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16 de noviembre de 2013

Te lo firmo... ¿y te lo cumplo?

Fernando Urbano
Castillo Pacheco.
En su columna dominical Dicho sea de paso que se publica en www.e-consulta.com el abogado poblano  FERNANDO URBANO CASTILLO escribe acerca de la estrategia de campaña de Enrique Peña Nieto, que se quedó en eso, en promesas de campaña pues a casi doce meses de la toma de posesión no no se ha concretado en realidad aquello de “Te lo firmo y te lo cumplo”. 

Decía el escritor español Enrique Jardiel Poncela, que: “Los políticos son como los cines de barrio: primero te hacen entrar y luego te cambian la película”.

Pocas definiciones son tan acertadas como esta y tan aplicables al momento actual de nuestro país.
Y esto lo digo, porque se consumó el atraco. La reforma hacendaria que impulsaron el presidente de la república y el secretario Luis Videgaray fue finalmente aprobada con los votos del PRI, PV, y una parte del PRD.
La reforma hacendaria no refleja lo prometido por Enrique Peña Nieto en su campaña, acerca de proteger el empleo, no dañar la economía familiar y combatir la pobreza.
Los legisladores aprobaron un bodrio que, precisamente tendrá los efectos no deseados e incluso, temidos. No se ve esa reforma hacendaria eficiente y equitativa que sea palanca del desarrollo.
Esa promesa del presidente, no se ve cuando a las empresas se les impone un gravamen de 10% a los dividendos, se reduce la deducción del pago de prestaciones del 100% actual a solo un 53% el próximo año.
La simplificación prometida por el presidente, no existe si ahora es obligatorio el uso del “Buzón Fiscal” y llevar la contabilidad en línea.
Tenemos un presidente que mucho prometió y poco es lo que cumple. Bien lo dijo el senador Javier Corral: “El problema del presidente, no es que no pueda pronunciar algunas palabras, el problema es que el presidente no cumple con su palabra, la diga como la diga”.
Enrique Peña Nieto, presume a propios y extraños, el llamado “Pacto por México”, ese criticado acuerdo firmado entre los líderes de las principales fuerzas políticas y el gobierno federal, en el que se plantearon mas compromisos, que tampoco se cumplen.
Enrique Peña Nieto.
El compromiso 69 de este pacto, dice que: “Se mejorará y simplificara el cobro de los impuestos. Asimismo, se incrementara la base de contribuyentes y se combatirá la elusión y  la evasión fiscal”.
El compromiso 72 habla de reducir el sector informal de la economía.
Contrario a ello, se elimino el único impuesto de control que existía, el IDE, se cargó la mano (otra vez) al contribuyente cautivo, al elevar la tasa de ISR a 30% para ingresos de hasta 750 mil pesos anuales y a 35% en los casos en que estos sean mayores a 3 millones de pesos al año, al tiempo en que se reducen las deducciones personales contra este impuesto a un máximo de 92 mil pesos anuales. Se nos castiga por trabajar más, ahorrar más y en consecuencia, ganar más.
Por si eso fuera poco, el IVA en las regiones fronterizas sube de 11% a 16% homologándose con el resto del país, se aplicará a las importaciones temporales y también a mascotas y sus alimentos, goma de mascar y transporte terrestre foráneo.
Enrique Peña Nieto es un hombre olvidadizo, los gasolinazos seguirán; se le pasó el eliminarlos. Este presidente que adoptó compromisos al ritmo de “TE LO FIRMO Y TE LO CUMPLO”, nos está demostrando que su firma vale menos que el papel en que la estampa.
