Verónica Maza Bustamante. |
Afortunadamente –dice Verónica Maza Bustamante- existe una gran diversidad de expresiones comportamentales al momento de las relaciones sexuales, a las que califica como normales en tanto sean sanas, seguras y consensuadas, el comentario aparecido en la columna El Sexódromo se publicó el último sábado en la sección El Ángel Exterminador de Milenio Diario Laguna.
La música y las otras conversaciones creaban un ruido blanco que
de pronto pareció desaparecer. Guardó silencio. Luego me miró con ojos de
cachorrito espantado y me preguntó: “¿Estoy mal? ¿Es muy perverso?”.
México
• Ignacio me lo confesó así, de buenas a primeras, con la confianza que le dio
hablar con alguien que, sin ser su amiga, sabía que lo entendería o, al menos,
no le pondría cara de sorpresa o rechazo: “Lo que más me gusta es que una mujer
me está mirando tener un encuentro sexual con mi pareja. Y cuando no tengo una,
busco estar con dos chicas, una de ellas observando y la otra interactuando.
También tengo erecciones con una sola mujer y llego al orgasmo, lo disfruto,
pero me encanta cuando lo hago con dos, cada una en su papel”.
Estábamos
en la casa de un amigo en común. La música y las otras conversaciones creaban
un ruido blanco que de pronto pareció desaparecer. Guardó silencio. Luego me
miró con ojos de cachorrito espantado y me preguntó: “¿Estoy mal? ¿Es muy
perverso?”. Ya estoy acostumbrada a que la gente cuestione eso, pero no puedo
evitar asombrarme de que pocas personas saben que hay una denominación para las
diversas prácticas sexuales, la cual es “expresiones comportamentales de la sexualidad”,
y que éstas son parte de la maravillosa diversidad sexual que existe en el
mundo, en cada ser humano.
El
doctor Juan Luis Álvarez-Gayou, sexólogo que propuso usar este término, señala
que como seres racionales e individuales que somos, podemos encontrar placer en
una gran diversidad de actividades: “La vida sin variación seria monótona y
aburrida sobre todo en lo sexual”, razón por la cual hay quienes buscan cambiar
de escenarios o incluir juguetes sexuales, disfraces o posiciones diferentes,
intentar alternativas para mantener una relación de pareja y demás.
¿Qué es
normal?, ¿Qué es sano? Cuando las prácticas sexuales son diferentes al coito
normal, hay quien pone la etiqueta de perverso (calificándolo moralmente como
algo unido a la maldad, el vicio o la perturbación) o desviado (que es la
separación de las normas impuestas), menciona Álvarez-Gayou.
Ilustración: Valenzuela. |
En el
caso de Ignacio, él vive su expresión comportamental de la sexualidad con
cierta vergüenza. Tras su confesión, le pregunté si todas las chicas con las
que había estado bajo estos parámetros habían estado de acuerdo o alguna había
llegado a ese momento a través de engaños, mentiras, por querer complacer sin
importar su deseo o sintiéndose obligada. Respondió que siempre había sido una
decisión compartida. La primera vez que le pasó fue con una novia que propuso
incluir a su mejor amiga en ello; después fue con su esposa, con quien cada
tanto hacía tríos en los que la otra mujer miraba, se masturbaba y, a veces,
interactuaba con él mientras su compañera los veía. Según me contó, nadie
estaba en desacuerdo con ello.
Ese es
un punto importante para determinar si estas expresiones son sanas o no. A mí
me gusta, lo saben, manejar cada una bajo los parámetros del “sano, seguro y
consensuado”. Pero para ser más específica, les comento que las prácticas
sexuales no son sanas si provocan malestar o incomodidad, hacen daño no deseado
(ya sea físico o psicológico), producen alguna disfunción sexual, requieren la
participación de otros en contra de su voluntad y/o interfieren en las
relaciones sociales.
Lo que
vive Nacho, si quieren ponerle una etiqueta, es un gusto por la exhibición. Es
un exhibicionista: le excita y le produce placer sexual mostrar tanto su cuerpo
desnudo como su desempeño erótico a su pareja y a otra persona. Aquellos que no
tienen problema en enseñar su cuerpo sin ropa durante el encuentro erótico, que
no apagan la luz, sonríen cuando sus parejas los alaban o los miran con deseo,
también son exhibicionistas en grado mínimo o preferente (y hay muchos, por
suerte).
