeres. En el interior
de la miscelánea nos encontramos con las auxiliares de la Caravana y ambulantes
de la Cruz Roja de San Pedro nos pidieron identificación de periodistas para
dejarnos pasar a un inmenso corralón en donde descansaban el grueso de las
caminantes. Rostros humildes, de ancianas en su mayoría, de campesinas, mujeres
de rasgos duros y miradas penetrantes. Los cartelones esparcidos en el
corralón:
· TENEMOS HAMBRE
· PIEDAD SEÑOR
PRESIDENTE
· JUSTICIA PARA EL
PUEBLO
En medio del patio nos atendió un grupo
grande de las congregadas, llamaban a diferentes mujeres para contestar las
distintas preguntas. Nos dieron el pliego de peticiones y de ahí empezamos la
singular entrevista.
HABLAN
LAS MUJERES
Con la intención de identificarlas
pedimos el nombre de la primera mujer que nos atendió. “Nuestro nombre es
HAMBRE: en esta Caravana no tenemos
nombres, todas pedimos lo mismo, el nombre no importa”.
Mientras Torres, el fotógrafo de
IMPACTO, toma fotos de una mujer con ataques de epilepsia, el reparto de
zanahorias, de plátanos, de zapatos y otras mercancías que son regaladas a las
caravaneras por particulares humanitarios, mientras yo paso los ojos por el
pliego de peticiones y entresaco: miseria…, privación a los campesinos de
trabajo, a entregar el agua almacenada en la presa “Lázaro Cárdenas”…,
etcétera.
ADELANTE,
ADELANTE
Pregunto si no se han dado cuenta de lo
difícil que será para ellas llegar hasta México, a pie, por el desierto. Una de
ellas se va hasta el centro del corralón y grita: “compañeras, el señor pregunta
que si queremos regresar a San Pedro”. A coro, las voces viejas, jóvenes,
cansadas y enfermas contestan: “adelante, adelante… hasta México… con el
Presidente… aunque quedemos en la raya por el cansancio. “NO LLEVAMOS NINGÚN
ITINERARIO CAMINAMOS EN LAS TARDES o en la noche, nos alumbramos con
mecheros hechos de latas y trapos con
tractolina. Afortunadamente no nos ha faltado nada, pues damas de Torreón,
Parras, Madero, Matamoros, Saltillo, San Pedro. El propio Presidente Municipal
de San Pedro, ante nuestra negativa, la CRUZ ROJA, de San Pedro y el chofer y
personal del Seguro Social así como particulares nos han proporcionado comida,
medicamentos, y atenciones de sobra. Hubo algunos enfermos por haber comido
después de no haberlo hecho en muchos días. El pueblo nos recibe con cariño y
con atenciones.
FUÍ
NOMBRADO PRESIDENTE
Las caravaneras hacen de tripas corazón,
organizan una fiesta en nuestro honor. Se forma un grande círculo, muchas no
asistieron por el cansancio. En el centro del círculo quedamos nosotros y por
fin escucho un nombre: “Que recite Leandra… Sí… Sí… Leandra”. Sin hacerse rogar
Leandra pide su sombrero “porque soy campesina”, dice Leandra. Es una mujer de
edad madura, morena y de baja estatura; se pone nerviosa cuando le dicen las
auxiliares: “El señor… ahora yo…, va a ser en este momento el Presidente de la
República -Válgame la herejía-. A él vas a decirle lo que quieras”. Leandra se
dirigió a mí y me dijo: “Señor Presidente de la República, venemos hasta usté
humildemente, con todas las compañeras sampetrinas para decirle que no somos
rajonas –aplausos y gritos de aprobación-; queremos que nos responda sí o no;
que nos estamos muriendo de hambre que no queremos pedir limosna de puerta en
puerta. Queremos trabajo pero no hay para nuestros hombres. Pedimos su
respuesta Señor Presidente, Señor Presi… Presi… Presidente de la República,
señor López Mateos”. Así terminó Leandra protestando ante sus compañeras porque
la pusieron nerviosa. La misma Leandra, acompañada de otra mujer más joven
