Adela Celorio |
Asegura
Adela
Celorio que mientras para los fanáticos hay
muchísimas mentiras y ninguna verdad, para ella existen tantas verdades como
puntos de vista por lo que no hay que detenerse a distinguir lo que es verdad o
es mentira, esto forma parte de un texto publicado a la escritora hace dos
sábados en El Siglo de Torreón. A ella también le publican en los diarios de Grupo Reforma y en El Universal.
"Los
fanáticos creen que existen muchísimas mentiras y sólo una verdad. Para mí, en
cambio, hay tantas verdades como puntos de vista, y por eso no merece la pena
detenerse a distinguir si es verdad o mentira.
Esto
lo comprendí en la adolescencia cuando murió la madre de mi amigo. La señora
había amanecido muerta junto a su esposo y éste, demacrado e inconsolable,
temblaba sin poder contenerse durante el sepelio. Murió de un paro cardiaco,
dijo el médico secamente, y el cura se atrevió a corregirlo: Murió por la
voluntad de Dios. Murió por mi culpa, dijo mi amigo con voz de confidencia;
porque anoche le hice pegar un coraje, y -para consolarlo- le dije convencido:
No Manolo; tu mamá murió porque ya llevaba muchos meses enferma. De reojo vi a
la abuela paterna de mi amigo, que le comentaba a una de sus hijas: Esta mujer
murió para que tu hermano se arrepintiera toda su vida de haber querido
dejarla. La madre de la difunta en cambio, en otro rincón de la sala, sostenía
que su hija había muerto por santa, para ahorrarles a todos más sufrimientos y
tantos gastos. Confundido por aquel desfile de verdades, fui a la cocina a
buscar un café y ahí me encontré con la empleada doméstica, que gimoteando me
dijo: Ay joven, creo que confundí las medicinas.", cuenta Óscar de la
Borbolla -mi filósofo favorito- en su fascinante libro "La libertad de ser
distinto", y como yo siempre creo en todo lo que me conviene, y eso de que
hay tantas verdades como puntos de vista, definitivamente va con mi manera de
pensar, me dispongo a hacer aquí un elogio de la mentira.
Óscar de la Borbolla |
Y
conste que miento poco. Aunque él mentía impunemente, a mi padre le
encolerizaba sin embargo, que yo lo hiciera.
Su
mirada acusadora me persigue y vivo con el alma a la intemperie, suelo confesar
hasta lo que no me preguntan y con frecuencia me meto en problemas por exceso
de sinceridad. Las relaciones sociales se sustentan en la mentira.
Uno
debe saludar con un "buenos días" aunque acabe de enterrar a un hijo.
"Mucho gusto" o "Encantado de conocerte" decimos cuando nos
presentan a alguien. Es perfectamente aceptable mentir a una amiga que ha
engordado visiblemente diciéndole: "Te ves estupenda", aunque ni el
aspecto de nuestra amiga nos parezca tan bueno ni estemos tan encantados de
conocer a cualquiera que nos presenten y que hasta podría ser un diputado y
nosotros sin saberlo le ofrecemos la mano.
Ocurre
que las mentiras piadosas, las de cortesía, y hasta las poéticas son
indispensables para lubricar las relaciones en nuestro contexto social, donde
lo inaceptable es la verdad. Cada vez que digo que mi abuela era una bruja
-todo el mundo lo sabía- mamá monta en cólera. Nada más irritante como que a la
pregunta -¿cómo estás?- que es sólo una frase bien intencionada para saludar;
se nos responda con algo como: Muy mal, las hemorroides no me permiten
sentarme, mi mujer me pone los cuernos y apenas ayer tarde, el doctor me
informó que tengo cáncer. A un amigo que nos respondiera semejante majadería
tendríamos que borrarlo de la agenda. Lo agradecible es que a la cortesía de
quien nos pregunta ¿cómo estás?, correspondamos con algo rapidito y poco
comprometedor como: "Yo muy bien gracias. ¿Y tú?"
A
pregunta falsa, respuesta falsa y alivianado el trámite del saludo, podemos
seguir adelante sin que el día se nos venga encima a punta de verdadazos. Y no
es que uno pregunte falsamente sino que a quién le importa la vida de un
compañero de trabajo, de un vecino o incluso de un pariente, si apenas y
podemos con el peso de la nuestra. El arte, el teatro nuestra vida misma suele
ser una mentira porque la verdad sería insoportable y además porque "…hay
cosas que el hombre teme incluso contarse a sí mismo, y todo hombre decente
tiene una cantidad de esas cosas guardadas en su mente" (Fiodor
Dostoievski) "Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y
aburrimiento", decía Anatole France y es verdad.
Salvo
los fanáticos que se han engañado a sí mismos con la patraña de que la verdad
es buena a toda costa, para el resto -y somos mayoría- la mentira es nuestra
verdadera patria. Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, porque
nadie votaría por un aspirante a gobernador que basara su campaña en verdades
que sólo comparte con su compadre: "Usted no se apure compadre, ahora que
gane va a haber pa' todos ¿cómo carajos no?"
Y
ahora me contradigo: a pesar de mi aceptación de la mentira como lubricante
social, la mentira que han institucionalizado nuestros políticos me provoca una
especie de asco. Siempre el mismo gato revolcado, siempre los mismos corruptos
en lucha contra la corrupción. Siempre los mismos ladrones en cruzadas contra
el hambre. Guácala.
adelace@prodigy.net.mx