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8 de septiembre de 2013

El Sexódromo: dos de tres

Verónica Maza Bustamante.
Afortunadamente –dice Verónica Maza Bustamante- existe una gran diversidad de expresiones comportamentales al momento de las relaciones sexuales, a las que califica como normales en tanto sean sanas, seguras y consensuadas, el comentario aparecido en la columna El Sexódromo se publicó el último sábado en la sección El Ángel Exterminador de Milenio Diario Laguna.

La música y las otras conversaciones creaban un ruido blanco que de pronto pareció desaparecer. Guardó silencio. Luego me miró con ojos de cachorrito espantado y me preguntó: “¿Estoy mal? ¿Es muy perverso?”.

México • Ignacio me lo confesó así, de buenas a primeras, con la confianza que le dio hablar con alguien que, sin ser su amiga, sabía que lo entendería o, al menos, no le pondría cara de sorpresa o rechazo: “Lo que más me gusta es que una mujer me está mirando tener un encuentro sexual con mi pareja. Y cuando no tengo una, busco estar con dos chicas, una de ellas observando y la otra interactuando. También tengo erecciones con una sola mujer y llego al orgasmo, lo disfruto, pero me encanta cuando lo hago con dos, cada una en su papel”.
Estábamos en la casa de un amigo en común. La música y las otras conversaciones creaban un ruido blanco que de pronto pareció desaparecer. Guardó silencio. Luego me miró con ojos de cachorrito espantado y me preguntó: “¿Estoy mal? ¿Es muy perverso?”. Ya estoy acostumbrada a que la gente cuestione eso, pero no puedo evitar asombrarme de que pocas personas saben que hay una denominación para las diversas prácticas sexuales, la cual es “expresiones comportamentales de la sexualidad”, y que éstas son parte de la maravillosa diversidad sexual que existe en el mundo, en cada ser humano.
El doctor Juan Luis Álvarez-Gayou, sexólogo que propuso usar este término, señala que como seres racionales e individuales que somos, podemos encontrar placer en una gran diversidad de actividades: “La vida sin variación seria monótona y aburrida sobre todo en lo sexual”, razón por la cual hay quienes buscan cambiar de escenarios o incluir juguetes sexuales, disfraces o posiciones diferentes, intentar alternativas para mantener una relación de pareja y demás.
¿Qué es normal?, ¿Qué es sano? Cuando las prácticas sexuales son diferentes al coito normal, hay quien pone la etiqueta de perverso (calificándolo moralmente como algo unido a la maldad, el vicio o la perturbación) o desviado (que es la separación de las normas impuestas), menciona Álvarez-Gayou.
Ilustración: Valenzuela.
En el caso de Ignacio, él vive su expresión comportamental de la sexualidad con cierta vergüenza. Tras su confesión, le pregunté si todas las chicas con las que había estado bajo estos parámetros habían estado de acuerdo o alguna había llegado a ese momento a través de engaños, mentiras, por querer complacer sin importar su deseo o sintiéndose obligada. Respondió que siempre había sido una decisión compartida. La primera vez que le pasó fue con una novia que propuso incluir a su mejor amiga en ello; después fue con su esposa, con quien cada tanto hacía tríos en los que la otra mujer miraba, se masturbaba y, a veces, interactuaba con él mientras su compañera los veía. Según me contó, nadie estaba en desacuerdo con ello.
Ese es un punto importante para determinar si estas expresiones son sanas o no. A mí me gusta, lo saben, manejar cada una bajo los parámetros del “sano, seguro y consensuado”. Pero para ser más específica, les comento que las prácticas sexuales no son sanas si provocan malestar o incomodidad, hacen daño no deseado (ya sea físico o psicológico), producen alguna disfunción sexual, requieren la participación de otros en contra de su voluntad y/o interfieren en las relaciones sociales.
Lo que vive Nacho, si quieren ponerle una etiqueta, es un gusto por la exhibición. Es un exhibicionista: le excita y le produce placer sexual mostrar tanto su cuerpo desnudo como su desempeño erótico a su pareja y a otra persona. Aquellos que no tienen problema en enseñar su cuerpo sin ropa durante el encuentro erótico, que no apagan la luz, sonríen cuando sus parejas los alaban o los miran con deseo, también son exhibicionistas en grado mínimo o preferente (y hay muchos, por suerte).
