A
principios del pasado mes de diciembre recibí el presente texto, de mi amiga Lilia Margarita Rivera Mantilla. Andando en babia como de costumbre no
lo publiqué en el blog en su momento ni lo compartí en las redes sociales que
frecuento, lo que hago hoy pensando que todavía es oportuno.
Juan:
El año pasado,
precisamente por estas fechas, fui a visitar dos ejidos pertenecientes a San
Pedro de las Colonias: Nuevo Delicias y La Victoria.
Mi amiga Estela Sada
Salinas va en ciertas épocas del año a entregar despensas y juguetes a los
habitantes de esos poblados. El Padre
Sergio Díaz está a cargo de la Parroquia de San Juan de los Lagos, de San
Pedro. Las capillas que están en los ejidos de San Pedro forman parte de la
territorialidad de la parroquia (así se dice). Entonces, el padre Sergio lleva
a mi amiga y a otras personas que la llegan a acompañar a que haga la entrega
de lo que se recolectó desde Torreón.
Fue una bella
experiencia para mí. Las fotos que aparecen en el escrito las tomé yo misma, a
excepción de la primera donde aparece la parroquia. Esa la busqué en google y
me envió a la página de facebook de alguien que se nombra Mi San Pedro
Coahuila. Le envié un mensaje al dueño de la página para pedirle permiso de
usar la foto que aparece en su facebook, me contestó que podía usarla. Y la
foto de la puesta de sol la tomé de imágenes de internet.
Espero que te guste el
relato. Te mando un cordial abrazo.
Lilia
Para María Estela Sada Salinas, por
nuestras vidas enlazadas desde hace 50 años.
Hemos llegado a San Pedro. Hace más frío
que en Torreón, al menos yo así lo siento. La claridad del cielo deja pasar de
manera permisiva la luz del sol, la cual me hace entrecerrar los ojos como si
estuviera en plena meditación, concentrada en mi entrecejo, esperando recibir
la inspiración del cosmos. Lo que sí hemos recibido Estela, Linda y yo es una
amable invitación a desayunar en la casa del padre Sergio. Hay que subir por la
escalera en caracol que conduce al campanario de la Parroquia de San Juan de los
Lagos; la casa del padre está a un costado y a mitad de los peldaños rumbo a la
torre.
Nunca había estado en un lugar así, la
casa es modesta pero al mismo tiempo acogedora. Disfrutamos el desayuno
sencillo y servido con abundante amabilidad. Mientras saboreaba mis alimentos,
recordaba otra navidad muy singular que viví hace como 56 años,
aproximadamente. Aquella navidad fue mi primer encuentro con el significado de
los festejos para celebrar el nacimiento del hijo de Dios. Ahora en este lugar
me siento un poco como personaje de Ignacio Manuel Altamirano. Yo no estoy
viajando sola y triste entre montañas, pero me he encontrado con un cura y un
par de mujeres que serán mis compañeros en esta nueva aventura.
Desde hace algunos años, Estela me había
contado de sus visitas a diferentes ejidos pertenecientes al municipio de San
Pedro de las Colonias, con el propósito altruista de llevar ayuda para el
cuerpo y para el alma a todos esos marginados que no existen en el censo más
que en las promesas de campañas políticas. Sus relatos a veces llenos de
entusiasmo por la satisfacción que le deja la labor desinteresada que hace por
los más pobres de la región lagunera, y otras veces la indignación con que me
detallaba la marginación con que vive toda esa gente, despertaron en mí el
deseo de acompañarla algún día en esos recorridos. Ahora todo se ha confabulado
para que se cumpla este anhelo. Después del desayuno, nos dirigimos rumbo a
Nuevo Delicias y La Victoria: dos ejidos cercanos a San Pedro. Esos nombres
sugieren bellos espacios para vivir con alegría, espero que aquello que
encuentre sea congruente con el simbolismo en los nombres de esos poblados.
Pensé que el paisaje estaría mucho más
seco, que el barrial se haría fácilmente notorio, pero había algo de verdor en
las faldas de los cerros y en el mismo suelo. Mi cerebro -inteligente gracias
al nutritivo desayuno- me da la orden de tomar mi común y corriente celular
para tomar fotos. Clic, clic, clic, los disparos, el sonido del obturador. Y
recojo imágenes, no puedo recoger aromas, lástima. Huelen la gobernadora, la
salvilla, el limoncillo. Si la memoria olfativa es la más fuerte, qué todo esto
se me grabe en el alma.
El primer ejido al que llegamos es a
Nuevo Delicias. Apenas unos cientos de habitantes, creo que ni siquiera los
cuatrocientos. Un buen número de ellos reunidos en la pequeñísima construcción
que pretende ser un lugar de culto digno de devoción, fe y respeto. Era la
mañana de un viernes, pero parecía una de domingo. Tal vez para ellos era un día
especial, como de fiesta. El padre Sergio, acompañado de unas buenas mujeres,
les llevarían ayuda para su pobre subsistencia y regalos para los pequeños.
Lo observo todo. Me hipnotiza el azul
del cielo. Unas pocas nubes como simples manchones. Y mi pregunta: ¿de qué
viven? ¿Cuáles son las ilusiones y las esperanzas de estos pobres hombres y
mujeres? Me ha contado Estela que se alimentan de rata de campo, aunque
prefieren los cuyos; sucede que éstos son más limpios dentro de la cadena
alimenticia. Son recolectores de orégano y de la candelilla silvestre, trabajo
duro por el cual reciben muy poco pago, ¿podría esperarse algo diferente?
¿Cuántas veces habrá estado por aquí la Secretaria de Desarrollo Social?
