A
propósito del mes de mayo y el día de las madres, Lilia Margarita Rivera
Mantilla
se refiere en el presente artículo a como se han modificado las costumbres de
las parejas jóvenes y a cómo hoy optan por la adopción de uno o dos perros en
vez de procrear hijos y a destinar el tiempo y el dinero de la crianza y
educación de los niños a tener una vida más decorosa, y menciona como ejemplo
la Ciudad
de México,
una urbe con las casas y las calles con numerosos perros pero en la que ya casi
no se ven niños.
Una ciudad llena de perros,
calles en donde ya casi no se ven niños. Eso es lo que observo por los
alrededores de la ciudad donde vivo, y no precisamente en la novela de Mario
Vargas Llosa.
Y es que ahora que está por
celebrarse una vez más el Día de la Madre como se viene haciendo desde hace 94
años, reflexiono en cuánto han cambiado las costumbres de hombres y mujeres, ya
sea que vivan juntos, que estén formando una familia, o que cada uno viva por
su lado. Ahora lo que se estila como complemento de la casa que se habita, es
tener un perro.
Desde que era niña, cuando sabía
de alguna pareja que acababa de contraer matrimonio, era muy natural esperar
que en cierta cantidad de meses, tuvieran un bebé, y en raros casos, hasta dos.
Ahora los nacimientos gemelares son algo muy común. Siempre me sentí algo
importante por tener hermanos gemelos, precisamente porque se veía como algo
muy de herencia que no todo mundo tenía.
Ahora cuando una pareja se casa,
junto con todo el montaje para el nuevo hogar va una mascota, en la mayoría de
los casos será un perro. Ah, porque aunque vivan en un espacio pequeño, pueden
tener mínimo dos. Y así como se prepara todo para recibir a un bebé, así se
esmeran los recién casados para recibir al nuevo miembro de la familia.
Se le compra la camita, el plato
especial para servirle su muy cara comida, juguetes, correa, plaquita para
imprimir su nombre, ropita especial para cada estación del año, y se le llevará
al médico veterinario igual que se lleva a un bebé con el pediatra y, si el
presupuesto lo permite, también irá a la estética canina. No, definitivamente
no es barato el mantenimiento de un perro en casa.
Cuando mis hermanos y yo fuimos
niños, tuvimos, según recuerdo, solo dos perros, uno se llamaba Oso y el otro
Nerón; a pesar de los imponentes nombres eran canes de raza pequeña. Fueron
nuestros compañeros de juegos, les eran muy simpáticos a nuestros amigos,
correteábamos todos juntos por toda la casa, pero siempre fueron perros y
nosotros niños. A la hora de la comida, cuando mi mamá nos hablaba para
sentarnos a la mesa, nosotros corríamos rumbo al comedor, y nuestro perrito
rumbo al patio en donde tenía su plato con la comida lista.
Pero ahora han cambiado las
cosas. Parece que las mujeres llenan su tan cacareado instinto maternal
adquiriendo un perro. Tener un perro o un gato como compañía cuando se vive
solo, es bastante comprensible y hasta terapéutico. Sin embargo, pasan los años
y aunque una pareja viva armoniosamente unida, prefieren tener uno o dos perros
como testigos de su amor, en lugar de concebir un hijo.
¿Por qué perros en lugar de
niños? ¿Por un egocentrismo exagerado de los posibles padres? ¿Será que tener
perros y gatos da cierta sensación de status a una pareja joven? Esa enorme
cantidad de tiempo y dinero indispensable para la crianza de un hijo, mejor la
invertirán en sí mismos.
Porque lo de hoy en día es el
“doble sueldo, no niños” del inglés DINK, double income, no kids. Y lo
reconozco, es una agradable sensación de libertad el disponer de buenos
ingresos para gastar en lo que a cada quien se le antoje, ir y venir sin
presiones de horarios, solamente responder por las decisiones que uno tome para
sí, dormir y hasta enfermarse cuando a uno se le antoje. Es difícil renunciar a
todo esto. Y un perro no juzgará y tampoco habrá que darle explicaciones de
nuestro modo de vida.