Cuando esto es un requisito exigido o un acto necesario para tener una respuesta sexual que vaya desde la excitación o la erección hasta alcanzar el orgasmo, entonces se debe hablar de una expresión comportamental erótica predominante o exclusiva. Y, como explica la orientadora sexual Elsy Reyes, cuando se busca imperiosamente, obsesiona y se depende de ella afectando otras áreas de vida y pasa por encima de la integridad personal, entonces se pierde la libertad de vivir la sexualidad libre y plenamente. “Es un cuadro de adicción”, afirma.
Un asunto importante para poder disfrutar de estas expresiones es encontrar a personas compatibles con las nuestras, para que disfruten tanto como nosotros. Siempre hay un voyeurista para un exhibicionista, podríamos decir (pero, ojo, el típico “viejo cochino” de la gabardina que muestra sus “partes” en la vía pública no entra en este comentario, porque lo está haciendo sin el consenso de los demás).
Hasta ahora, Ignacio ha logrado que sus compañeras se sientan a gusto con su práctica. Se divorció luego de una relación de diez años pero por otros asuntos relacionados con la economía, no por los ocasionales tríos que hacían. Me cuenta que no es sencillo porque sabe, cuando conoce a una chica que le gusta, que en algún momento le tendrá que decir lo que más le excita. Por lo regular, las mujeres lo miran feo y no lo vuelven a buscar, porque trata de ponerlo en la mesa de discusión desde el principio, cuando ha establecido que podría tener una relación amorosa con esa persona. “Antes de pasar a esa fase, me siento obligado a decirles mi gusto por ese acto, pues no quiero que con el romance en pleno se enteren y decidan no continuar. Mejor antes de involucrar por completo el corazón, vemos si nuestros deseos son compatibles”.
A raíz de la historia de Nacho, releí al historiador Burgo Partridge, quien señaló, tras analizar las voluminosas memorias de Giacomo Girolamo Casanova, que este personaje —famoso por sus excesos y conquistas sexuales— sentía gran predilección por realizar el acto sexual con una mujer ante los ojos de otra.
Aunque Partridge comenta que a su parecer hay mucho de fábula en los escritos del italiano, señala que a Casanova le interesaban tanto, “si no más, las reacciones del espectador o los espectadores que las de la persona con la que realizaba el acto sexual”.
Esa es otra maravilla de la diversidad sexual y las expresiones comportamentales de la sexualidad: aunque se han dado nombre a algunas de ellas, cada quien las practica a su manera o le gustan por cosas específicas que pueden variar entre personas. A Ignacio le excita sentir la mirada ajena, la sensación de estar siendo observado, mientras que, por lo visto, a Casanova lo que más le atraía de la misma situación era lo que generaría en la persona que estaba mirando.
¿Qué pasaría si a la que contempla le pusieran una venda en los ojos pero fuera libre de escuchar todo lo que acontece en la habitación? ¿Les excitaría igual? ¿O si el exhibicionista estuviera completamente vestido? ¿A alguno le encendería el pensar que la mujer en acción está siendo observada por una congénere pasiva? Les digo que las posibilidades de una misma expresión son muy amplias.
Decía Friedrich Nietzsche que “el deleite de las pequeñas malicias nos ahorra más de una gran maldad”. Coincido con él porque me parece un error reprimir nuestros comportamientos (hablamos de los que son sanos, seguros y consensuados) tratando de seguir los parámetros que han establecido las sociedades en torno a lo “sexualmente correcto”.
Y como ha declarado el doctor Álvarez-Gayou, “todos formamos parte de la diversidad humana, todos tenemos la tarea de respetar la vida de los demás, tanto al vivir nuestra sexualidad a nuestro gusto como permitiendo que otros vivan la suya en libertad”.
@draverotika
www.facebook.com/veronicamazab

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