El Siglo de Torreón es sus espacios Lo que el Público Reclama y Lector Opina da la oportunidad a sus seguidores de que expresen sus puntos
de vista de manera analítica e informada. El pasado viernes 14 de junio se publicó
el presente escrito en el que Inés Rodarte López califica de inoportuna e ingenua la iniciativa para crear el Estado de la
Laguna y se pregunta: ¿el
hecho de generar un nuevo Estado significa que se contará con una nueva clase
política? Es decir, los políticos que están ahora en el poder local,
¿modificarán voluntariamente sus prácticas sólo porque se configuró un nuevo
Estado?
Al artículo “Estado de La Laguna”, publicado
en El Siglo de Torreón el pasado 22 de mayo, lo considero en verdad excelente,
pues no se queda en la superficie de las cosas y da pie para discutir y
profundizar en un asunto que a todos nos atañe.
Del escrito en mención me gusta cómo su
autor, Luis F. Salazar W., expresa que las diversas poblaciones comarcanas
suelen de antiguo ser tratadas como simple botín político y económico por las
capitales de sus estados. También es importante el énfasis que pone al anotar
que tales poblaciones constituyen una unidad anímica y geográfica, separada por
criterios políticos artificiales.
Pero lo central para mí está en la forma en
que sustenta los calificativos de “inoportuno e ingenuo”, dirigidos al
movimiento que trata de hacer realidad el estado de La Laguna. Aquí estriba
para mí lo más valioso de los párrafos escritos por Salazar Woolfolk, pues se
atreve a ir contra lo “políticamente correcto”, contra ese ideal sagrado que,
so pena de ser tenido por mal hijo, debe mover el ánimo y el corazón de todo
lagunero.
En efecto, respaldada además en dos artículos
recientes también aparecidos en El Siglo de Torreón (“¿Quién gobierna
Torreón?”, de Arturo González, publicado el 22 de abril, y “Tecnificación del
riego”, de Gerardo Jiménez González el 24 de abril), mi opinión va un poco más
allá. Lo explico.
Manejando argumentos desde distintos puntos
de partida, estos tres autores no hacen sino confirmarme en la idea, que
sostengo hace más de cuarenta años, de que la solución a los agudos problemas
regionales no radica en la configuración del Estado de La Laguna. Con todo
respeto hacia quienes así lo creen, yo pienso que (en el mejor de los casos)
hay bastante candidez al sostener tal pretensión, pues además de inviable
encuentro intenciones poco sanas por parte de algunos empresarios que están
apoyando tal proyecto.
Salazar expresa que lo inoportuno viene dado
por la proximidad de las elecciones, y el proyecto de marras sería un factor de
distracción ante a la urgencia de distinguir al mejor de los candidatos a
ocupar la alcaldía de Torreón. Pero hay que ver más allá, y sugiero
preguntarnos: ¿el hecho de generar un nuevo Estado significa que se contará con
una nueva clase política? Es decir, los políticos que están ahora en el poder
local, ¿modificarán voluntariamente sus prácticas sólo porque se configuró un nuevo
Estado?
En el furor por ese nuevo Estado, ¿dónde se
habla de transparencia y rendición de cuentas? Con el nuevo Estado, ¿los
partidos políticos van a modificar sus cuadros, sus estructuras, sus bases
clientelares, sus prácticas corruptas? La recaudación local es prácticamente
nula; al crearse un nuevo Estado, ¿automáticamente crecerá la captación
impositiva?
Desde mi punto de vista, el tema de fondo
debe ser la conformación de una ciudadanía exigente de sus derechos, activa,
productiva, no conformista, acostumbrada a demandar el cumplimiento de la ley,
en vez de estructurar un nuevo Estado. Pero también urge la formación de un
ciudadano acostumbrado a respetar nuestro vulnerado cuerpo legal, aunque le
cueste, y aunque se haya formado con los hábitos de exigir mucho y dar poco a
cambio.
Porque irrefutablemente, si lo importante no
es el cumplimiento de la ley, el que te vaya a violar lo va a hacer estando en
el D.F., en Saltillo, o en el crucero de Matamoros y Ramón Corona. Muchos
tienen la fantasía de que cuando el gobernador esté a una cuadra de distancia,
se va a operar aquí una conversión religiosa merced a la cual todos seremos
cumplidores, honrados, productivos, solidarios, proactivos, trabajadores
incansables. Es decir, aflorará el verdadero y “luchón” espíritu lagunero, en
el que se forjaron nuestros abuelos, pero que por causas ignotas se fue
diluyendo poco a poco, hasta llegar a la apatía y mediocridad actuales, que nos
hacen ver como una simple anécdota el robo reciente de 36 mil millones de pesos
a las arcas de Coahuila. Sí, cómo no.
Abundando un poco, es absurdo pensar, como a
su vez lo expresa Jiménez González, que en este municipio se pueda sembrar
perpetuamente un cultivo tan demandante de agua como la alfalfa. Muchos
torreonenses continuamos sin aprender que la voracidad no tiene límites, y
menos aún cuando aparece coludida con la venalidad de distintos funcionarios
públicos, y solapada por la incuria de la sociedad lagunera. Desengañémonos, no
existen los milagros: ningún agricultor va a dejar de extraer, así se lo exija
la deidad más venerada, el actual volumen de agua para hacer crecer su alfalfa
y alimentar el enorme hato lechero. La única solidaridad que muestra el
sembrador de alfalfa es la que tiene hacia su gremio, por la defensa de sus
intereses comunes, pero no hacia la sociedad lagunera, que cada vez resulta
menos viable y menos duradera.
Y dado que nuestra mentalidad no está
configurada dentro del uso y del imperio de la ley, ni de la existencia de
instituciones de procuración e impartición de justicia, por eso no es de
extrañar la rápida difusión del mito de que fue Peña Nieto quien le dijo a un
empresario local: “Júntame medio millón de firmas y el Estado de La Laguna va a
ser un hecho”. Vaya rasgos de mentalidad dividida, que por una parte quiere una
Laguna libre y autónoma, y por otra lucha para que el viejo autoritarismo no se
extinga. Es decir, quiero el Estado de La Laguna para que todo siga igual, para
que la mayor parte de los ciudadanos no pague impuesto predial, para que muchos
agricultores sigan cosechando alfalfa con agua robada, para seguir diezmando la
reserva de agua, para dejar impunes delitos como los cometidos al construir la
Gran Plaza, etc., etc.
Lo que se requiere es el imperio de la ley.
¿Estado de La Laguna? No, gracias.
Inés Rodarte López / Comarca Lagunera.