“Una odisea sin paralelo en los anales de la Comarca
Lagunera con resonancia nacional y tal vez internacional, descrita
pormenorizadamente en el libro intitulado “202 sampetrinas hicieron retemblar en
su centro la tierra misma”, escrito a la manera de ensayo histórico por la maestra
Gutiérrez
Medellín, con el apoyo
de su hija Paloma Peña Gutiérrez, quien se encargó de ordenar y
secuenciar documentos, publicaciones periodísticas, anécdotas y comentarios recopilados por la
autora de sus días en los meses subsecuentes de la original protesta mujeril”,
escribe Higinio Esparza Ramírez a propósito del ensayo que se refiere a
la llamada Caravana del Hambre y con la que más de 200 mujeres de San Pedro de
las Colonias lograron la atención de los gobiernos federal y estatal
para paliar en alguna medida la terrible situación económica que enfrentaban. Refiere
Higinio
Esparza que los reporteros que en aquel entonces cubrieron el
suceso se involucraron sentimentalmente con las marchantes, pero ello no afectó
su objetividad de periodistas y mostró en cambio el rango de humanidad de Eduardo
Elizalde Escobedo, Ignacio Quiroz M. y Jesús Sánchez Hermosillo comisionados
para cubrir la marcha por La Opinión, El Sol del Norte y la Revista
Impacto. De alguna manera el artículo de Higinio Esparza que me llegó por medio del colega Jesús Máximo
Moreno Mejía sirve para celebrar como cada mayo el Día
Internacional de la Libertad de Expresión.
A doña Olga
De Juambelz y Horcasitas
* Elementos del Ejército, tratando de amedrentar a las mujeres, las
rodearon y apuntaron, cortando cartucho…
* La Policía Federal de Caminos impide que algunos
“traileros” ayuden al transporte de las más ancianas y negó permisos para que
gente de Monterrey enviara camiones (con víveres y agua)…
* El gobernador (Raúl Madero) condenó enérgicamente la
marcha de la Caravana de Hambre de las Mujeres de San Pedro, asegurando que las
azuzan las fuerzas regresivas del estado…
* La CNC (con sus líderes tripones) también impugnó el
sacrificio de las caravaneras, diciendo que son juguete de terceras personas…
* Agentes policiacos destruyeron los mechones que las
caravaneras pretendían usar para alumbrar su camino durante la noche, y las
obligaron a retirar los cartelones con sus demandas, los cuales iban dejando en las orillas de la
carretera…
* Dos choferes detenidos en San Pedro por haber
auxiliado a las doscientas mujeres que se lanzaron a la aventura de protestar
por la caótica situación económica por la cual atraviesan…
* Eustaquio Fernández Terrazas, jefe de la Policía
Federal de Caminos, anunció que no permitirá que ninguna persona de San Pedro o
de poblados por donde pase (la caravana), entregue alimentos o alguna otra
clase de comida (sic).
En mayo de 1963,
a partir del día 19, los acosos,
amenazas, humillaciones y rechazos del sector oficial y de particulares y
líderes explotadores, no doblegaron a
las 202 mujeres campesinas y citadinas de San Pedro de las Colonias que
emprendieron a pie una marcha kilométrica hacia la residencia oficial de Los Pinos, en la
capital de la República, a fin de entregarle al presidente Adolfo López Mateos,
en sus propias manos, un documento con una serie de demandas orientadas a
paliar la miseria que castigaba
inmisericorde a aquella zona rural coahuilense,
donde niños hambrientos y con sed
bebían –para seguir subsistiendo- la sangre de los animales sacrificados
en el rastro municipal o “pepenaban” “comida”
en los mezquitales y nopaleras de los ejidos.
“Caravana de
Hambre” fue llamada aquella épica jornada, cuya historia documentada preservó la
maestra Gabriela Gutiérrez Medellín, hija
de una de las mujeres de San Pedro de las Colonias –la señora Juana María
Medellín de Gutiérrez- que se
convirtieron en asistentes y asesoras de
las estoicas caminantes vencedoras del desierto y que consiguieron –finalmente- una entrevista de sus
representantes con el jefe de la
nación en su propio despacho y de la cual surgieron acuerdos presidenciales
para resolver los problemas planteados.