Y es que en el camino de esta reforma, el presidente se alió con un sector del perredismo que, sin empacho, se prestó para el atraco, obviamente llevando su tajada.
Aplicando la frase del líder cetemista Joaquín Gamboa Pascoe, de que: “En México es mejor negocio defender al pobre que explotarlo”, unos legisladores perredistas enarbolaron la bandera de que no había que afectar a los pobres y se pusieron a repartir impuestos al resto de la población, 10% a la venta de acciones, 7.5% a los ingresos de las mineras, 0.5% a la producción de metales preciosos y porqué no, un peso por litro a las bebidas azucaradas y 8% a los alimentos con más de 275 calorías por cada 100 gr. aunque se etiquetaron estos recursos para combatir la obesidad.
Esto último, es una verdadera farsa, pues, quien puede creerle al gobierno que esos recursos serán para combatir la obesidad, cuando en la presentación del programa, uno de los oradores es el representante de Coca-Cola. Solo falta que el vocero sea el gobernador del Banco de México.
Los perredistas se colgaron del discurso de que la reforma hacendaria no afectaría a los pobres.
En primer lugar, el objetivo de la reforma, no debería ser no afectarlos, sino sacarlos de esa condición.
Por otro lado, ese discurso es falso. Los incrementos de impuestos ahuyentaran la inversión, disminuirán el consumo y generarán desempleo. Si no se les quitó más a los pobres, es porque ya no tienen nada.
Aduciendo proteger a una clase, pasaron a fregar a las demás. Y por si fuera poco, lograron qué, del dinero de todos, se le dieran 400 millones a la cooperativa Pascual para rescatarla de la quiebra.
Como decía Gordon Liddy: “Ahora resulta que “progresistas” son aquellos que se sienten enormemente solidarios con el prójimo y entonces pretenden ayudarle, no con su dinero, sino con el nuestro”.
Las promesas del presidente fueron un engaño y su discurso actual son puras mentiras. Es difícil entender porqué, si todo está tan bien, todo está tan mal.
Aunque se quiera ocultar, estamos en medio de una recesión, donde el gobierno gasta mal, poco y aún así, quiere más dinero.
Los aliados del presidente le dieron su aval para endeudar al país y ya le autorizaron 1.9% del PIB de déficit. Por cierto, Calderón en 6 años, solo tuvo déficit de 1.6%. Los mismos que le limitaron la deuda, fueron quienes la avalaron para Peña Nieto. Extirparon el tumor que acababan de reimplantar.
En materia fiscal, ya ni llorar es bueno, pero quedan por discutirse tres reformas: Financiera, Energética y Política.
En materia política, es necesario modificar el régimen. No es posible que el partido que fue mayoritariamente rechazado por los electores, tenga la representación mayoritaria de los electores.
En materia energética, el debate debe ser a fondo. O bien se hacen reformas que abran el sector a la inversión privada, dando seguridad jurídica al inversionista, o se hace todo para modernizar PEMEX, como un monopolio estatal, productivo y eficiente.
Decía Maquiavelo que: “En política las apariencias son todo” ahora habrá que estar atentos a la posición del PAN en la discusión de estas reformas, ahí se verá si realmente es una oposición coherente y participativa, o solo un actor más de esta comedia.
La canallada fiscal del PRI y PRD está consumada, hoy ni llorar es bueno, pero en 2015 se cobrará la factura. Se los firmo y se los cumplo.

