El presente texto es el prólogo del libro La Última y
nos vamos escrito en 2014 conjuntamente por Fernando
Ramírez López y Juan Elizalde Lara, que el primero envió como regalo de
fin de año al círculo de sus numerosos amigos y familiares. En aquel momento
proyectamos que el texto sirviera como base de un relato novelado escrito desde
la visión de un militante de Alcohólicos Anónimos con
el ánimo de que la experiencia sirviera a quienes sufren por su adicción a las
drogas y al alcohol para ayudarlos a escapar de ese infierno en la tierra que
es el alcoholismo y que según la Organización Mundial de la Salud es una enfermedad incurable,
progresiva y mortal. Fernando falleció prematuramente el pasado 9
de mayo y ya no pudo ver el texto como libro, lo que se concretará dentro de
unos días. La novela acerca de Rafael,
personaje central de La última y nos vamos la tengo en preparación y estará impresa antes de que concluya
el 2015.
En diciembre del 2014 Fernando Ramírez López y yo
preparamos al alimón un texto titulado La Última y nos Vamos. a mi amigo le preocupaba mucho el tema
de las adicciones principalmente la del alcohol que es una droga legal, por lo
que pensó que el documento constituiría un excelente regalo para distribuirlo
ese fin de año entre su amplio círculo de familiares y amigos, pues creía
firmemente que alcohol y drogas son los principales flagelos de nuestra
sociedad actual, pues perjudican la salud pública en todos los aspectos:
social, económico, familiar, etcétera.
En La Última
y nos Vamos
se relata la historia de Rafael,
un personaje en el que pretendimos reunir las vivencias, experiencias y
circunstancias de millones de seres humanos que sufren una vida dislocada e
ingobernable por su adicción al alcohol y a las drogas.
En 1976 la Organización Mundial de la Salud
acuñó el término Síndrome de Dependencia Alcohólica que se
refiere a “un estado psíquico y habitualmente también físico resultado
del consumo de alcohol, caracterizado por una conducta y otras respuestas que
siempre incluyen compulsión para ingerir alcohol de manera continuada o
periódica, con objeto de experimentar efectos psíquicos o para evitar las
molestias producidas por su ausencia”.
Acerca del
alcoholismo resulta revelador el estudio firmado por Miguel
A. Martínez-González quien asegura: “asistimos a una peligrosa
aceptación del consumo de alcohol en cantidades excesivas como un hábito muy
tolerado socialmente, mientras que se mantiene un gran rechazo social frente a
otro tipo de drogas clasificadas como “ilegales”. Este hecho ha contribuido a
que se dé un aumento de los niveles de consumo en los sectores más jóvenes de
la población. Los jóvenes, quizá por motivos de limitaciones económicas, han
adoptado nuevos patrones de consumo (bebidas de menor calidad y coste
consumidas en grandes cantidades en un corto periodo de tiempo, generalmente el
fin de semana).
Un
imperativo de salud pública es hacer que se tomen medidas efectivas para
intentar reducir el consumo de alcohol al mínimo nivel posible (según el lema
de la OMS “respecto al alcohol, cuanto menos, mejor”).
Hasta
un 10% de todas las muertes comprendidas entre los 16 y los 74 años y un 20% de
todos los ingresos hospitalarios agudos pueden relacionarse con el alcohol.
También se estima que el consumo de alcohol se halla implicado en uno de cada
tres accidentes (tráfico, domésticos, laborales). Los estilos de vida
desfavorables suelen estar asociados y se observa un mayor consumo de tabaco u
otras drogas entre las personas que abusan del alcohol.
Respecto al
mismo tema, el escritor Héctor Aguilar
Camín aseguraba el pasado 22 de julio en su columna Día con Día
que se publica en Milenio Diario
que “el único éxito incuestionable de la guerra contra las drogas ha sido
mental y que por ese motivo ha sido posible sembrar en la sociedad un temor
irracional a las drogas prohíbidas y la necesidad de perseguirlas”.
Agrega que
esto ha sellado en la imaginación colectiva como un mismo fenómeno, los daños
que deja la persecución de las drogas en la sociedad con el daño que estas
hacen en el cuerpo humano.
Señala Aguilar Camín que el noble argumento
de la defensa de la salud ha sido puesto al servicio de una estrategia de
violencia persecutoria que ha dejado una de las grandes estelas de sangre y
violencia del último medio siglo.
El éxito de la
confusión ha sido tal, que en las encuestas que preguntan a la gente sobre la
conveniencia de legalizar las drogas obtienen respuestas negativas del 70 y 80
por ciento.
