No.
No creo que Enrique Peña Nieto haya
cambiado su visión acerca de la situación de México y empiece a admitir la crítica y la protesta pública como un
esfuerzo colectivo de millones de mexicanos hacia la configuración de mejores condiciones de vida y de
convivencia, como lo supone en su buena fe e ingenuidad Fernando
Ramírez López.
Me inclino más bien a pensar que se trata de un cambio de estrategia para
tratar de recuperar los niveles de popularidad logrados por el régimen hasta
antes de que en septiembre ocurrieran los sucesos de Tlataya y Ayotzinapa,
no solo porque en ese sentido me guía mi escepticismo sino porque así lo
señalan los hechos y la certeza de que el PRI sigue siendo el PRI integrado por
una pandilla de rufianes que ven por su propios intereses y no por los de la
ciudadanía que los colocó en los cargos de elección.
Para un forjador de realidades, que me enseñó un
seis de marzo de 1974, que los juegos de abalorios son finitos e infinitos.
“El presidente Enrique Peña Nieto
reconoció que en México hay una sensación de incredulidad y desconfianza por lo
que su gobierno debe centrarse en restablecer el orden para aplicar las
reformas… ofreció una lucha más eficaz contra la corrupción y acabar con el
estigma de que los políticos mexicanos sean vistos como ladrones.”
Entrevista concedida al Financial Times
En la multiplicidad de aristas que tiene
el complejo modelo social mexicano, es evidente que ante la persistencia de las
luchas populares, suene como mensaje esperanzador que el Presidente de la
República reconozca en su visita al Reino Unido que las cosas hasta ahora no le
han salido bien; ojalá y esta declaración esté fraguada en la admisión y en la
reflexión personal como Jefe de Estado; que es necesaria la vuelta al cambio de
timón.
Por medio de sus sencillas pero
valientes palabras queremos entender que Peña Nieto ya admite la crítica y la
protesta pública, no como una forma de desestabilización, sino como el esfuerzo
colectivo de millones de mexicanos hacia la configuración de mejores
condiciones de vida y de convivencia, de otra forma si miente estará
construyendo el fin de su historia, es decir entenderíamos tal como lo expresa
Ludwig Wittgenstein, que ha llegado a los límites de su lenguaje.
Sabemos que las mutaciones no son
lineales, sino plenas de sinuosidades donde se articulan aspiraciones y
necesidades.
La historia, como legendaria acompañante
del universo, registra, describe y relata; por lo que en todos, absolutamente
en todos los casos, existe un rasero que ubica siempre a la razón en un lugar
distinto a la sinrazón, así como al egoísmo y a la impunidad.
El universo y el mundo, así como las
definiciones continentales y México como tal tiene su propio archivo de
agravios y desagravios.
Las plumas y las voces valientes son
exiguas, pero el sustento de sus aspiraciones a través de la denuncia, podría
expresar que en casi todos los casos son poesía que canta y sufre por forjar a
un ser humano que viva libre para construir su propia obra y pensamiento.
De entrada, el universo tiene una
cantidad de miles de millones de años y frente a sí mismo el infinito como
referencia, de ahí que ese sencillo y gran concepto surge de la perenne y
transitoria existencia humana en la dialéctica cosmogónica.
No obstante el soberbio instinto de
dominación y acumulación de bienes, son la charada que nos juega el destino
permanentemente, nos deja creer en nuestra inmortalidad para luego dar cuenta
casi burlesca de la breve levedad del ser, al decir de Milan Kundera.
México, no el período sexenal 2012 –
2018, ni su aparato gubernamental, ni la segunda fortuna más grande del mundo
que ostenta el mexicano Carlos Slim Helú, ni la negra historia del crimen
organizado y la delincuencia, nos apartarán del destino de privilegio que
sabemos tenemos merecido.
Este país desde antes de la conquista en
1521 ya existía y prevaleció a la violación de la madre indígena para darle
vida hoy, a una sociedad distinta.
Sus espacios desde esa fecha han traído
consigo el virreinato, la monarquía y un presidencialismo que se obstina en
seguir funcionando con un rostro de corrupción y enfado, pero también cabe
decir que han existido hombres de la estatura de Hidalgo y de Juárez, que
advirtieron en su sacrificio un señalado lumen de cambio para ser mejores.
La mutación social es cambio, por eso
somos un pueblo que en su momento admitió a Tláloc, lo mismo que a deidades
católicas y al surgimiento de diversos movimientos evangélicos, musulmanes y
budistas entre otros muchos, por lo que en cuanto al sentimiento espiritual,
vale más infinitamente más nuestra fe colectiva en un destino superior, más
allá de teologías de la confusión, que son anti natura y opuestas a los valores
de la mexicanidad; es decir en cuanto a conceptualización religiosa somos un
gobelino multicolor, que contiene la sensibilidad del hoy y del mañana, tanto
así que acepta la diversidad sexual e incluso al aborto, más allá de
credibilidades absolutas.
En lo social, económico y político
estamos en un punto álgido por la desigual distribución del poder y del
ingreso, es el grito de los pobres contra los acumuladores del gran capital;
grito de guerra que suena a desestabilización y que se confunde con la
permisividad gubernamental del tráfico de armas, infantes, prostitutas,
recomendaciones e influencias, para luego desestimarlos con su captura, ya que
son las cabezas visibles de la perversidad del Estado y me refiero
específicamente al asesinato de los Arellano, a la detención de la Tuta o a la
liberación de Caro Quintero.
Esta lista infinita terminará con un
gran vuelco social y un profundo cambio en nuestras entrañas, usted lo sabe
señor presidente y si no lo sabe entonces le preguntamos ¿quién gobierna a este
país? de ahí el enojo, la ira y la protesta de un modelo de acumulación de
capital, que ha favorecido al menos a una mínima parte de la sociedad actual,
dejando de lado a las grandes mayorías, a los condenados de la tierra como lo
expresara en su momento Franz Fanon.
Así puesto a contraluz categorías como
cultura, sociedad, economía, religión y adláteres, podemos dar cuenta de que la
permisividad de los aparatos de poder, han conceptualizado a un Estado lejano,
muy lejano de nuestra realidad y nuestras aspiraciones.
Contamos con organismos del sector
central inoperantes debido a la falta de compromiso con sus objetivos, una
ralea de organismos como el INE y la CNDH, además de organismos con líderes
sindicales que ya ni siquiera a esta generación pertenecen, padeciendo su
vetusta y servil mentalidad como es el caso de Gamboa Pascoe o Romero
Deschamp’s, ya no digamos de los poderes legislativo y judicial corrompidos en
los ámbitos federal y estatal ¿y el municipio? ahí en esa célula es donde se
recrudecen todos los males sociales.
Si Peña Nieto como lo ha declarado desea
restablecer el orden, le sugerimos que empiece regresando los bienes propios,
de su familia y colaboradores que legítimamente no les pertenecen, que ponga en
su lugar los abusos extremosos del ejército y la armada, porque no queremos un
gobierno de baratija, sino aspiramos a un México pletórico de luz que al decir
de José Vasconcelos nos pertenece.