¿Llegará hasta aquí la ayuda que debe brindar Rosario Robles a todos los
necesitados? Y si estuviera aquí, ¿podría reír abiertamente, mostrando sus
enormes dientes como lajas de piedra cortantes y punzantes?
En medio de un reparto un tanto
desordenado, terminamos pronto nuestra noble tarea. Nos piden que les dejemos
un poco más de todo, pero hay que ir a otro lado, allí también estarán reunidos
los habitantes del pueblo... como si fuera un domingo.
La Victoria, así se llama este ejido que
se ubica a unos cuantos kilómetros del que acabamos de dejar. Aunque casi
cuentan con el mismo número de habitantes, en La Victoria se ve más orden y
organización ciudadana, la pobreza no azota tan de golpe en la cara de una
florecita de asfalto como lo soy yo. Le pregunto al padre Sergio que a qué se
dedica allí la gente, me comenta que se ve un poco más de verdor porque cuentan
con pozos y norias que les permiten cultivar alfalfa y sandía.
Vamos directo a la pequeña capilla, muy
parecida a la de Nuevo Delicias. Apenas un cuarto lo suficientemente grande
para albergar a los fieles que en esta ocasión se muestran muy entusiastas, hay
una gran algarabía en el recinto. Y de nuevo el sacerdote oficia misa en este
lugar. Pregunta a los asistentes que si saben por qué se celebra el nacimiento
de Jesús en esta época del año. Realmente no lo saben. Me contengo para no
contestar, no me preguntó directamente a mí ni estoy ahí para evangelizar o
catequizar.
Y les explica que la iglesia escogió esa
fecha para hacerla coincidir con antiguas fiestas en que se celebraba la
llegada del solsticio de invierno, ese momento del año en que se tiene la noche
más larga y el día más corto, la época en que la tierra descansa para renacer
en primavera. Y yo pienso en el Natalis Solis Invicti, en el nacimiento del sol
victorioso, el símbolo de la vida. Al salir de la capilla me topo con una
hermosa lila, la cual se prepara para llenarse de flores en unos meses más, el
eterno recomenzar.
Y nos tienen preparada una sorpresa. Los
niños del lugar, dirigidos por la maestra de la escuela, llenos de inocencia y
alegría representan una pastorela. Su escenario envidiable: un cielo azul
despejado y limpio, los matorrales que visten de verde el árido paisaje y al
fondo las montañas. Nos invitan a comer. Todo preparado por las mujeres del
poblado, todas cooperaron. Y muy despacio, voy deshaciendo en la boca ese
pastel casero de chocolate, como los de antes, como los de cualquier
cumpleaños. Me lleno de gratitud. Vine a ayudar en el reparto de un poco de
alegría e ilusión, y me colman de atenciones.
Observo a Linda y a Estela, se mueven
con mucha experiencia y eficiencia entre la gente, ya las conocen. Cada cierto
tiempo el padre Sergio Díaz las trae a estas comunidades que pertenecen al área
territorial de la Parroquia de San Juan de los Lagos, de San Pedro de las
Colonias, la cual tiene a su cargo. Ahora también he venido yo, y contribuyo
con la entrega de despensas, que van desde un montón de papas, pasando por el
papel sanitario, otros artículos de primera necesidad, bufandas y juguetes para
los niños.
Y llega la hora de la despedida. Las
mujeres de La Victoria nos sonríen agradecidas, nos dan un abrazo para
desearnos felices fiestas, siento un apretón sincero y afectuoso en mi brazo;
pero si no he hecho nada en especial, pienso conmovida.
Antes de venir a estos ejidos, Estela me
recomendó usar tenis o cualquier zapato cómodo y protector y que no me doliera
maltratar. Observo mis tenis viejos color verde pardo, el cual ya no se
distingue pues el polvo me ha cubierto en gran parte los zapatos. Y pienso en la
situación insultante y contrastante entre la miseria social y económica que
acabo de presenciar y el despilfarro y ostentación que hacen las personas que,
trabajando dentro de instituciones gubernamentales que se justifican en ayudar
a aliviar la marginación de estos mexicanos, exhiben lujos insospechados como
el Subsecretario de Desarrollo Social, Ernesto Javier Nemer, quien luce un
reloj de 220 mil dólares, el valor en pesos deberá calcularse de acuerdo al
precio del dólar en el momento en que se lea este relato. La encargada de
Sedesol, Rosario Robles, es más discreta en sus accesorios. Su bolso cuesta
2,300 dólares y su reloj Cartier tiene un precio aproximado de 80.000 pesos.
La luz del sol teñida de rojos y
naranjas me golpea los ojos y me saca de mis reflexiones. No puedo quitar la
vista del bello atardecer. Las puestas de sol en el mar y en el desierto son
las más hermosas que he visto. Y recuerdo el viejo patio de la casa de mi
infancia, ese que al fondo tenía una escalera de piedra que conducía a una
especie de cuarto de tiliches a donde no se nos permitía subir. Sin embargo, a
veces en las tardes, iba y me quedaba de pie a la entrada de esa especie de
ático en ruinas, y permanecía casi hipnotizada contemplando las puestas de sol
que podía disfrutar desde allí.
Pronto irán desapareciendo detrás de las
montañas los últimos rayos de luz de un hermoso amarillo ocre, se termina
esta bella jornada, este viernes 19 de diciembre de 2014. En unos pocos días inicia el invierno, sin
embargo el sol no deja de brillar intensamente sobre estas comunidades. Les
reseca la tierra pero les trae la esperanza de un mejor renacer. Tal vez,
aquellos que viven la vida como si fuera una interminable saturnal, algún día
se acuerden de ellos.
¡Feliz Navidad
2015!