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Contaminación

Adela Celorio.
En su colaboración semanal para El Siglo de Torreón la escritora Adela Celorio trata el tema de la contaminación que ocasionan medios como la televisión al grado de que ya ni a la hora de tomar los alimentos es posible sustraerse a los programas que se transmiten a través de la pequeña pantalla, donde el futbol y otras obsesiones se encuentran omnipresentes.

Niña antigua como yo, mi amiga Pelusa comparte conmigo la vieja costumbre de la mesa y la sobremesa platicadas. Seguimos creyendo en el vino para aligerar el espíritu y hacer más suculenta la conversación. A pesar de nuestras grandes diferencias (ella es elegante y sexy; yo descuidada y malhecha) y tal vez porque no hay lugar a la competencia, nuestra amistad que con los años ha adquirido derechos de hermandad, mantiene vivo el entusiasmo por reunimos lo más frecuentemente que nuestras vidas lo permiten; para comer, beber y arreglar el mundo; para volverlo a poner en pie, y para reponernos de la incomunicación que con su tecnología de punta nos impone la familia. -"Una vez a la semana recibo a mis hijos a comer, me paso la mañana cocinando lo que les gusta y cuando se sientan a la mesa ni lo notan; concentrados como están en las pantallas de sus tabletas, en los mensajes de facebook, en responder o llamar de sus teléfonos celulares. En realidad ellos están en otros mundos y no queda espacio para la convivencia" -se queja mi amiga, nos quejamos las dos. Es por eso que cuando nos encontramos, Pelusa y yo nos arrebatamos la palabra. Hablamos al mismo tiempo, la que respira pierde. En mi urgencia de hablar, con frecuencia las cabras se me van al monte. Menos mal que mi amiga-hermana tiene la habilidad de volverme siempre al camino: "Si -me dice- pero estábamos hablando de otra cosa… Ya entradas en el verbo, nos quejamos de nuestros respectivos Querubines, de los hijos, de la lluvia y del giro que dio el mundo.
¡Qué barbaridad, ya no entendemos nada! Las únicas reglas son no hablar con la boca llena ni mencionar los nombres de nuestros políticos para no ensuciarnos la boca con porquerías. Ante la necesidad de ventilar en unas horas tantas conversaciones que traemos reprimidas, nuestros encuentros tienen algo de ansiedad, por lo que procuramos encontrarnos en lugares tranquilos y poco ruidosos; cada vez más difíciles de encontrar. Pocos restaurantes en esta ciudad mantienen la dignidad y el ambiente propicio para la conversación.
Muy pocos los que se abstienen de las pantallas encendidas de sol a foco. Ante la imposibilidad de encontrar nuestro lugar ideal, la otra mañana Pelusa y yo elegimos para desayunar y conversar; el ala más tranquila de un restaurant; espacio que compartíamos sólo con un señor que a unas cuantas mesas de distancia se concentraba en teclear su computadora. Era evidente que ni él ni nosotras teníamos el menor interés en los jóvenes que en calzoncillos diputaban a patadas un balón en las pantallas que desde todos los ángulos se imponían a la mirada. Pedimos entonces al mesero que nos atendía, que nos hiciera el favor de apagarlas. ¿Apagarlas? -Preguntó tan sorprendido como si poniendo una pistola en su pecho, le hubiéramos dicho: ¡Esto es un asalto!. "¡Sí, apagarlas! -Mire usted, ni aquel señor que está trabajando en su computadora ni nosotras tenemos interés de ver sus televisores. Apáguelos por favor" -"Perdonen señoras pero o no estoy autorizado para hacer lo que ustedes me piden". -"Llame entonces al gerente". Y vino el gerente sólo para decirnos que no, que no y que no. Si no puedes con el enemigo, únete a él, aconseja la sabiduría popular y pues ni modo; tuvimos que seguir platicando ante la inevitable presencia de los futbolistas. -"Ya no hay que quejarnos" -aconsejó Pelusa. "Nos guste o no, el ambiente está viciado y el futbol es lo menos nocivo. Seguro te has dado cuenta de la obsesiva preocupación que nos causa la obesidad, el humo de los fumadores y hasta la sal que hemos retirado de la mesa para evitar la hipertensión; y sin embargo no acabamos de asumir el envenenamiento moral al que estamos expuestos sin mascarilla de protección.
Se trata de un veneno de acción lenta que anula las defensas y sin darse uno cuenta, pierde la autoestima y se ve envuelto en la mierda sin siquiera cambiar el canal. Si pensamos en los monstruos que crean hoy los directores de cine; Frankestein resulta un galán y Mister Hyde es apenas un bipolar… Nuestros hijos tienen en la tele la mejor escuela de violencia, de sexo rudo y basura moral que les inoculan las pantallas encendidas indiscriminadamente. -¿Te has fijado que hasta en las películas más inocuas, las palabras vagina y pene son el gran tema? No es que me escandalice, sólo que me parece de mal gusto y además, ¿qué tiempo, qué espacio nos dejan para leer… para pensar? Ya lo ves, ni siquiera encontramos un lugar donde conversar tranquilas". -"Ay amiga, mejor hablemos de Mozart, de libros… A propósito ¿ya leíste "Teoría y práctica de la estupidez?" de Jose Antonio Molina?"

¡¡¡Chuza!!!