Cuando
esto es un requisito exigido o un acto necesario para tener una respuesta
sexual que vaya desde la excitación o la erección hasta alcanzar el orgasmo,
entonces se debe hablar de una expresión comportamental erótica predominante o
exclusiva. Y, como explica la orientadora sexual Elsy Reyes, cuando se busca
imperiosamente, obsesiona y se depende de ella afectando otras áreas de vida y
pasa por encima de la integridad personal, entonces se pierde la libertad de
vivir la sexualidad libre y plenamente. “Es un cuadro de adicción”, afirma.
Un
asunto importante para poder disfrutar de estas expresiones es encontrar a
personas compatibles con las nuestras, para que disfruten tanto como nosotros.
Siempre hay un voyeurista para un exhibicionista, podríamos decir (pero, ojo,
el típico “viejo cochino” de la gabardina que muestra sus “partes” en la vía
pública no entra en este comentario, porque lo está haciendo sin el consenso de
los demás).
Hasta
ahora, Ignacio ha logrado que sus compañeras se sientan a gusto con su
práctica. Se divorció luego de una relación de diez años pero por otros asuntos
relacionados con la economía, no por los ocasionales tríos que hacían. Me
cuenta que no es sencillo porque sabe, cuando conoce a una chica que le gusta, que
en algún momento le tendrá que decir lo que más le excita. Por lo regular, las
mujeres lo miran feo y no lo vuelven a buscar, porque trata de ponerlo en la
mesa de discusión desde el principio, cuando ha establecido que podría tener
una relación amorosa con esa persona. “Antes de pasar a esa fase, me siento
obligado a decirles mi gusto por ese acto, pues no quiero que con el romance en
pleno se enteren y decidan no continuar. Mejor antes de involucrar por completo
el corazón, vemos si nuestros deseos son compatibles”.
A raíz
de la historia de Nacho, releí al historiador Burgo Partridge, quien señaló,
tras analizar las voluminosas memorias de Giacomo Girolamo Casanova, que este
personaje —famoso por sus excesos y conquistas sexuales— sentía gran predilección
por realizar el acto sexual con una mujer ante los ojos de otra.
Aunque
Partridge comenta que a su parecer hay mucho de fábula en los escritos del
italiano, señala que a Casanova le interesaban tanto, “si no más, las
reacciones del espectador o los espectadores que las de la persona con la que
realizaba el acto sexual”.
Esa es
otra maravilla de la diversidad sexual y las expresiones comportamentales de la
sexualidad: aunque se han dado nombre a algunas de ellas, cada quien las
practica a su manera o le gustan por cosas específicas que pueden variar entre
personas. A Ignacio le excita sentir la mirada ajena, la sensación de estar
siendo observado, mientras que, por lo visto, a Casanova lo que más le atraía
de la misma situación era lo que generaría en la persona que estaba mirando.
¿Qué
pasaría si a la que contempla le pusieran una venda en los ojos pero fuera
libre de escuchar todo lo que acontece en la habitación? ¿Les excitaría igual?
¿O si el exhibicionista estuviera completamente vestido? ¿A alguno le
encendería el pensar que la mujer en acción está siendo observada por una
congénere pasiva? Les digo que las posibilidades de una misma expresión son muy
amplias.
Decía
Friedrich Nietzsche que “el deleite de las pequeñas malicias nos ahorra más de
una gran maldad”. Coincido con él porque me parece un error reprimir nuestros
comportamientos (hablamos de los que son sanos, seguros y consensuados)
tratando de seguir los parámetros que han establecido las sociedades en torno a
lo “sexualmente correcto”.
Y como
ha declarado el doctor Álvarez-Gayou, “todos formamos parte de la diversidad
humana, todos tenemos la tarea de respetar la vida de los demás, tanto al vivir
nuestra sexualidad a nuestro gusto como permitiendo que otros vivan la suya en
libertad”.
@draverotika
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