bailó LA RASPA, coreada por todas, después bailó el TWIST. Enseguida dos de ellas
cantaron “La Enorme Distancia”, luego cantaron “La Tequilera”. Ahí terminaron,
pues el sol caía y era hora de salir de Loma Bonita. Por primera vez vimos algo
halagador, aunque grotesco, y recordamos el dicho popular. TAMBIÉN DE DOLOR SE
CANTA CUANDO LLORAR NO SE PUEDE…
LA
DESGARRADORA JORNADA
Aunque ellas no querían, nosotros las
acompañamos esa noche, hasta Piedra Blanca, 10 kilómetros, se agruparon de una
o dos mujeres; empezó la caminata, a veces por arriba, a veces por debajo de la
carretera, entre espinas y matorrales. Más de un kilómetro de largo tenía la
columna. Los camiones de pasajeros, los tráileres, los turistas, los
particulares, detenían sus unidades al paso de la Caravana; algunos lanzando
dinero, otros se admiraban, otros se reían. Al paso de la Caravana por pequeñas
rancherías salían todos a verlas, a gritarles, “Arriba San Pedro”, “No se
rajen”, “Vivan las viejas”. Después de las 8 de la noche cansadas, algunas con
bordones improvisados, unas descalzas, otras renegando llegaron a Piedra
Blanca. Tres niños provistos de lámparas sordas y montados en burros iban y
venían indicando el paso a las Caravaneras hacia la escuela, donde todos los
hombres y niños del pueblo las esperaban. Ahí acamparon e hicieron el café en
una gran lata de manteca. Los hombres, todos fuimos retirados del campamento
improvisado. Algunos campesinos venían a ofrecer sus trojes, sus cuartos
vacíos, unos tacos, y muchas otras cosas que eran aceptadas por las insufribles
campesinas. Al retirarnos esa noche, las mujeres nos dijeron: “díganle al Señor
Presidente, que si fue a Europa por qué
no viene con nosotros que estamos en su
propia patria”. Al retirarnos del campamento nos encontramos con uno de los particulares
que había llevado jabones, medicamentos y combustibles a las Caravaneras. Nos
dijo con indignación “Soy de Torreón, y como otros, vengo ayudando hasta dónde
puedo a estas mujeres, por humanidad, porque son nuestras propias gentes,
porque conozco la explotación de que son objeto. A mí me han amenazado por prestar
ayuda, pero no me importa, no puedo dejarlas de ayudar”.
San Pedro de las Colonias, Coahuila, ex
emporio de la Comarca Lagunera, población urbana de 45 mil habitantes y un
total de 80 mil personas, clima desértico extremoso. Ahí llegamos el viernes 24
a las diez y media de la noche. Llovía copiosamente, pero el polvo flotante
impedía la visibilidad. Buscábamos un hotel cuando vimos, bajo los árboles de
la plaza, bajo los pórticos de los edificios principales, a miles de campesinos,
gritando, protestando, “¡Tenemos hambre!, hambre, mbre, “. Eran los braceros
que a esas horas aún “jugaban a la lotería”.
Temprano, al día siguiente nos dirigimos
a la Presidencia Municipal, el Presidente Municipal estaba en Saltillo pero en
la escuela “Maestro Justo Sierra”, los maestros se ocupaban de poner una
bandera rojinegra. Nos dijo la directora de esa escuela: “tenemos un mes sin
sueldo y lo que va de esta quincena. Cada mes ocurre lo mismo, pero según las
normas de los Estatutos Jurídicos, no podemos hacer huelga sino después de
tener un mes sin sueldo, las autoridades siempre dejan pasar el mes, vivimos de
créditos, de la trácala, estamos desesperados. Esta situación ya tiene dos
años. Hoy iniciamos la huelga. Saliendo de la escuela visitamos al Banco
Nacional Agrario. Largas colas de gente esperando la paga. Tomamos fotografías
desde las torres de la iglesia y de los campos desiertos. Un muchacho nos
gritaba: “Tenemos hambre, nos estamos muriendo…” Al llegar a la plaza un grupo
de tres campesinos nos llamó y empezaron a hablarnos.
