Don Roberto OROZCO MELO |
En su columna HORA CERO que se publica en varios medios de COAHUILA, el periodista, político, historiador y abogado ROBERTO OROZCO MELO habla del inicio de las campañas de proselitismo de los candidatos al gobierno del estado y rememora brevemente la historia de las elecciones democráticas en MÉXICO.
El lunes 16 del presente mayo se iniciaron las campañas políticas por la gubernatura de Coahuila. En eventos distintos y distantes fueron proporcionalmente concurridas y escuchadas las palabras del candidato del PRI, Rubén Moreira Valdez. Un poco menos se atendieron las del panista postulado y desde luego, casi inadvertidas, las pronunciadas por el abanderado del Partido de la Revolución Democrática. Inexistentes para las audiencias fue la verborrea optimista de los que juegan por la chiquillada: no hacen bulto aunque después exigirán una amplia reciprocidad en posiciones plurinominales.
Desde la promulgación de la esforzada Carta política expedida en 1824 se estableció el derecho de los mexicanos a un voto libre y secreto para elegir funcionarios y organizar comicios democráticos, la realidad reconocida era que, en aquella época, los mexicanos apenas teníamos epidérmicas nociones sobre los sistemas electorales que pudieran aplicarse en un país que recién estrenaba su carta de independencia otorgada por la monarquía ibérica.
Cuando en México las elecciones empezaron a tener cierta formalidad democrática, se concentró la filiación ciudadana en el partido Nacional Revolucionario constituido en 1928, el cual desde entonces y por muchos sexenios y trienios, triunfó en todas las elecciones federales y estatales. Pasados los dichos años tricolores, ya en 1939, algunos grupos sinarquistas y de acción católica fundarían el partido Acción Nacional, amparados en los virginales colores azul y blanco para bregar contra el PNR, que seguía eslabonando victorias electorales.
Sin embargo persistía la inquietud política en algunos sectores ideológicamente contrarios a la filosofía política y social del llamado "partido oficial". Antes de los años cincuenta había surgido la idea de dar nueva vigencia al sinarquismo, por una parte o entre las mismas filas revolucionarias se debatía la idea de integrar otro partido, el Nacional Enriquista que patrocinaba el general Miguel Enríquez Guzmán, un militar decidido a disputar la Presidencia de la República al entonces secretario de Gobernación del presidente Miguel Alemán Valdés.
El PRI, sin embargo, mantuvo una gran fuerza política. El sexenio alemanista había desarrollado mucho a la sociedad mexicana tanto en aspectos económicos como sociales, culturales y políticos. Crecía mucho la República y no obstante, entre los ciudadanos, se sentía la falta de acciones democráticas que incorporaran nuevos liderazgos. Las elecciones del 2 de julio de 1952 fueron dinámicas y controvertidas, pues el candidato del partido ya entonces conocido como PRI controlaba los aspectos políticos con su fortaleza reconocida, pese a algunas fuerzas opositoras.
Las elecciones de 1952 no fueron totalmente blancas ni pacíficas. El día después de los alborotados comicios los partidos de izquierda, de derecha y de algunos grupos militares organizaron una gran manifestación en repudio del llamado "candidato oficial". Ese mismo día el presidente Alemán solicitó la intervención del Ejército y convocó a sus antecesores en la Presidencia para que influyeran a favor de la paz nacional, lo cual reforzó el hecho de que el alemanismo contaba con el apoyo del pueblo. El mundo y los países líderes de la economía y de las fuerzas militares preparaban, a su vez, la trama económica sobre la que el mundo, hasta entonces irritable y económicamente quebrado, giraría para lograr prevalecer como hasta ahora prevalece.
En el México actual las inquietudes sociales y políticas tienen el control de las instituciones democráticas que organizan las elecciones. Ni en Coahuila, ni en las otras entidades estatales de nuestra República, se avizoran intentos de una dolorosa rijosidad. Las diferencias políticas permanecen montadas en una realidad humana y consciente; ¡que no la turbe la irresponsabilidad de una política equivocada!