El Juego y el Hombre

¿Qué pasaría si los laguneros se unieran fuera del Territorio Santos Modelo como lo hacen en sus entrañas? Se pregunta Gerardo HERNÁNDEZ GONZÁLEZ en su columna CAPITOLIO. Indudablemente que se lograrían grandes cosas, más trascendentes que un mero campeonato de futbol.

Sin embargo, aunque no se ha conseguido esa unidad para seguir convirtiendo a Torreón y a la Laguna en territorio de los grandes esfuerzos, es bienvenida la oportunidad que nos brindan para evadirnos de la dura realidad 11 hombres que unifican a Tirios y Troyanos para salir a festejar cada que se presenta un triunfo, a agitar sus estandartes y a gritar emocionados: ¡DURO, SANTOS, DURO!

El alma de La Laguna vibra en el estadio del Santos y su liderazgo reside en el equipo. A falta de éxitos trascendentes, duraderos, y de guías políticos, empresariales, sociales y religiosos que lo inspiren, en vez de infligirle penas, el lagunero finca sus expectativas de corto plazo en la posibilidad de ser campeón otra vez; la cuarta. Un trofeo más, solo eso, en las vitrinas del club cuyo pionero, don Pedro Valdés, motivó a otro hombre tenaz, Juan Abusaíd, a inyectar fútbol en las venas de estas desérticas tierras.

¿Qué autoridad, artista o jerarca de la iglesia saca de sus casas a legiones para agitar banderas y corearlos a su paso? Por el contrario, se ocultan. Saben que la multitud es una fiera indomable, impredecible, insolente. La masa es irracional, pero también perspicaz, clarividente. El domingo asistí, como podrá apreciarse, al juego Santos América. La mercadotecnia y la psicología de multitudes concurren en un momento de abatimiento general, causado por el desengaño, la violencia callejera, el desempleo, el vacío de autoridad, la crisis existencial y tantos otros males, para provocar la hermandad y el estallido del júbilo social.

Gustave Le Bon, psicólogo francés, lo explica así:

“El más singular de los fenómenos presentados por una masa psicológica, es el siguiente: cualesquiera que sean los individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su género de vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el simple hecho de hallarse transformados en una multitud le dota de una especie de alma colectiva. Esta alma les hace sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinta de cómo sentiría, pensaría y obraría cada uno de ellos aisladamente.

“Ciertas ideas y ciertos sentimientos no surgen ni se transforman en actos sino en los individuos constituidos en multitud. La masa psicológica es un ser provisional compuesto de elementos heterogéneos, soldados por un instante, exactamente como las células de un cuerpo vivo forman por su reunión un nuevo ser, que muestra caracteres muy diferentes de los que tales células posee”.

Los laguneros en el estadio son uno —respetables, temibles, poderosos—, pero fuera constituyen un archipiélago, un ejército disperso, sin orden ni concierto, cuyo ánimo se extingue conforme se apagan las luces del territorio cervecero y se escucha el último bocinazo de una noche de domingo. No me refiero a la anarquía exterior que todavía expone a miles a un percance, sino a su desconexión para aspirar no solo a glorias efímeras que, salvo en la estadística, en nada les mejora como individuos, como sociedad. Mas ¿cómo negarles el derecho a evadirse de una realidad agobiante y opresiva, así sea por unas horas?

Los laguneros reciben de once deportistas en la cancha lo que raras veces les brindan los políticos, de todos los colores, y quienes se asumen como líderes cuando en realidad son figurantes: sacrificio, esfuerzo, compromiso, alegrías, títulos, motivos de inspiración, insisto. Y vaya que hay jugadores que más parecen vedettes. Si los laguneros se unieran fuera del estadio como lo hacen dentro, hoy sus penas serían menores y los partidos se andarían con cuidado a la hora de postular candidatos.

gerardo.espacio4@gmail.com