Roberto Orozco Melo escribió durante varios años la columna Hora Cero que se
reproducía en diversos medios nacionales y coahuilenses, como Zócalo y El Siglo de Torreón. En noviembre del 2005 escribió el presente texto en el que se
refería a dos destacados periodistas coahuilenses: Humberto Guadalupe Gaona Silva y Juan Francisco Elizalde Escobedo quienes en los años 50 competían para ganar la “cabeza” de ocho
columnas en el ya desaparecido periódico saltillense El Heraldo del Norte. Mi recuerdo y admiración para los tres, que se constituyeron
para mí en modelo profesional.
Me avisa Gerardo Hernández, por teléfono:
“Murió Humberto Gaona” y el corazón se me encoge. Pienso en voz alta: Humberto,
carajo, ¿qué le pasaría? “Cáncer” me dice Gerardo. Cáncer, repito en voz baja.
Y se atropella en la memoria el poema de Miguel Hernández dedicado a Ramón
Sijé: “Un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado”
Cuelgo el teléfono y me desplomo en el tiempo. ¿Cuándo lo conocí? ¿Por qué no
lo frecuenté más?
Evoco la historia: eran tiempos heroicos en
un periodismo pleno de carencias: la talacha se aprendía en la redacción; la
biblia de los reporteros era el libro “Periodismo Trascendente” de Salvador
Borrego, cuya ideología pro nazi descubrimos en posteriores días. El “Heraldo
del Norte” uno de dos cotidianos que se publicaba en Saltillo, había sido mi
primera casa de trabajo: ingresé a ella en 1947 como corresponsal en Parras. Ya
en Saltillo, en 1949 tuve dos quehaceres a un tiempo: corrector de pruebas y
reportero, en los que permanecí hasta 1951; después hubo un cambio y llegó a
administrar el periódico don Manuel López Güitrón, de grata memoria. En 1955
fui ascendido a director editorial. En esos días reforzaron la planta de
reporteros dos periodistas: Humberto Gaona Silva y Juan Elizalde Escobedo.
Juan Elizalde Escobedo |
Para estimular el trabajo informativo
instauramos un premio consistente en 50 pesos para los reporteros que lograran
el mayor número de cabezas de ocho columnas cada semana. En el primer sábado,
después de su contratación, Juan y Humberto obtuvieron tres cabezas principales
cada uno, así que dividimos el estímulo entre ambos; de ahí en adelante Gaona
monopolizaría las ocho columnas, hasta que la Dirección decidió acumulárselo al
sueldo. Elizalde había disminuido la intensidad de su rendimiento como
reportero, porque sus estudios de abogacía le demandaban tiempo y atención.
Muchos años después fallecería Juanillo Elizalde en plena madurez y anteayer en
la mañana me avisan lo de Humberto Gaona Silva en Ramos Arizpe, su tierra
natal. Saltillo. Ambas pérdidas, distante una de otra, son muy sensibles y
lamentables para los veteranos del gremio periodístico. Ellos fueron
periodistas de vocación, además de buenos compañeros, y lo evidenciaron.
Una de las primeras ocho columnas de Gaona
fue producto de una larga investigación: el insólito embargo y remate de los
activos de “La Forestal FCL” por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público
para cobrar un adeudo millonario de impuestos federales no liquidados, algo
nunca visto hasta entonces. Los funcionarios del organismo estaban empeñados en
negar la deuda y el remate y para ello movieron todo género de influencias: querían
evitar que se le diera publicidad al hecho, pero nos negamos y dimos cuenta
prolija del escandaloso suceso cada uno de los días que duró la secuela del
remate. Varias semanas después el propio Humberto estuvo a punto de perder una
pierna en un accidente de trabajo.
La Policía municipal avisó de un incendio en
el Sur de Saltillo, “por si queríamos reportearlo”. Claro, sí queríamos, pero
en aquel momento no teníamos disponible al reportero de la fuente, ni había
vehículo para trasladarlo. Humberto se ofreció a suplir al ausente y pidió al
comandante de Policía que pasara por él. Diez minutos más tarde sonaba la
sirena por la calle Xicoténcatl. Desesperado esperaba Humberto en la esquina de
la calle Aldama. Al tener “la julia” a la vista les hizo la seña que se
detuvieran, pero el vehículo apenas disminuyó su velocidad en el momento en que
Humberto intentaba su abordaje; no lo pudo consumar, resbaló y cayó al piso,
fracturándose una pierna. No obstante, Humberto, insistió en ir hasta el sitio
de los hechos, constató y cubrió la información y aún se empeñó en dictarla
desde la misma Cruz Roja donde lo estaban enyesando.
Incapacitado, Gaona continuó atendiendo sus
fuentes y órdenes de trabajo por teléfono, desde la casa morada de sus padres
en Ramos Arizpe. Cada día enviábamos a alguien del periódico por su material.
Luego se reincorporó al trabajo normal, pero unos meses después se marchó a la
Ciudad de México para trabajar en Excélsior, donde mostraría su calidad de
reportero en varias fuentes, incluida la Presidencia de la República.
Uno de sus orgullos era haber entrevistado al
dictador español Francisco Franco. En el Gobierno del ingeniero Eulalio
Gutiérrez, Gaona Silva fue director de Comunicación Social y al concluir el
sexenio en 1975, fue subdirector y director editorial del periódico Noticias,
de Torreón. Pero Humberto, inquieto por naturaleza, no hizo huesos viejos en
este cotidiano. Durante su vida periodística en la capital de la República
viajó a varias partes del mundo, realizó trabajos especiales para Excélsior y
reporteó sucesos de trascendencia internacional y nacional. Escribió tres
libros: S.O.S., México sin maquillaje y Reportero, título que acredita su
propia vocación. En los últimos diez años Gaona tendió al ostracismo. En cierto
modo se le agrió el genio. Recibía a sus amigos y colegas en su casa, pues era
un excelente anfitrión. A veces amanecía gruñón y en otras se mostraba
exultante en el cultivo de la nostalgia. Entre él y yo, cuántas citas dejamos
incumplidas. Nos dábamos o nos pedíamos disculpas y proyectábamos un nuevo
encuentro que tampoco tenía lugar. A veces sólo un telefonazo. En otras un
simple saludo por voz de un amigo mutuo. Bullían en su cabeza los proyectos
editoriales.
Como suele suceder Gaona pudo dejar escritas
algunas nuevas notas sobre sus empeños. La última vez que nos vimos, hace más
de un año, conversamos en un café toda la mañana. Indagó sobre diversos temas
de la política y el periodismo, inquirió detalles, capturó pistas en el aire y
las anotó en papeles sueltos. Fue reportero siempre, hasta el final y eso fue,
malgré tout… Quizá ahora, mientras usted lector lee estos párrafos, Humberto
Gaona Silva esté ocupado en entrevistar a Dios.