Jacobo Zabludovsky.
Jacobo Zabludovsky. Se graduó como licenciado en Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México el 21 de julio de 1947. Inició actividades periodísticas en 1946 en Cadena Radio Continental como ayudante de redactor de noticieros. En 1947 ingresó en la XEX-AM, como Subjefe de Servicios Informativos. En 1950, al empezar la televisión en México, inició la producción y dirección del primer noticiero profesional de la televisión Mexicana y desde entonces, ininterrumpidamente dirigió y presentó telenoticieros hasta el 30 de marzo del 2000, fecha en que renunció a Televisa. "24 horas", probablemente el noticiero con mayor audiencia en México en su tiempo, desaparece cuando Emilio Azcarraga Jean decide hacer cambios en el noticiero estelar, supliendo a Jacobo Zabludovsky por Guillermo Ortega.

Antes de cumplir un año de presidente Enrique Peña Nieto hizo chuza con todos los mexicanos de la lista “Forbes”.
Nos lo habían pintado como muñequito de sololoy, producto de la televisión, invento de los poderosos, títere de los ricos, niño bonito manejable, vacío debajo del copete, inmaduro y débil. ¿Sí? Pues, ¡oh sorpresa: no lo conocíamos! Después de más de 20 años de gobiernos apapachadores de los rich and famous bastan once meses para descubrir la película inesperada: llegó un sheriff discípulo de John Wayne y metió en cintura a los cowboys de negro, los bajó del caballo y les dijo quién manda. Y calladitos se ven más bonitos. Derribó todos los palos de una vez y con una sola bola.
Empezó con Carlos Slim, el más rico de los ricos no sólo del rancho sino de todo el oeste. Le redujo su sistema de telefonía al 50% del mercado. Le afectó también en sus negocios mineros al establecer un impuesto del 7.5% sobre las utilidades de operación, equivalente a gravar el ingreso bruto, no el neto, que sería menor. Y no le han concedido el canal de televisión abierta al que públicamente aspira.
Hablando de mineros, Germán Larrea y Alberto Bailleres, los grandes del negocio, pagarán el impuesto del párrafo anterior aunque lo consideran ruinoso. En el caso de Bailleres, dueño también de El Palacio de Hierro, la carga es mayor porque sobre metales preciosos (Bailleres es el principal productor de plata en el mundo) el impuesto no es del 7.5% sino del 8 por ciento.
Emilio Azcarraga Jean.
 El año próximo se licitarán dos cadenas de televisión abierta frente a Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga Jean, quienes, por si fuera poco, no podrán transmitir anuncios de merengues y chicharrones a la hora del auditorio infantil, golpe heredado del nocaut al cártel de la comida chatarra: Lorenzo Servitje, de Bimbo, pagará 8% de impuesto a menos que le baje a la causa de la obesidad y la diabetes. Y a los embotelladores de Coca Cola y Pepsi les carga un peso por litro de sus menjurjes, a pesar de la campaña sin precedentes, gasto inútil en defensa sus ganancias.
Germán Larrea.
Peña Nieto cambió la política de vivienda financiada desde siempre por un Infonavit que enriqueció a “desarrolladores” hasta ubicarlos entre los súper magnates, fabricantes de casas inhabitables, con materiales de deshecho, agrietadas antes de acabarlas, sin más agua que las humedades de sus paredes y a tres horas del sitio de labor de los empleados cautivos. Dijo “hasta aquí” y quebraron los tres más grandes constructores de basura: Geo, Homex y Ara. Supongo que esta medida es consecuencia inmediata de las quejas de quienes se acercaron a él durante su campaña electoral. Un ejemplo, entre muchos, de empresarios ricos y empresas pobres.
Ricardo Salinas Pliego.
Tampoco se la perdonó a los dueños de líneas aéreas, viejos y nuevos, todos clientes de “Forbes”: subió el precio de la turbosina para avión. A los especuladores o inversores inocentes de la Bolsa de Valores un 10% sobre ganancias de capital. Y a moros y cristianos por igual una ley contra el lavado de dinero a tal grado severa que algunos juristas la ven inaplicable. Pero ahí está, para ser cumplida mientras se demuestra lo contrario.
Alberto Bailleres.
Peña Nieto traía su plan ranchero bien calculado y agarró como al Tigre de Santa Julia a quienes creían que, con su triunfo, llevaban las de seguir ganando. Y no sólo eso: contó con la ayuda de partidos políticos que avanzaron por caminos insospechados: el PRD, la izquierda, decidió colaborar y sin su presencia tal vez lo anotado arriba no se habría logrado, además de medidas increíbles: la cancelación de la deuda que Cuba tenía con México a la que llevaba 15 años sin abonar un peso y, aunque usted no lo crea, la Cooperativa de Refrescos Pascual, de la izquierda obrera, quedó exenta del impuesto de 1 peso por litro y recibirá 500 millones de pesos en efectivo para fortalecer su operación.
Mientras el PRD hacía política, el PAN hacía rabietas: abandonaba la negociación, que, no por eso interrumpida, sólo continuó sin la derecha que se quedó a la luna de Valencia.
Los gobiernos suelen decepcionar porque en su lucha por lograr el poder siembran ilusiones convertidas después en faltas. Eso ocurre las más de las de las veces. En nuestro caso ha sido al revés: una campaña hábil de sus enemigos políticos enanizó las dimensiones del candidato del PRI y minimizó las esperanzas. De ahí el asombro: por primera vez en más de dos décadas el Estado no recoge las migajas del banquete de los poderosos, sino pone en orden la cocina.
Seguramente no todo es positivo. En otros planteamientos de su administración hay profundos desacuerdos. Pero el alquiler del boliche apenas empieza.

