Aunque
no puedo afirmar que Edmunda Adela Martínez Velázquez sea mi amiga pues nunca nos hemos
visto en persona, ni hemos compartido nada, más allá de los enlaces publicados
en Internet desde
hace algún tiempo aparece en mi muro de Facebook habitualmente compartiendo temas interesantes, como es el caso
del presente texto en el que se habla de las relaciones de pareja, en especial
de las relaciones del hombre/rey/amo con la mujer/geisha. El artículo me
pareció muy interesante, razón por la que lo comparto con los seguidores de Hoy Acontecer
de la Laguna.
¿Quién no sueña con un amor
tranquilizador y pacífico? ¿Quién no ha deseado alguna vez una relación
profundamente sosegada? Amor Prozac, Nirvana hecho a la medida y en casa. En
realidad muchos hombres no quieren un matrimonio, sino un spa, y cuanto más sofisticado,
mejor.
No desean una esposa o una novia, sino
una GEISHA PROFESIONAL, una cortesana de buena cepa, finamente perfumada y a
punto. Aquí la metáfora no es la del hombre/niño, sino la del hombre/rey o el
hombre/amo y la mujer/geisha. Y lo más curioso: algunos varones logran su
cometido.
Estas mujeres asumen el papel de la
amada/amante. Expertas en las artes del deleite y la relajación, su meta es
hacer que el guerrero deponga las armas y entre al sereno mundo del resabio. Le
sirven la mejor comida, le hacen reír, en fin, crean el ambiente propicio para
consentirlo hasta el cansancio, siempre profundamente agradecidas con la vida
por tener a su lado al hombre de sus sueños. El comportamiento de complacencia
ilimitada forma parte de una estrategia compensatoria que intenta darle un plus
a la relación afectiva para evitar que algún día se llegue al desamor.
En realidad, podemos sobrevivir con una
ración diaria de comida, vivir debajo de un puente y reprimir toda
manifestación de sexualidad, sin embargo, no es lo más aconsejable para la
salud mental. La mujer que vive para consentir ilimitadamente a su hombre,
esperando obtener estabilidad afectiva se equivoca:
* Primer error de cálculo: a diferencia
del hombre/niño, el hombre/rey/amo no se siente esencialmente atado a su pareja.
Su egocentrismo le impide considerar el punto de vista de su compañera y su
encubrimiento le imposibilita hacer conexión con ella. Otorga refuerzos, da
golpecitos de espalda, pero le cuesta amar. Es más fácil reemplazar a la
mujer/amante/madre: la madre cansa, pero no sacia.
* Segundo error de calculo: las geishas
también se cansan, también tienen un límite a partir del cual el “yo" se
rebela. ¿Cambiar de rey? No, más bien dejar la esclavitud.
¿Como te das cuenta de que estás
llegando al límite? Cuando un varón democrático te empieza a endulzar el oído y
te dejas llevar por el murmullo. Una de las estrategias preferidas para
mantener cautivo al hombre/rey es el cuidado del aspecto físico: esclavitud
estética, obsesión por la belleza, carne firme y dispuesta. La mujer/geisha es
una apasionada de los gimnasios, de la lógica decorativa (vestirse a la moda,
joyas), el camuflaje (maquillarse, depilarse con láser) y la reconstrucción (cirugías,
botóx y mesoterapia). Todo en aras de ganarle ventaja a la vejez y hacer que su
pareja se sienta orgullosa de su cuerpo sexi, esbelto y bien proporcionado.
Admiración lastimera: “Admiro tu peroné,
tu rótula, tu tibia, tus muslos, tus caderas, tus senos, tu piel sin arrugas,
tus pantorrillas, tus dientes, tu pelo, tu delgadez, en fin, admiro tu
composición molecular, tu estructura ósea y tu organismo en general"; el
piropo de un cirujano plástico o el encargado del departamento de trasplantes
de algún centro médico. ¿Cómo admirar solamente un pedazo de cuerpo y no desvirtuar
al otro como ser humano, cómo hacerlo sin volverlo “cosa"? ¿Y el SEXO?
quizás sea el principal objetivo y la mayor fortaleza de la mujer/geisha.
Entrega por los cuatro costados, kamasutra opcional ypersonalizado.
La meta es atrapar al varón de la
cintura para abajo, así haya cierta indignidad en el intento. Maquiavelo
enamorado: en el amor, el fin justifica los medios; por eso, el apego corrompe.
Para el hombre/rey no hay sujeto del deseo, sólo objeto del placer.
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