Las
causas de la Caravana
Somos ejidatarios de San Marcos,
Municipio de San Pedro, nos deben tres semanas de pago por los trabajos que
hacemos en el canal Santa Rosa, Tlahualilo, Durango. Ganamos 48 pesos a la
semana, nos descuentan 9 pesos de la despensa, 6.50 de transporte y el resto
nos los dan en vales de la CONASUPO.
Nuestro trabajo consiste en cargar
parihuelas con tierra y llevarlas a unos 40 metros de distancia, la carga pesa
80 kilos y damos 400 vueltas diarias, desde que sale el lucero de la mañana
hasta que ya no se puede ver. Es trabajo de una semana pero nosotros lo hacemos
en 2 o 3 días para no hacer muchos gastos, pues allá tenemos que pagar comidas.
Ahí han muerto cuando menos dos, y ni siquiera lo han puesto en los periódicos,
para no pagar indemnización. Esta semana nos van a dar un anticipo de diez o
quince pesos en vales, pues dicen que acaban de traer la raya, 70 mil pesos en
vales de la CONASUPO.
RETROCESO
HISTÓRICO
A medida que estos hombres hablan,
empezaron a rodearlos algunos campesino, 5, 9, 14, 26, 80, 100, cientos, muchos
cientos, casi mil que se congregaron a nuestro alrededor sofocándonos,
haciéndonos sudar a chorros, contándonos cosas increíbles.
Los libres son 11 mil, no tienen trabajo,
los ejidatarios son los que tardíamente y con vales –el retroceso histórico de
las tiendas de raya- reciben un sueldo por el canal que se construye en el
Estado de Durango. ESE SUELDO ES SOLO UN PRÉSTAMO.
Nos aclara un solo hombre, comisario de
un Ejido: “Se ha organizado un Plan de Emergencia para beneficio de Durango,
Coahuila y Matamoros, este plan fue solicitado por los comités regionales de la
C. N. C. el canal de Santa Rosa – Tlahualilo, que beneficiará a Durango, pues
el Gobernador de allá si es listo, 30 millones de pesos para este plan se
pidieron prestados a un banco privado.
Entonces ahí tenemos, los ejidatarios
solamente una forma de trabajo, que se paga como ya lo sabe, pero todo esto es a condición de que cuando sembremos
nuestros ejidos, paguemos íntegramente todo lo que estamos percibiendo en
vales, pues el préstamo ha sido privAdo
y nosotros debemos pagarlo dizque para nuestro propio beneficio.
“También con ese dinero se hará una
carretera y se harán pozos, pero para los de Durango” – agrega otro. Y aquí
tuve la experiencia de mi vida, los hombres se exaltaron, empezando a gritar
uno por uno, con voces entrecortadas, con llantos contenidos, hombres con manos
callosas y fuertes músculos, quemados por el sol y estremecidos por el hambre.
“Mi mamá anda en la Caravana, mi esposa anda allá, mi hija va con
ellas, a pura agua nos la pasamos, todos estamos sin almorzar ni cenar, no nos pagan, no tenemos trabajo, si devuelven a nuestras mujeres, entonces
iremos nosotros a ver de a como nos toca, si nos ataca el gobierno con soldados nos envolveremos en nuestra
bandera y ahí caeremos; pertenecemos a la C. N. C., ya no queremos
pertenecer a ella; nuestros líderes están tripones y nos explotan, están
tripones y por eso no ven nuestra hambre, pelaos
maloras. Diga que del Rancho de San Pedro queremos que se haga el canal
ya proyectado, hasta San Pedro, como una
dádiva para los hombres del pueblo que fue cuna de la revolución; debía
quedarse a ver las peregrinaciones que vienen de los pueblos pobres, espérese para que vea una y verá que no
mentimos, ya se están muriendo todos, los niños van al rastro para que les den
vasitos de sangre de animales, pero nunca hay para todos, también diga de los braceros, nos
cobran de 200 a 300 pesos por cada contrato, vienen
otros de fuera y dan hasta 500, pero nosotros no tenemos ni en que caernos
muertos, solo salen los que tienen dinero.