El impacto del pacto

René Delgado Ballesteros.
Asegura el analista político René Delgado Ballesteros en su columna Sobreaviso de hace un par de semanas: “Puede no parecerlo, pero el país se encuentra a la puerta de una crisis de una dimensión desconocida. La economía no marcha, apunta en dirección a una recesión. La movilización con tintes insurreccionales del magisterio disidente revela no la resistencia a una reforma, sino malestar social profundo. La actividad criminal, expresada brutalmente en la violencia, la extorsión y el dominio de mercados y territorios, mantiene su desafío al Estado. La tentación de algunos sectores empresariales de "poner en su lugar" al nuevo gobierno habla de una fuerza que se siente dueña de esa institución”. Director Editorial del periódico Reforma, Delgado Ballesteros colabora en algunos medios nacionales y regionales como El Universal y El Siglo de Torreón.

Remover una civilización y fundar una nueva o, si se quiere, replantear los fundamentos de un país para darle perspectiva es una hazaña. Exige enorme claridad en el propósito, firme y decidida determinación y, obviamente, un acuerdo fundamental entre autoridades, dirigencias y actores clave de la política, la sociedad
y la economía. Además de un esfuerzo y un sacrificio sostenido durante el tiempo necesario.
Determinaciones y procesos de ese calibre no se ven todos los días, pero se dan de vez en cuando. Incluso, en ocasiones, la adversidad obliga a los protagonistas a recorrer ese camino sin habérselo propuesto o, aun, sin desearlo. No es excepcional que las epopeyas tengan por origen un accidente y por horizonte un mejor destino. El azar juega también en la política.
En todo caso es en la realización de proyectos de esa magnitud donde gobernantes y políticos adquieren talla de estadistas. No siempre se les aprecia debidamente cuando se arremangan la camisa y se ensucian al operar la monumental proeza pero, cuando la concretan, a su tesón lo condecora la gratitud de una nación reconstituida.
¿Qué talla y peso tienen y pretenden los autores, operadores y promotores del Pacto por México? ¿Hasta dónde llega su decisión: van a reemplazar los pilares del país o sólo quieren sostenerse en pie frente a lo que, de pronto, se perfila como una debacle? ¿Aspiran a la trascendencia o la sobrevivencia? ¿O, sencillamente, se trata de los profesionales del pragmatismo en caza de una recompensa rentable a corto plazo sin importar lo que, al final, ocurra?
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Puede no parecerlo, pero el país se encuentra a la puerta de una crisis de una dimensión desconocida.
La economía no marcha, apunta en dirección a una recesión. La movilización con tintes insurreccionales del magisterio disidente revela no la resistencia a una reforma, sino malestar social profundo. La actividad criminal, expresada brutalmente en la violencia, la extorsión y el dominio de mercados y territorios, mantiene su desafío al Estado. La tentación de algunos sectores empresariales de "poner en su lugar" al nuevo gobierno habla de una fuerza que se siente dueña de esa institución. La pugna al interior de los tres principales partidos exhibe organizaciones desvertebradas, afectadas por grupos y corrientes urgidos por asaltar el control de un instrumento ajeno a la ciudadanía. El gobierno todavía no es tal y, sin embargo, en su seno ya se advierten pugnas por ejercer un poder que todavía no asegura. Los ajustes en algunos medios de comunicación no acreditan una decisión independiente, sino comprada, negociada o impuesta desde fuera, por no decir, desde el gobierno.
Ese es el paisaje del país, cuyo fondo es el de un precipicio. Por eso no es ocioso preguntar por el alcance del Pacto por México.
