Buscar este blog

16 de junio de 2013

¿Estado de la Laguna?

El Siglo de Torreón es sus espacios Lo que el Público Reclama y Lector Opina da la oportunidad a sus seguidores de que expresen sus puntos de vista de manera analítica e informada. El pasado viernes 14 de junio se publicó el presente escrito en el que Inés Rodarte López califica de inoportuna e ingenua la iniciativa para crear el Estado de la Laguna y se pregunta: ¿el hecho de generar un nuevo Estado significa que se contará con una nueva clase política? Es decir, los políticos que están ahora en el poder local, ¿modificarán voluntariamente sus prácticas sólo porque se configuró un nuevo Estado?
       
Al artículo “Estado de La Laguna”, publicado en El Siglo de Torreón el pasado 22 de mayo, lo considero en verdad excelente, pues no se queda en la superficie de las cosas y da pie para discutir y profundizar en un asunto que a todos nos atañe.
Del escrito en mención me gusta cómo su autor, Luis F. Salazar W., expresa que las diversas poblaciones comarcanas suelen de antiguo ser tratadas como simple botín político y económico por las capitales de sus estados. También es importante el énfasis que pone al anotar que tales poblaciones constituyen una unidad anímica y geográfica, separada por criterios políticos artificiales.
Pero lo central para mí está en la forma en que sustenta los calificativos de “inoportuno e ingenuo”, dirigidos al movimiento que trata de hacer realidad el estado de La Laguna. Aquí estriba para mí lo más valioso de los párrafos escritos por Salazar Woolfolk, pues se atreve a ir contra lo “políticamente correcto”, contra ese ideal sagrado que, so pena de ser tenido por mal hijo, debe mover el ánimo y el corazón de todo lagunero.
En efecto, respaldada además en dos artículos recientes también aparecidos en El Siglo de Torreón (“¿Quién gobierna Torreón?”, de Arturo González, publicado el 22 de abril, y “Tecnificación del riego”, de Gerardo Jiménez González el 24 de abril), mi opinión va un poco más allá. Lo explico.
Manejando argumentos desde distintos puntos de partida, estos tres autores no hacen sino confirmarme en la idea, que sostengo hace más de cuarenta años, de que la solución a los agudos problemas regionales no radica en la configuración del Estado de La Laguna. Con todo respeto hacia quienes así lo creen, yo pienso que (en el mejor de los casos) hay bastante candidez al sostener tal pretensión, pues además de inviable encuentro intenciones poco sanas por parte de algunos empresarios que están apoyando tal proyecto.
Salazar expresa que lo inoportuno viene dado por la proximidad de las elecciones, y el proyecto de marras sería un factor de distracción ante a la urgencia de distinguir al mejor de los candidatos a ocupar la alcaldía de Torreón. Pero hay que ver más allá, y sugiero preguntarnos: ¿el hecho de generar un nuevo Estado significa que se contará con una nueva clase política? Es decir, los políticos que están ahora en el poder local, ¿modificarán voluntariamente sus prácticas sólo porque se configuró un nuevo Estado?
En el furor por ese nuevo Estado, ¿dónde se habla de transparencia y rendición de cuentas? Con el nuevo Estado, ¿los partidos políticos van a modificar sus cuadros, sus estructuras, sus bases clientelares, sus prácticas corruptas? La recaudación local es prácticamente nula; al crearse un nuevo Estado, ¿automáticamente crecerá la captación impositiva?
Desde mi punto de vista, el tema de fondo debe ser la conformación de una ciudadanía exigente de sus derechos, activa, productiva, no conformista, acostumbrada a demandar el cumplimiento de la ley, en vez de estructurar un nuevo Estado. Pero también urge la formación de un ciudadano acostumbrado a respetar nuestro vulnerado cuerpo legal, aunque le cueste, y aunque se haya formado con los hábitos de exigir mucho y dar poco a cambio.
Porque irrefutablemente, si lo importante no es el cumplimiento de la ley, el que te vaya a violar lo va a hacer estando en el D.F., en Saltillo, o en el crucero de Matamoros y Ramón Corona. Muchos tienen la fantasía de que cuando el gobernador esté a una cuadra de distancia, se va a operar aquí una conversión religiosa merced a la cual todos seremos cumplidores, honrados, productivos, solidarios, proactivos, trabajadores incansables. Es decir, aflorará el verdadero y “luchón” espíritu lagunero, en el que se forjaron nuestros abuelos, pero que por causas ignotas se fue diluyendo poco a poco, hasta llegar a la apatía y mediocridad actuales, que nos hacen ver como una simple anécdota el robo reciente de 36 mil millones de pesos a las arcas de Coahuila. Sí, cómo no.
Abundando un poco, es absurdo pensar, como a su vez lo expresa Jiménez González, que en este municipio se pueda sembrar perpetuamente un cultivo tan demandante de agua como la alfalfa. Muchos torreonenses continuamos sin aprender que la voracidad no tiene límites, y menos aún cuando aparece coludida con la venalidad de distintos funcionarios públicos, y solapada por la incuria de la sociedad lagunera. Desengañémonos, no existen los milagros: ningún agricultor va a dejar de extraer, así se lo exija la deidad más venerada, el actual volumen de agua para hacer crecer su alfalfa y alimentar el enorme hato lechero. La única solidaridad que muestra el sembrador de alfalfa es la que tiene hacia su gremio, por la defensa de sus intereses comunes, pero no hacia la sociedad lagunera, que cada vez resulta menos viable y menos duradera.
Y dado que nuestra mentalidad no está configurada dentro del uso y del imperio de la ley, ni de la existencia de instituciones de procuración e impartición de justicia, por eso no es de extrañar la rápida difusión del mito de que fue Peña Nieto quien le dijo a un empresario local: “Júntame medio millón de firmas y el Estado de La Laguna va a ser un hecho”. Vaya rasgos de mentalidad dividida, que por una parte quiere una Laguna libre y autónoma, y por otra lucha para que el viejo autoritarismo no se extinga. Es decir, quiero el Estado de La Laguna para que todo siga igual, para que la mayor parte de los ciudadanos no pague impuesto predial, para que muchos agricultores sigan cosechando alfalfa con agua robada, para seguir diezmando la reserva de agua, para dejar impunes delitos como los cometidos al construir la Gran Plaza, etc., etc.
Lo que se requiere es el imperio de la ley. ¿Estado de La Laguna? No, gracias.

Inés Rodarte López / Comarca Lagunera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.