Además, aunque dicen que cuando
la perra es brava, hasta a los de casa muerde, no me imagino que a un perro le
llegue a dar “síndrome de emperador”, esa conducta alterada que manifiestan
niños ya más bien a inicio de la pubertad o de la adolescencia, que se vuelven
unos verdaderos tiranos, al grado de llegar a golpear a sus propios padres
cuando estos no cumplen sus caprichos, niños demandantes, exigentes,
manipuladores, arbitrarios. No, un perro es fiel y solidario. Y si el perro
mostrara un negativismo desafiante al no obedecer las órdenes de sus amos, así
como lo hace un niño rebelde, para eso están los nuevos encantadores de perros.
Nunca tan caro como un terapeuta para el niño malcriado, hiperactivo y con
trastorno por déficit de atención, sintomatología que vine a conocer hasta que
mi primer hijo llegó a la sección maternal de la escuela de barrio en donde lo
inscribí antes de cumplir los tres años de edad.
Según se informa, el número de
madres adolescentes crece de una manera alarmante en el país; sin embargo, el
porcentaje de hijo por mujer ha bajado de 1976 a la fecha. En 1976 se
consideraba 5.7 hijos por mujer, en la actualidad es 2.2 hijos por mujer. Pero
percibo que ahora las mujeres que desean tener un hijo, lo hacen de manera
reflexiva y consciente. Un gran número de ellas, cerca o un poco después de los
treinta años.
Y pienso. Si a las mujeres se les
ofreciera un verdadero incentivo para ser madres, ¿pondrían menos pretextos
para evitar la maternidad? Por ejemplo, si por cada tarea que realizan en casa
–algunas llevan horas terminarlas- recibieran una paga así como cualquier
prestador de servicios que cobra por cada tarea que realiza, ¿aceptarían
permanecer en el hogar? La crianza de un hijo requiere de muchas habilidades:
enfermera, niñera, nutrióloga, malabarista, institutriz, educadora, formadora,
orientadora, cuentacuentos, canta autora (hay que inventar arrullos, rondas,
juegos) y lo que se vaya ofreciendo en el día a día de un niño que va creciendo
fuerte y sano. Si las mujeres supieran que por desempeñar todas estas funciones
durante un promedio de 16 a 18 horas en el día, todos los días de la semana,
recibirían sueldo y prestaciones de acuerdo a la eficiencia con que las
realizaran, tal vez habría la carrera de Madre de Familia dentro del programa
de enseñanza de la mayoría de las universidades del país; y no habría necesidad
de convertirse en otra “dink” señalada por la sociedad por el egoísmo y materialismo
que rigen su vida.
En noviembre de 2013, nos
enteramos que Sandra Lertzman (62 años), de Ohio, se suicidó en el garaje de su
casa junto con 31 perros. Sandra era Directora Ejecutiva de la Fundación a
Favor de los Derechos de los Animales. Sandra había planeado su suicidio pero
no quiso hacerlo sola. Temía que después de su muerte, esos perros que había
cuidado, protegido y rehabilitado del maltrato que habían sufrido, pasaran otra
vez por abandono y corrieran peligro.
Solo un perro se salvó, el cual logró escapar de la cochera, y no morir por los
gases tóxicos que despedía el motor encendido del carro de la activista.
También tenía 20 gatos, los cuales no corrieron la suerte de sus compañeros de
ama.
Hombres y mujeres hoy en día
justifican su decisión de no tener hijos, alegando que no quieren verlos sufrir
en este pobre, pobre viejo mundo, que cada día se pone peor. No quieren morir y
dejarlos desamparados en este planeta lleno de guerras y plagas invasoras y
amenazantes.
Para la crianza de un hijo, se
tiene que entregar, mínimo, parte de la vida de uno mismo durante 24 años,
¿suena cursi y exagerado? Con la pena, pero así es. Mínimo. La esperanza de
vida de un perro es de un promedio de 13 años cuando mucho.
Sí, ha de ser más fácil lidiar
con un perro. Y es que ya está tan cansada la humanidad, que causa muchísima fatiga criar más hombres.
Lilia
Margarita Rivera Mantilla
Ciudad
de México, mayo de 2016