Denise Maerker |
Finalmente y después del proceso electoral del 7 de junio, los
militantes de la oposición se decidieron a salir de su zona de confort y se
asumen como tales luego de la modorra del Pacto por México y de las buenas intenciones para lograr un período de reformas,
señala Denise Maerker en
su columna Atando Cabos que
entre otros medios se publica en El Siglo de Torreón.
"Algo rarísimo acaba de pasar. El
dirigente de un partido de oposición habló de la Casa Blanca de EPN en
televisión", tuiteó la noche del domingo Andrés Lajous, mientras veía
presumiblemente a Martí Batres hablar en la mesa de dirigentes políticos que
conducía Joaquín López Dóriga. Dos años y medio de Pacto por México habían
domesticado a la oposición al punto de que efectivamente sorprendía escuchar
nuevamente a un líder de partido manifestar una crítica franca y dura respecto
del Presidente de la República.
Los largos meses de negociación, las
miles de horas en que "Los Chuchos", los Maderistas y el equipo de
Peña Nieto dedicaron a construir un marco de confianza recíproca y de
entendimiento político no sólo produjo el Pacto por México, sino también una
compleja madeja de relaciones personales, respetos y afectos que desarmaron la
capacidad de estos perredistas y de estos panistas de oponerse al gobierno
actual. La intención -genuina, pienso yo- de Jesús Ortega, de Jesús Zambrano,
de Carlos Navarrete, de Gustavo Madero, de Santiago Creel y de Juan Molinar
Horcasitas era hacer juntos en política lo que no se había podido hacer hasta
entonces: sacar una Reforma Fiscal que le diera más recursos al gobierno sin
tocar a los más pobres, abrir el sector energético para atraer grandes
cantidades de capital, enfrentarse con éxito a poderes fácticos que habían
arrodillado a gobiernos anteriores. Los emocionaba -fui testigo de ello en las
entrevistas que les hice- ser protagonistas de un gran cambio, sentir que
incidían en el rumbo del país, gobernar aunque fuera vicariamente.
Desde sus propias trincheras les
advirtieron que su acercamiento con el gobierno les podía salir muy caro. Los
calderonistas tildaron a los maderistas de ilusos y los bejaranistas a
"Los Chuchos" de traidores. El riesgo, les decían, era que si las
reformas tenían éxito el crédito se lo iba a llevar todo el Presidente y su
partido. Ellos decían confiar en que el electorado se diera cuenta de sus
aportaciones y que premiara la responsabilidad, el que pusieran al país por
encima del encono infértil.
La tragedia de Iguala y los escándalos
de corrupción de fines del año pasado parecían un contexto propicio para que
los partidos de oposición recuperaran su vocación crítica y se pusieran al
frente del descontento y la reprobación que parte de la población manifestaba.
No fue así. No pudieron porque no eran ajenos a lo que estaba ocurriendo: el
PRD gobernaba en Iguala y en Guerrero donde se confundieron gobierno y crimen
organizado, y el PAN arrastraba sus propias historias de corrupción entre
"moches", presas ilegales y turbios negocios inmobiliarios. Pero
tampoco quisieron, se habían acostumbrado a poner por delante los intereses que
tenían en común con el gobierno y no a diferenciarse. Sus declaraciones eran
cuidadosas, sus condenas tibias. Cuando le pidieron una reacción a Silvano
Aureoles, líder de los diputados perredistas, sobre las revelaciones que estaba
haciendo la prensa extranjera de otro conflicto de interés entre altos
funcionarios del gobierno y contratistas: no condenó el hecho, no lo reprobó,
visiblemente molesto pidió que primero se indagara quién estaba detrás de estas
filtraciones y qué intenciones se ocultaban detrás de esas investigaciones.
Silvano reaccionó como si fuera parte del grupo gobernante porque se sentía
parte de él.
En las urnas Chuchos y Maderistas
sufrieron serios reveses. ¿Se les juzgó por su rol de cogobernantes o por su
falta de oposición? No lo sé.
Pero el domingo fue refrescante y
sorpresivo ver a una oposición punzante y nada complaciente. Más allá de si se
está de acuerdo con los recién llegados o no, la tensión y la distancia no
pueden ser sino positivas.
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