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9 de octubre de 2014

La ciudad vieja

Originaria de Torreón, Coahuila Lilia Rivera Mantilla  habita desde hace ya algunos años en la Colonia Portales dentro de la Delegación Benito Juárez del Distrito Federal. Es una de las zonas más céntricas de la ciudad capital y desde ahí es relativamente fácil trasladarse a cualquier parte de tan enorme metrópoli. Lilia y yo establecimos contacto vía Facebook y en algún momento de nuestras conversaciones le pedí que me pusiera por escrito sus vivencias de “chilanga por adopción”. Este es la primera de las que espero sean numerosas colaboraciones que estaré publicando principalmente en www.hoyacontecerdelalaguna.blogspot.com
   
Mi casa está situada en la Colonia Portales, dentro de la demarcación de la Delegación Benito Juárez. Esta delegación política puede considerarse como la más céntrica del Distrito Federal; desde este punto de la ciudad puede uno dirigirse fácilmente casi a cualquier parte de esta enorme metrópoli.
Al menos hasta el año 2005 –más o menos- se tenía por el municipio con más alta escolaridad en toda América Latina; nuestra Ciudad Universitaria pertenece a la Delegación Coyoacán, pero a los que vivimos cerca de alguna estación del metro en el área de Benito Juárez,  nos es muy fácil llegar en cuestión de algunos minutos; la delegación cuenta con muchas escuelas desde preescolar, educación básica, secundarias, preparatorias oficiales y privadas, así como universidades particulares y diferentes tipos de centros culturales.
Vivo cerca de la misma sede de la Delegación. Un espacio amplio, limpio y muy arbolado. A un costado de las oficinas principales se encuentra un hermoso y cuidado parque llamado Gral. Francisco Villa; sin embargo, siempre se le ha conocido como Parque de los Venados; esto se debe a que en medio del parque hay dos fuentes con una escultura, en el centro, en forma de estos gráciles animales de grandes astas.
Describo todos estos detalles de la zona en donde vivo, porque el otro día, mientras caminaba tranquila por algunas de estas calles, observaba cuánto ha cambiado este lugar en los últimos 35 años, época en la que llegué a vivir a esta parte de la ciudad. Indudablemente, la construcción de obras importantes trajo progreso al tiempo que cambiaba la fisonomía de varias colonias, así como también fue cambiando el aspecto de muchos de sus habitantes.
Se dice que entre mayor sea el nivel educativo de las mujeres y mayor su capacidad laboral, será menor el número de nacimientos; parece ser que esta tendencia se ha puesto muy de manifiesto en esta zona del Distrito Federal. Según informes de IAAM (instituto para la Atención de los Adultos Mayores), la Ciudad de México tiene el mayor número de ancianos en el país, y en la Delegación Benito Juárez se encuentra el mayor porcentaje de adultos mayores que viven solos; además en los últimos diez años, la población escolar en las escuelas aledañas a mi casa ha bajado considerablemente.
Entonces, es cierta mi apreciación: cada día hay más gente de la considerada vieja, recorriendo las calles y lugares públicos de esta parte no solo de la ciudad, si no del país.
Y me dedico a observar con más detenimiento a la gente que pasa a mi lado, a la gente que va junto a mí en el transporte público; tengo como una especie de pasatiempo contar cuántos hombres y mujeres solos, sin pareja, veo de compras en el supermercado; cuántos hombres y cuántas mujeres se ejercitan alrededor del parque o practican cualquier otra clase de ejercicio físico en el lugar indicado para ello; cuántos hombres y mujeres de edad avanzada viajan solos dentro y fuera del país; cuántos hombres y mujeres de la tercera edad siguen estudiando y adquiriendo cultura por su cuenta y por su gusto.
Lo que observo, al menos en lo que está a mi alcance, es que dentro de la gente de la tercera edad, son las mujeres quienes más actividades desempeñan como parte de un estilo de vida adquirido, y que no están dispuestas a dejar porque otros demanden su atención y cuidados.
Es común ver en diferentes partes de la delegación a mujeres de la tercera edad en grupo. A veces van vestidas de blanco porque es el uniforme de su clase de yoga o de tai chi; muchas de ellas llevan libros bajo el brazo o los pegan contra su pecho porque van de carrera al curso que ampliará sus conocimientos; muchas abarrotan los restaurantes en las mañanas, es delicioso platicar por horas ante varias tazas de café caliente, fruta y cualquier platillo que sea masticable, porque lo más importante es poder digerir tantas experiencias que se comentarán y compartirán durante esas primeras horas del día.
Muchas mujeres mayores, ya no de sesenta años, sino de cincuenta, viven solas… y felices. Regresan a sus casas para sacar de su interior a la diosa Hestia que ahora vive en ellas. Siguen siendo la luz y el fuego de su hogar, pero ese fuego lo encienden ahora para ellas mismas, mantienen limpio y cómodo su espacio para ellas mismas, si trabajan porque necesitan percibir un salario, ya no les causa angustia si no reciben una cantidad acorde con la inflación, ya sabrán cómo distribuir y hacer rendir su dinero, porque es solo para ellas. Están dispuestas a recibir en su templo a quien quiera entrar con respeto y sin demandar demasiada atención; es que tienen tanto que ver, que no pueden darse el lujo de distraerse con las angustias de otros.
Sí, al parecer esta parte de la ciudad se está llenando no precisamente de ancianos que viven solos, porque, en realidad, hombres viviendo completamente solos conozco muy pocos, mujeres dueñas de su propia vida conozco muchas, y las hay que están en la etapa del esplendor de su aún joven madurez.
Y me pregunto con sincera inquietud y hasta compasión: ¿Qué hace, en quién piensa, qué reflexiona, cómo se nutre, cómo se divierte, cómo se olvida del bullicio exterior un hombre solo cuando está consigo mismo en la quietud de su casa?.

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