Fernando Ramírez López. |
Una de las características de La Laguna es que durante sus años de bonanza se convirtió en polo de atracción de hombres y mujeres procedentes de todo el orbe, los que al emigrar a ésta tierra bendecida dejaron profunda huella de su tránsito bienhechor, uno de esos hombres pródigos fue Don José Ayup Tedy que habiendo nacido en Líbano eligió a Matamoros, Coahuila como su tierra de promisión y de quien hace una afectuosa evocación Fernando Ramírez López*.
Para el
heroico pueblo de Siria en solidaridad con su digna lucha.
“El hombre común necesita de la
poesía, que sople sobre su vida y la embellezca, que la salve de los tremendos
infortunios que la amenazan y la haga digna de ser llevada con orgullo sobre
los hombros”.
José
Gorostiza. Muerte sin fin.
“Dura es la tierra y obstinadamente
dura la piel del tiempo que pisamos”.
Rafael
Alberti. Del pensamiento en un jardín.
“No es en la primera página, sino en
la última página de la crónica en donde está escrito el nombre verdadero del
héroe, y no al comenzar sino al acabar la jornada, es cuando acaso pueda decir
el hombre como se llama”.
León
Felipe. Ganarás la luz.
“La tierra muerta es una señal para
ellos. Nosotros la hacemos vivir y sacamos de ella grano del que comen. Si
ponemos en ella jardines de palmeras y viñedos y hacemos que broten en ella
fuentes”.
Ya Sin
23:33-34. El Corán.
Múltiples
hombres y mujeres vinieron de todos los rincones del orbe para habitar esta
tierra que mana leche y miel; así Prometeo hijo de Zeus fue capaz de regalar el
fuego a los hombres no obstante su castigo, este es el caso de un libanés
llamado José Ayup Tedy que emigró a finales del Siglo XIX a La Laguna para
darle lo mejor de sí a esta y a su descendencia.
Este
hombre tuve la oportunidad de tratarlo, personaje que al devenir del tiempo y
del trato continuo, me dio la oportunidad de conocerlo y de saber detalles de
su vida. Recuerdo de sus juegos con los niños de Matamoros, Coahuila que lo
saludaban y después de apretarles fuertemente la mano, soltaba sonora carcajada
y les regalaba como premio un chicle o un dulce.
Terrible castigo sufrió Prometeo, hijo de Zeúz, por atreverse a obsequiar el fuego a los mortales. |
Posteriormente
encuentra en Matamoros, Coahuila la razón de su vida plural y de su principal
cometido formar una gran familia: los Ayup; en compañía de una mujer de largo
aliento, su esposa Doña Feliciana Sifuentes Urquizo, sampetrina, prima hermana
del general Francisco L. Urquizo, quien escribiera una gran cantidad de novelas
entre ellas “Tropa Vieja” y en el marasmo de la algarada revolucionaria, fue
testigo de la tragedia de Madero y posteriormente del asesinato de Carranza en
Tlaxcalantongo.
Don
José se dedicó siempre al comercio y a producir ropa sencilla de mezclilla en
su taller de maquila, se les decía barilleros a aquellos vendedores que recorrían los caminos polvosos de esta
tierra y de Santo Niño Aguanaval.
Vinieron
catorce hijos en su matrimonio: Julián, Salomón, Rosa, José, Dora, y otra Dora,
la primera de ellas pierde la lucha por la vida al enfermarse de sarampión,
Rodolfo, Ema, Sergio, Olga a quien la tos ferina se la llevó a temprana edad,
Homero, Jaime, Rogelio y Álvaro. En el México de ese entonces, el sarampión y
la tosferina causaron graves estragos.
Actualmente sobreviven dos de sus hijos, todos
ellos han sido hombres y mujeres que han dado frutos fértiles a la región; la
muerte vuelta tragedia al quitarles la vida a sus hijos Julián y Salomón y años
más tarde a Sergio quien estaba en la plenitud de su existencia y de su éxito
empresarial le provocó una huella de dolor que nunca superó.