La singular
caravana sólo llegó hasta Saltillo, la capital del estado, donde por vía telefónica se hicieron los
arreglos para que el Presidente atendiera personalmente a las comisionadas y auxiliares, encabezado
el grupo por la señora Juanita Medellín de Gutiérrez. Ellas fueron llevadas a
México por vía aérea.
En 9 días la
columna pedestre había recorrido 246 kilómetros “bajo la lluvia, un ardiente
sol, hambres y enfermedades”, reportaron los cronistas. Habían logrado ya su propósito y obtenido más
de lo que pedían, según las versiones de
la época.
Una odisea sin
paralelo en los anales de la Comarca Lagunera con resonancia nacional y tal vez
internacional, descrita pormenorizadamente en el libro intitulado “202 sampetrinas hicieron retemblar en su
centro la tierra misma”, escrito a la manera de ensayo histórico por la maestra
Gutiérrez Medellín, con el apoyo de su
hija Paloma Peña Gutiérrez, quien se encargó de ordenar y secuenciar
documentos, publicaciones periodísticas,
anécdotas y comentarios recopilados por la autora de sus días en los
meses subsecuentes de la original protesta mujeril.
El libro,
impreso en agosto de 2015, contiene las crónicas de los reporteros que cubrieron día a día y
noche a noche el extenuante recorrido, copias de fotografías de impactante dramatismo
e información complementaria alrededor de un joven que se suicidó en San Pedro con
un rifle calibre 22 porque no tuvo dinero para pagar la cuota que le exigían
los traficantes de braceros –quería irse a los EU para ganar dinero y remitirlo
a su familia-, y un intento de autoinmolación por parte de una madre junto con
su hija de apenas cinco años de edad que no habían probado alimento durante
seis días.
Este texto fue redactado
con los testimonios periodísticos
extraídos del tomo en cuestión, los
cuales reflejan, asimismo, el
involucramiento sentimental de los reporteros con las marchistas, dolidos por el sufrimiento y las miles de penalidades
que las damas encontraron en el camino de más de 240 kilómetros que cubrieron a
pie en una primera y única etapa –después viajarían cinco de ellas en avión a México- a través del inclemente desierto, soportando con heroicidad las resolanas y tolvaneras,
“el viento frío y polvoso que soplaba todas las noches” y sobre todo y en forma preponderante, el
hambre y la sed que las castigaban sin piedad.
Eduardo Elizalde Escobedo. |
Eduardo Elizalde
Escobedo, enviado especial de La Opinión, escribió: “El hambre lanzó a la más
atrevida y agobiante aventura a 202 mujeres que pretenden recorrer a pie más de
mil kilómetros con el fin de entrevistarse con el presidente de la República y
solicitar su intervención para terminar con tal situación que ha hundido en la
más espantosa miseria a muchas familias sampetrinas”.
Ignacio Quiroz
M. reportero de El Sol del Norte, desde Saltillo, Coahuila: “…ya no son 212 sino 250 las
mujeres que en busca de justicia, su justicia, tratan de llegar a como dé lugar
ante el presidente de la República para exponerle sus penas, que son el sentir
de la Comarca Lagunera, azotada por los elementos que han convertido a la antes
fértil zona en un páramo donde la gente tiene hambre y sed”.
Jesús Sánchez
Hermosillo, enviado especial de la revista “Impacto”: “Sombreros de paja,
pañoletas remendadas, canas, cabelleras flotantes, rostros ajados por el
viento, ojos enlodados por el llanto y la tierra, cuerpos encorvados, axilas
sudorosas, senos flácidos, piernas aterradas, huaraches, pies hinchados,
callosos, heridos, sangrantes… cientos de mujeres caminan por la carretera,
ancianas, jóvenes embarazadas, enfermas… ni el cansancio ni el quemante sol del
desierto, ni las tolvaneras, ni las lluvias ni las granizadas, ni siquiera las
autoridades municipales ni estatales han
podido detenerlas; sólo un hombre puede dar fin a este inenarrable sacrificio:
el Presidente de la República”.
