Originaria de Torreón, Coahuila
Lilia Rivera Mantilla habita desde hace ya algunos años en la Colonia
Portales
dentro de la Delegación Benito Juárez del Distrito
Federal.
Es una de las zonas más céntricas de la ciudad capital y desde ahí es
relativamente fácil trasladarse a cualquier parte de tan enorme metrópoli. Lilia y yo establecimos
contacto vía Facebook y en algún momento de nuestras conversaciones le pedí que me
pusiera por escrito sus vivencias de “chilanga por adopción”. Este es la
primera de las que espero sean numerosas colaboraciones que estaré publicando
principalmente en www.hoyacontecerdelalaguna.blogspot.com
Mi casa está situada en la Colonia Portales, dentro
de la demarcación de la Delegación Benito Juárez. Esta delegación política
puede considerarse como la más céntrica del Distrito Federal; desde este punto
de la ciudad puede uno dirigirse fácilmente casi a cualquier parte de esta
enorme metrópoli.
Al menos hasta el año 2005 –más o menos- se tenía
por el municipio con más alta escolaridad en toda América Latina; nuestra
Ciudad Universitaria pertenece a la Delegación Coyoacán, pero a los que vivimos
cerca de alguna estación del metro en el área de Benito Juárez, nos es muy fácil llegar en cuestión de
algunos minutos; la delegación cuenta con muchas escuelas desde preescolar,
educación básica, secundarias, preparatorias oficiales y privadas, así como
universidades particulares y diferentes tipos de centros culturales.
Vivo cerca de la misma sede de la Delegación. Un
espacio amplio, limpio y muy arbolado. A un costado de las oficinas principales
se encuentra un hermoso y cuidado parque llamado Gral. Francisco Villa; sin
embargo, siempre se le ha conocido como Parque de los Venados; esto se debe a
que en medio del parque hay dos fuentes con una escultura, en el centro, en
forma de estos gráciles animales de grandes astas.
Describo todos estos detalles de la zona en donde
vivo, porque el otro día, mientras caminaba tranquila por algunas de estas
calles, observaba cuánto ha cambiado este lugar en los últimos 35 años, época
en la que llegué a vivir a esta parte de la ciudad. Indudablemente, la
construcción de obras importantes trajo progreso al tiempo que cambiaba la
fisonomía de varias colonias, así como también fue cambiando el aspecto de
muchos de sus habitantes.
Se dice que entre mayor sea el nivel educativo de
las mujeres y mayor su capacidad laboral, será menor el número de nacimientos;
parece ser que esta tendencia se ha puesto muy de manifiesto en esta zona del
Distrito Federal. Según informes de IAAM (instituto para la Atención de los
Adultos Mayores), la Ciudad de México tiene el mayor número de ancianos en el
país, y en la Delegación Benito Juárez se encuentra el mayor porcentaje de adultos
mayores que viven solos; además en los últimos diez años, la población escolar
en las escuelas aledañas a mi casa ha bajado considerablemente.
Entonces, es cierta mi apreciación: cada día hay más
gente de la considerada vieja, recorriendo las calles y lugares públicos de
esta parte no solo de la ciudad, si no del país.
Y me dedico a observar con más detenimiento a la
gente que pasa a mi lado, a la gente que va junto a mí en el transporte
público; tengo como una especie de pasatiempo contar cuántos hombres y mujeres
solos, sin pareja, veo de compras en el supermercado; cuántos hombres y cuántas
mujeres se ejercitan alrededor del parque o practican cualquier otra clase de
ejercicio físico en el lugar indicado para ello; cuántos hombres y mujeres de
edad avanzada viajan solos dentro y fuera del país; cuántos hombres y mujeres
de la tercera edad siguen estudiando y adquiriendo cultura por su cuenta y por
su gusto.
Lo que observo, al menos en lo que está a mi
alcance, es que dentro de la gente de la tercera edad, son las mujeres quienes
más actividades desempeñan como parte de un estilo de vida adquirido, y que no
están dispuestas a dejar porque otros demanden su atención y cuidados.
Es común ver en diferentes partes de la delegación a
mujeres de la tercera edad en grupo. A veces van vestidas de blanco porque es
el uniforme de su clase de yoga o de tai chi; muchas de ellas llevan libros
bajo el brazo o los pegan contra su pecho porque van de carrera al curso que
ampliará sus conocimientos; muchas abarrotan los restaurantes en las mañanas,
es delicioso platicar por horas ante varias tazas de café caliente, fruta y
cualquier platillo que sea masticable, porque lo más importante es poder
digerir tantas experiencias que se comentarán y compartirán durante esas
primeras horas del día.
Muchas mujeres mayores, ya no de sesenta años, sino
de cincuenta, viven solas… y felices. Regresan a sus casas para sacar de su
interior a la diosa Hestia que ahora vive en ellas. Siguen siendo la luz y el
fuego de su hogar, pero ese fuego lo encienden ahora para ellas mismas,
mantienen limpio y cómodo su espacio para ellas mismas, si trabajan porque
necesitan percibir un salario, ya no les causa angustia si no reciben una
cantidad acorde con la inflación, ya sabrán cómo distribuir y hacer rendir su
dinero, porque es solo para ellas. Están dispuestas a recibir en su templo a
quien quiera entrar con respeto y sin demandar demasiada atención; es que
tienen tanto que ver, que no pueden darse el lujo de distraerse con las
angustias de otros.
Sí, al parecer esta parte de la ciudad se está
llenando no precisamente de ancianos que viven solos, porque, en realidad,
hombres viviendo completamente solos conozco muy pocos, mujeres dueñas de su
propia vida conozco muchas, y las hay que están en la etapa del esplendor de su
aún joven madurez.
Y me pregunto con sincera inquietud y hasta
compasión: ¿Qué hace, en quién piensa, qué reflexiona, cómo se nutre, cómo se
divierte, cómo se olvida del bullicio exterior un hombre solo cuando está
consigo mismo en la quietud de su casa?.