Demuestra el
escritor y columnista que el argumento es falso y para ello utiliza las cifras
de quienes administran el consenso prohibicionista en el mundo (pues) se
demuestra año con año que sustancias tóxicas no prohibidas, como alcohol y
tabaco, producen muchos más daños a la salud que las drogas prohibidas.
Reproduce
estadísticas de la Organización de
las Naciones Unidas que demuestran que en 2014 las drogas
prohibidas produjeron en el mundo 214 mil muertos, mientras que el alcohol mató
a 2.8 millones y el tabaco a 5.1 millones de personas.
En el caso de
México revela que los daños a la salud que las drogas prohibidas producen son
mucho más bajos de lo que se piensa y basta para creerlo analizar la Encuesta Nacional de Adicciones,
del año 2011, el total de gente que consume drogas prohibidas en México es menos de 1 por ciento del
total de la población, unas 900 mil personas al año (fuentes: Encuesta
Nacional de Adicciones, 2011: http://bit.ly/1yA6bxB y http://eluni.mx/1i66vrG).
Otros
datos duros:
1.-
La tasa estimada de muertes por sobredosis entre consumidores de las drogas
prohibidas es de 0.1 por ciento.
2.-
En México pueden estar muriendo cada año por sobredosis de drogas prohibidas
unas 990 personas. Las muertes relacionadas con el tabaco son 66 mil cada año.
3.-
En el año 2014 hubo más de 8 mil muertes violentas asociadas al narcotráfico.
Ese año, la prohibición y la persecución mataron 7 mil mexicanos más que el
consumo de drogas prohibidas.
En México como en el resto del mundo,
la ciencia, la medicina y la psiquiatría han resultado impotentes para combatir
las consecuencias de adicciones como el alcohol y las drogas, problemas que
solo se han podido combatir de manera efectiva gracias a grupos de autoayuda
como Alcohólicos Anónimos.
La asociación
identificada mundialmente por su acrónimo AA es un movimiento
internacional contra el alcoholismo fundado en 1935 en Akron, Ohio por Bill W. y el Dr. Bob que consisten en
comunidades de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza
y esperanza para resolver el problema común y recuperarse del alcoholismo.
Alcohólicos Anónimos es un programa espiritual de doce pasos,
doce tradiciones y doce conceptos para el servicio mundial que tiene como único
requisito para ser miembro el deseo de dejar la bebida. Es una asociación sin
ánimo de lucro y sin afiliaciones a religiones o partidos políticos.
Una de las
principales características de Alcohólicos
Anónimos es que no acepta apoyos económicos como subvenciones o
donaciones, pues los grupos son sostenidos con aportaciones de sus miembros,
denominadas como séptima tradición: se trata de cantidades muy pequeñas de
dinero con lo que se garantiza la independencia y autonomía respecto a
cualquier organismo sea público o privado e incluso de la organización mundial
de Alcohólicos Anónimos.
El nacimiento
de Alcohólicos Anónimos
ocurrido en Akron, Ohio
el 10 de junio de 1935, fue la consecuencia de la entrevista entre dos personas
que sufrían por su manera de beber.
Bill W., un corredor de bolsa de Nueva York, y el Dr. Bob Smith, un eminente
cirujano de esa ciudad. enfrentaban graves problemas con su manera de beber. Bill había permanecido sobrio
por seis meses y ese día el Dr. Bob
tomo su última copa.
Los dos
intercambiaron sus amargas experiencias con la bebida y se dieron cuenta de que
durante las muchas horas que estuvieron platicando olvidaron la necesidad de la
bebida y a partir de ahí nació AA, que en la actualidad tiene
alrededor de 116, 000 grupos y más de dos millones de miembros en el mundo que
han logrado su recuperación a través de esta comunidad.
En La Última
y nos Vamos Rafael vive una historia de dolor,
pero también de redención. La intención de los autores es concentrar en una
vida, lo que sucede en millones de hombres y mujeres que por su soledad
interior encontraron en el alcohol y las drogas el trapecio en el cual se
mecieron y se toparon con una salida falsa a la problemática personal parte de
una sociedad sin valores hundida en el cieno de la ambición material y ajena a
lo espiritual.
El personaje
central de La Última y nos Vamos es un hombre inteligente, preparado académicamente que no obstante es
incapaz de controlar su comportamiento ante el alcohol que lo lleva a cometer
las peores aberraciones, hasta que encuentra el camino a la sobriedad en Alcohólicos Anónimos que
sustenta su programa espiritual en tres pilares: Unidad, Servicio y
Recuperación.
Juan Elizalde
Lara
Verano del 2015