Rodolfo Ayup Sifuentes. |
Relata
la historia que poco antes del reparto agrario de 1936, un grupo de campesinos
se reunió en una de las esquinas del Mercado Municipal de Matamoros solicitando
tierra, mismos que encontraron como respuesta del gobierno y de los hacendados
que se les reprimiera arteramente, muchos de ellos fueron masacrados y algunos
pocos salvaron la vida gracias a Don José, que al darse cuenta de la refriega y
en su huida escondió a algunos de ellos en los cestos que utilizaba para
guardar los sombreros de ala ancha muy usados en ese entonces, así lo reseña
Valentín Campa en su libro “Mi Testimonio”. Don José fue un hombre de ideas de
izquierda, aunque nunca hizo labores de proselitismo, siempre se identificó con
la lucha de los marginados, su oído fue fiel escucha de los sucesos de la
revolución bolchevique en Rusia, que en estos días de septiembre es sede de la
reunión del G-20 en san Petesburgo, que reúne a los dirigentes de las naciones
más poderosas del orbe y que en su agenda buscan solución al difícil problema
de la pobreza, al devastador panorama en Siria y al espionaje norteamericano en
el orbe, que ha encontrado como justificación su lucha contra el terrorismo.
Don
José al paso de los años, de vez en vez se reunía con la arabada, paisanos
entre los que se encontraba Don Juan Abusaíd Chaya que consolidó una de las
fortunas más grandes del país, le manifestaba que su gran riqueza consistía en
el tesoro familiar que tenía. Además fue un gran promotor del deporte,
introdujo el basquetbol a la Laguna y en su juventud había sido practicante de
lucha greco romana. Hombre austero hacía suyo el principio de que comía para
vivir, no vivía para comer, en su casa siempre figuraron las aceitunas, la
crema y el pan.
El deporte
como parte importante de su personalidad, lo llevó a integrar el equipo de
basquetbol “Camisas Mariscal” el cual estaba compuesto por sus hijos y por su
nieto mayor Ernesto Domínguez Ayup, los cuales adquirieron un gran prestigio y
lograron lo más importante formarse un carácter y lograr un modo honesto de
vivir.
Rodolfo
que cariñosamente le llamaban “el potrillo” fue jugador internacional y formó
parte de la quinteta mexicana que participó en diversos torneos internacionales
como el de Argentina, hoy este se encuentra en el salón de la fama y antes de
partir al infinito se le hizo un gran homenaje en el Auditorio Municipal de
Torreón.
Arcelia Ayup Silveti. |
Trajo a
la Laguna desde su lejana tierra el ejemplo de los fenicios que son precursores
del comercio, además practicó la medicina doméstica y durante toda su vida enseñó
a sus hijos caligrafía, gramática y aritmética.
Muchos
de sus descendientes hoy son prósperos comerciantes, agricultores, deportistas,
artistas, empresarios y políticos destacados; él transitó a la eternidad en el
año de 1970 y su compañera de vida Doña Feliciana en 1992, hoy viven dos de sus hijos, Jaime que es
comerciante y papá de la escritora Arcelia Ayup Silveti de Hernández Velez;
Álvaro el menor el cual es ejemplo de vida, ha dedicado su existencia a servir
como médico cirujano a los más necesitados y como maestro de la Facultad de
Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila, durante más de cuatro décadas
ha ejercido la docencia y la investigación.
Tratar
a gente de esta dimensión humana nos imprime el deseo de convertirnos en
reflejo de su actuación, las generaciones posteriores han aportado logros
importantes a su comunidad como pintores, médicos e investigadores y han
seguido cada uno de ellos en la forja de caminos exitosos.
Este es
un alto en el camino, es una sencilla reflexión sobre la vida de un ser humano
que hoy sus descendientes le tienen como paradigma y han formado “la fundación
José Ayup Tedy” que se dedica a obras de beneficio social; deseamos
sinceramente que estos valores inunden a esta tierra indomeñada, que en La
Laguna construyamos muchas familias como la de Don José que han generado con su
ejemplo un estímulo para ser mejores, menos egoístas y más comprometidos con la
hora social que nos ha tocado vivir, con el propósito firme de construir una
sociedad más justa, más sana y con una elevada vida espiritual.
*Escritor
Celular:
871 163 3813
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