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Al mirar la composición del voto parlamentario en las reformas hacendaria, político-electoral -ambas por concretarse- y en la petrolera -todavía sin dejar ver su posibilidad-, se advierte un juego de canjes, no un acuerdo del gobierno y los tres principales partidos.
No. La hacendaria tiene por eje una alianza entre priismo y perredismo. La político-electoral, una alianza entre perredismo y panismo. Y de abordarse y aprobarse la petrolera, una alianza entre priismo y panismo.
¿Qué resta del Pacto frente a esas alianzas mutantes, donde el gobierno baila con quien le conviene y los partidos se balancean al ritmo de sus intereses particulares o de quienes representan? ¿Dónde queda México en ese extraño Pacto que, de pronto, más bien parece un menaje à tiros?
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Si el Pacto derivó de la ocurrencia de detectar las demandas principales -coincidentes o no- del gobierno y los partidos e impulsar su instrumentación y aprobación para consolidar, en su respectiva posición, a los principales protagonistas, marginando del acuerdo a su correspondiente organización y sin considerar su impacto nacional, se está ante una puntada peligrosa. Se está frente a un ejercicio que, sin sustento ni respaldo político y social, tiene por destino el del fracaso. Gobierno y partidos, en vez de constituirse en la solución del problema nacional, terminarían siendo si no la causa, sí parte medular del problema.
Si no fue así, si el Pacto fue y es producto de una reflexión de fondo, una visión de largo plazo y una decisión de los principales protagonistas, a costa incluso del apoyo de sus afines y a costa de su propio sacrificio, en aras de emparejar el terreno político, económico y social del país para darle perspectiva, el acuerdo exige un reafianzamiento y el diseño de una estrategia de defensa y divulgación mucho más elaborada.
Un proyecto que remueve los fundamentos de una circunstancia o una situación crítica demanda un esfuerzo político y comunicacional mayor, hasta ahora no visto. El silencio, los spots, el discurso de ocasión y el solemne juramento de promesas no explican un cambio de paradigma de esa magnitud. Exige también acciones concretas y contundentes, predicar con el ejemplo para recuperar terreno a la desconfianza cultivada, por años, por gobiernos y partidos.
Es una batalla de impulso, ejemplo y defensa que reclama enorme destreza para reconocer, ganar y sumar a la causa a quienes de las élites y las bases sociales entienden la dimensión del asunto. Emparejar y pavimentar el piso de un país no es sencillo. Es una batalla que exige sumar, no restar. Si se resta, que es una posibilidad, entonces es menester echar mano del autoritarismo a diestra y siniestra, asumiendo los costos. Con esto no se juega, se decide y actúa.
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Estructuralmente el país requiere un ajuste, coyunturalmente le urge. Eso está claro, pero sacudir estructuras sin removerlas y, sobre todo, sin la intención de construir otras no es un riesgo, es un peligro. Amenazar con afectar intereses gremiales o empresariales sin hacerlo sólo desata los ánimos. Los peores ánimos, sobre todo el de hacer justicia por propia mano con lo que se pueda: bloqueando calles o inversiones a fin de sabotear, someter o eliminar a quienes sacuden sin remover las estructuras.
Con todo y tropiezos, el Gobierno ha dado muestra de osadía, el maderismo de inteligencia, el chuchismo de oportunidad. Pragmatismo que no basta para asegurar el Pacto y reconstruir el país.
Cualquiera que sea el origen del Pacto, en medio de una tormenta, gobierno y partidos se embarcaron en una aventura promisoria, pero en cuyo trayecto no hay puerto de abrigo. De ahí la pregunta si tienen claro el puerto de destino, si conocen la ruta y, sobre todo, si tienen decidido llegar a él.