Alguien clama aquel grito múltiple grito
eufórico y desde arriba de una banca grita: la
caravana de mujeres le va a exponer nuestros problemas al presidente, si no se
resuelve nada iremos los hombres, queremos cosas efectivas, no promesas, los
campesinos del municipio de San Pedro de las Colonias pedimos al General Lázaro
Cárdenas que encabece una comisión de hombres a México.
Vuelve el monstruo hambriento a gritar
con sus cientos de gargantas: queremos a
Lázaro Cárdenas que fue quien repartió las tierras, es él a quien necesitamos,
San Pedro fue en 1910 la cuna de la Revolución, ahora estamos como
entonces. Que venga Cárdenas; si
que venga, no nos rajamos…”
Nunca había sentido lo que ahí, no sé si
miedo, coraje, lástima, quien sabe, no me dejaban hablar, no tenía tiempo de
escribirlo todo, ni la suficiente capacidad retentiva para recordar tanto y
tanto que ahí se dijo.
Tuve cierto temor de que las autoridades
del pueblo fueran a imponer orden, pero en realidad aquello que parecía un mitin
no era más que una múltiple entrevista de prensa realizada en un lugar público.
Ya nada se puede hacer, los campesinos hicieron una petición por escrito para
el General Lázaro Cárdenas, con cerca de cien firmas, no hubo papel para más.
Uno a uno, con todo orden, fueron pasando a una banca de la plaza para firmar
una hoja de papel, avalando así todo lo que aquí se había reproducido fielmente.
VI
LA MUERTE
Me salí un poco fuera del grupo mientras
firmaban, quería respirar aire puro, el calor y la impresión me tenían
sofocado.
Ahí fui llamado por un grupo de
campesinos; querían que viera, algo que no podré olvidar, sentado sobre la banqueta
un hombre, veía agonizar en sus brazos a una niña de cuatro años; si,
muriéndose de hambre; el hombre también, tenía hambre, pero solo se ocupaba en
llorar. ¿Qué podía preguntarle a aquel hombre?. Nada, cientos de hombres lo
rodearon y se retrataron con él, y no protestó siquiera, no habló, no se movió.
LA
MUERTE MORAL DE UN PUEBLO
Los campesinos, ahora nos invitan a ver
la verdad al desnudo. Quieren ir cientos de ellos con nosotros a recorrer los
Ejidos, pero quedan lejos y nosotros hemos caminado ya con la Caravana; estamos
cansados y en un automóvil nos vamos acompañados por solo dos de ellos.
Empezamos a caminar por labores
desiertas, ocupadas solo por las cepas de algodón que quedaron del año pasado;
así pasamos en medio de mezquiteras y tierras abandonadas y secas, por los
cementerios –y no ejidos- “El Nilo”,
“San Miguel”, “San Felipe” y “San Marcos”. Ya era mediodía y en ningún jacal ni
en ninguna casa se veía el clásico humear de las chimeneas. Niños desnudos por
doquier, perros sarnosos, flacos, ni un solo animal doméstico, todo se lo han
comido ya. En uno de esos ejidos visitamos una casa cuyo dueño gana 33 pesos en
bonos de la CONASUPO, tiene 7 hijos, no tiene muebles, su niño juega con
vidrios y pedazos de madera. Me ofrecen agua turbia, pero dicen que es muy
buena. En otra casa a la que también fuimos invitados, los niños lloran de
hambre, no hay nada de comer y así llevan mucho tiempo.
Después de aquel cuadro desolador,
pregunto a la señora “¿Qué tiene de comer?”. Secamente me contesta: “NADA”.
“Pero señora, no es posible que se viva
sin comer nada”.
“PUES YO LOS MANDO A LAS NOPALERAS Y A
LOS MEZQUITALES A VER QUE PEPENAN”.
Y así “viven” todos los habitantes de
esos ejidos. Vemos otras casas, las gentes se nos acercan y nos repiten lo
conocido.
Para que más. Hemos expuesto algunos de
los problemas que afectan a San Pedro de las Colonias en La Laguna, que no son
más que el origen de la Caravana
Femenina de Hambre que, en mi opinión, debe ser detenida antes de que
continúe el inhumano sacrificio de que llegue a la Ciudad de México.