Gerardo Hernández González |
En su columna Capitolio que se publica en varios cotidianos de Coahuila el coterraneo Gerardo
Hernández González se refiere a como Rubén Moreira
Valdez se proclamó como gobernador lagunero en
su afán de estar más próximo a la problemática de nuestra región, sobre todo la
violencia. Quizá sea el momento de una nueva alternancia, la primera ocurrió en
1996 nos dice el propio Gerardo, pero ya está demostrado que ni PAN ni PRI
han cumplido con las expectativas generadas, por lo que –esto es nuestro- debemos
optar por un candidato ciudadano o tercera vía. El texto lo tomamos de Milenio Diario
Laguna.
Rubén
Moreira trabajará con los alcaldes electos el 7 de julio, al margen de su
filiación partidista. Así lo ha declarado. El PRI gobierna ahora treinta y tres
de los treinta y ocho municipios del estado. Su mayoría en el Congreso es
abrumadora. El principal problema que afronten los próximos cabildos será la
delincuencia, por el riesgo que entraña para ellos e incluso para sus familias.
En tal circunstancia, algunos alcaldes y candidatos han enviado a sus esposas e
hijos fuera del país.
Rubén Moreira Valdez |
El
gobernador brinda, en ese contexto, atención especial a La Laguna, una de las
regiones más laceradas por la escalada de violencia. Sin cambiar de residencia
formalmente, como sugirió en una gira que lo haría, gran parte de su agenda la
desarrolla en Torreón. Recién ganó las elecciones, con más de setecientos mil
votos —la mayoría captados por su partido y el resto por fuerzas políticas
menores—, Moreira se proclamó “gobernador lagunero”.
El último
que ocupó el cargo fue Braulio Fernández Aguirre, en el sexenio 1963-1969. Le
sucedió el saltillense Eulalio Gutiérrez Treviño y desde entonces los
mandatarios han procedido de otras regiones, la mayoría de la capital. Para ser
reconocido como gobernador lagunero, Rubén Moreira tendría que preparar el
camino para que el futuro candidato del PRI sea de La Laguna. Sin embargo, esa
prerrogativa ha vuelto de nuevo al presidente; en este caso, a Enrique Peña.
Jesús de León Tello |
Torreón
es fundamental para la gobernabilidad del estado. La ciudad registró su primera
alternancia en 1996, cuando el PRI perdió Saltillo por segunda ocasión y la
mayoría del Congreso local. Jamás había sufrido una derrota de esa magnitud.
Las elecciones intermedias del gobierno de Rogelio Montemayor se recuerdan
todavía hoy por sus efectos. El PAN se hizo con las alcaldías más importantes y
una elevada porción de asientos en la Legislatura.
Acción
Nacional no ha tenido desde entonces el mismo éxito en el estado… excepto en
Torreón. Después de que Jorge Zermeño ganó en 1996, Guillermo Anaya y José
Ángel Pérez lo hicieron en 2002 y 2005. Significa que en los tres últimos
sexenios, los gobernadores debieron lidiar con presidentes municipales no
priistas. Rogelio Montemayor y Enrique Martínez tomaron las cosas con espíritu
deportivo. Sus relaciones con Zermeño y Anaya fueron cordiales.
Miguel Ángel Riquelme Solís |
En
cambio, la relación entre Humberto Moreira y José Ángel Pérez osciló siempre
entre la confrontación y el escándalo, debido a su carácter explosivo y
beligerante. La ciudad pagó los costos. Cuando el municipio interpuso la
controversia contra la Secretaría de Desarrollo Regional, el gobernador y el
alcalde sostuvieron una discusión acalorada en el hangar del empresario Salomón
Juan Marcos Villarreal, amigo del ex gobernador, acusado por Hacienda y la PGR
de lavado de dinero y defraudación fiscal.
Hoy los
candidatos del PRI y del PAN son Miguel Ángel Riquelme y Jesús de León,
impulsados por el gobernador Rubén Moreira y Guillermo Anaya. Anaya transferirá
sus activos a De León, pero también sus pasivos. “El poder desgasta sobre todo
cuando no se tiene”, advierte Giulio Andreotti. Por eso, nadie desea perderlo.
Sin embargo, abusar de él acelera su deterioro, y el ex senador no es
precisamente un dechado de virtudes. Ningún político lo es. A Riquelme le
sucederá lo mismo, cargará con las ventajas y desventajas de ser el favorito del
gobernador Rubén Moreira y el preferido de Eduardo Olmos.