La misma
publicación reproduce la fotografía de un hombre con una niña agónica de cuatro años de edad
en sus brazos. Sánchez Hermosillo relató, conmovido: “…fui
llamado por un grupo de campesinos que querían que viera algo que no podré
olvidar, sentado sobre la banqueta un hombre, un espectro de hombre, veía
agonizar en sus brazos a una niña de unos cuatro años, sí, muriéndose de
hambre; el hombre también tenía hambre, pero sólo se ocupaba en llorar. ¿Qué
podía preguntarle a aquel hombre?. Nada.
Con pasión y
decisión para encauzar su destino –relataron los reporteros-, estas mujeres
excepcionales lucharon como fieras por sus familias con un solo objetivo: acabar
con el hambre, el lucro y la miseria que
las flagelaban. Sin agua, sin alimentos,
sin medicinas, jóvenes y ancianas mal vestidas abandonaron sus misérrimos
hogares para aventurarse en caminos y brechas con un solo propósito: hablar en
directo con el presidente de la República para pedirle la apertura de fuentes
de empleo para sus maridos, ya fuera en obras hidráulicas, en la construcción de carreteras o en la
explotación de la cera de candelilla. Aparte demandaron la suspensión
inmediata de los vales de la Conasupo
manejados como en los tiempos de las “tiendas de raya”.
De la misma
manera denunciarían ante el primer mandatario, los abusos y
corruptelas de los funcionarios y empleados de los bancos agrario y rural y de
los líderes cenecistas coludidos con los explotadores y el poder oficial,
además de falta de agua para riego que no se les daba a los campesinos desde un
año atrás. Desde el principio, las caravaneras aclararon que su lucha no tenía
tintes políticos ni de otra torcida índole. Solo las movía el frenético deseo
de buscar la felicidad para ellas y sus familias: “Nuestros hijos necesitan
alimento, la falta de trabajo hace que estemos en completa pobreza, por eso
vamos a México”, dijeron una y otra vez a los funcionarios municipales, estatales y federales,
incluyendo a los militares que insistieron mediante amenazas, represiones y encarcelamientos, en disolver el
movimiento femenil para no molestar a los gobernantes.
“A nuestros
hombres los dejamos en casa, cuidando a los niños. No quisimos que ellos formaran la caravana
porque fácilmente los hubieran convencido de que regresaran y esperaran una
respuesta que nunca llegaría. Ya estamos hartos de promesas que nunca se cumplen”, explicaron las féminas
Entre las
penurias superadas con valor y sacrificio en el camino por parte de las 202
sampetrinas y asociadas, destacaron:
edad avanzada, mala alimentación –frijoles, chile y tortillas fueron su
comida básica al partir-; pies
inflamados, zapatos y huaraches deteriorados, ingesta de agua gruesa, salitrosa
y maloliente, aguaceros y lluvias,
vientos y tolvaneras que arrastraban a las más delgadas, males agravados por el
esfuerzo, piernas paralizadas, padecimientos bronquiales originados por el mal
tiempo, los mosquitos chupa sangre y la amenaza de las víboras ocultas en la
maleza.
Rosa Margarita
Moreno Gómez de Flores, la autora del prólogo, señala sobre el libro: “Esta
obra es un merecido reconocimiento a todas esas mujeres que participaron en aquella
marcha que por justicia de Dios fue fructífera y loable y sin duda alguna está
llamada a ser un referente imprescindible para observar y ser parte de los
fenómenos económicos, políticos y sociales de nuestro país, tan terriblemente
dañado”.
¿Y cómo cesó la
represión militar? Con el Himno Nacional Mexicano cantado a coro por las audaces
e inteligentes mujeres de San Pedro de las Colonias, Coahuila. Los militares no
tuvieron más remedio que asumir la posición de firmes y regresar el rifle
amenazador a su lugar: asido verticalmente con la mano derecha y recargado en
el hombro, sin apuntar a nadie, sólo al cielo.
Finalmente, de mi parte, una reflexión filosófica china: -Un
viaje de 1000 kilómetros comienza con un primer paso.
Mucho por reflexionar. Mucho material para escribir.
ResponderEliminar