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Fernando Ramírez López. |
Pasó el tiempo y en 1967, regresé a
esta tierra a estudiar la licenciatura en Administración de Empresas, ya era
gobernador y lo busqué, había llegado tarde a las inscripciones y necesitaba de
su ayuda, me envió con doña Lucía Fernández Aguirre, su esposa, mujer espléndida y de
gran trato, me atendió en su casa de la colonia Torreón Jardín, habló en ese momento vía telefónica
con Enrique Sada Díaz de León, Director de la entonces Escuela de Comercio y Administración, asunto arreglado ingresé a la Universidad de
Coahuila
al día siguiente, la cual con el tiempo adquiriría su autonomía. Así,
velozmente transcurrieron cinco años.
Por Fernando Ramírez López
Para los
parias y desposeídos de la Laguna
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Jaime Sabines. |
“Padre mío, Señor mío, Hermano mío, Amigo de mi alma, tiempo y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío, saca tu cuerpo de la muerte. Saca tu corazón
igual que un río, tu frente limpia en que aprendí a quererte, tu brazo como un
árbol en el frío, saca todo tu cuerpo de la muerte”.
Jaime Sabines.
Algo sobre la muerte del Mayor Sabines
Azorado miré el antiguo edificio, fue en año
de 1962 cuando una tarde de ese año llegué a la Cámara de Diputados en la
Ciudad de México, En ese entonces era su recinto oficial ubicado en las calles
de Donceles y Bolívar, hoy en ese lugar se alberga a la Asamblea de
Representantes del distrito Federal.
Acababa de cumplir trece años y estudiaba en
la Secundaria No. 1, misma en la que estudio Jacobo Zabludowsky tiempo atrás.
Mi papá el ingeniero Manuel de Jesús Ramírez
Navarro, se ocupaba de agilizar el Reparto Agrario en el extinto Departamento
de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) era la época en que el Presidente de
la República llevaba el nombre de Adolfo López Mateos.
Recuerdo que asombrado ante los nombres de
los distintos representantes del país, cuyos nombres figuraban en sendas listas
ubicadas en la entrada del recinto cameral, y entonces un adusto portero me
recibió y me preguntó qué deseaba.
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Braulio Fernández Aguirre. |
Le respondí que tenía interés por saludar al
diputado federal por Torreón y momentos después salió por la puerta principal
don Braulio Fernández Aguirre, con su inseparable sombrero de fieltro y su puro
siempre del mejor tabaco; me preguntó qué necesitaba y le respondí que mi
familia había emigrado a la Ciudad de México y deseaba platicar con él solo para
conocerlo, me preguntó por mis papás y al responderle sus nombres me dijo que
los conocía muy bien.
Al término de la sesión de ese día, me invitó
un siendo helado de chocolate y fuimos a su oficina personal ubicada en la
vieja calle de Palma en el centro del Distrito Federal, platicamos toda la
tarde y como siempre sucede lo perdí de vista pero el afecto y su trato
deferente nunca lo olvidé.
Pasó el tiempo y en 1967, regresé a esta
tierra a estudiar la licenciatura en Administración de Empresas, ya era gobernador
y lo busqué, había llegado tarde a las inscripciones y necesitaba de su ayuda,
me envió con doña Lucía Fernández Aguirre, su esposa, mujer espléndida y de
gran trato, me atendió en su casa de la colonia Torreón Jardín, habló en ese
momento vía telefónica con Enrique Sada Díaz de León, Director de la entonces
Escuela de Comercio y Administración, asunto arreglado ingresé a la Universidad
de Coahuila al día siguiente, la cual con el tiempo adquiriría su autonomía.
Así, velozmente transcurrieron cinco años.
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Don Braulio con Doña Lucía. |
El 21 de octubre de 1972, presenté mi examen
profesional con la tesis “La creación de una Clínica de Diagnóstico
Empresarial” y después de los trámites partí ya casado nuevamente a la Ciudad
de México, para volver a encontrar a don Braulio, a quien el Presidente Luís
Echeverría después de haber concluido su período como Senador de la República,
le encomendó la creación de la naciente Comisión Nacional de Zonas Áridas.
Opté por obtener una beca para estudiar una
especialización en mercadeo agrícola cooperativo en Tel Aviv, Israel, en el
Colegio Obrero de la Histadrut; la cual me fue concedida por el Consejo
Nacional de ciencia y Tecnología, la Organización de Estados Americanos y el
aval del Director General de la CONAZA.
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Adolfo López Mateos. |
A mi regreso con 23 años a cuestas y
posgraduado, se me presentaron diversas oportunidades, pero mi visión del mundo
había cambiado y decidí quedarme en la Ciudad de México a estudiar la maestría
y doctorado en Ciencia Política en la UNAM, con las tesis Las Reformas
Políticas del Estado Mexicano y La Naturaleza de las Fuerzas Políticas en la
Unión Americana.
Los años transcurrieron, durante los cuales
desempeñé diversas funciones en Administración Pública y Académicas en varias
universidades. En los diciembres de esos años, cuando volvía de vacaciones a
Torreón, lo visitaba y platicábamos en nuestro idioma común, que era la
historia y la política de México.
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Luís Echeverría Álvarez. |
Nuestra relación siempre tuvo el nivel de
trato de ciudadano a ciudadano, ese es el fondo de estas palabras, tal vez
nunca cultivamos una amistad como tal, pero eso no fue impedimento para que
cada vez que le pedí su apoyo me lo condicionara; recibí de él comentarios,
experiencias, consejos, pero jamás encomiendas.
Lo que tengo muy claro es que al paso de los
cincuenta años en que lo traté, se ahora que entendía la política como servicio
a su comunidad, no como suele hacerse ahora servirse de ella para intereses
abyectos.
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Doña Lucía A. de Fernández Aguirre. |
Era otro México, era otro tiempo y fue en el
año 2010 cuando tuve la última oportunidad de platicar con él, desayunamos y nos acompañó nuestro mutuo amigo Eduardo
Iduñate Ramírez; hicimos remembranzas y lo sentí complacido con la vida, tal
vez un poco triste por el fallecimiento de su esposa.
Nunca lo volví a ver, pero en lo más íntimo
de mí cabe una palabra que se llama agradecimiento, porqué sin existir ningún
compromiso, tuvo la gallardía de apoyarme a cambio de nada y eso es nobleza.
Ha concluido la tarea terrenal del llamado
Gobernador universitario, por eso aprovecho este espacio para narrar algunas de
mis experiencias con él y de su distinguida esposa, de un Coahuila que ya no
existe, pero cuan do un ser humano cumple con su misión callada y exitosamente,
podemos entender que vivió plenamente su tiempo y que vivirá dondequiera que se
encuentre en la memoria colectiva del deber cumplido.
Email: licfernandora@hotmail.com
Teléfono celular: 871 163 3813
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