El problema que enfrentamos los
mexicanos es estructural y lejos de remontarse la circunstancia actual puede
complicarse debido a que no da de sí el régimen de Enrique Peña Nieto independientemente de la voluntad que
pueda tener de corregir el rumbo. La verdad, es mala la gestión administrativa.
Nunca un presidente mexicano de cualquier partido había sido tan cuestionado y
tan impopular como el actual. Peña
Nieto va de un error a otro,
a tal grado que el deseo de los ciudadanos es que ya se acabe la pesadilla. La
columna Sobreaviso de René Delgado Ballesteros se tomó del portal electrónico de El Siglo de Torreón el pasado 4 de septiembre, aunque se
publica en otros medios impresos del país, principalmente los del Grupo Reforma.
Vistos en retrospectiva, son ya
varios sexenios en que el país carece de gobierno
Felipe Calderón |
Sin restarle
responsabilidad al actual jefe del Ejecutivo, es evidente que la situación lo
rebasa. No es para menos, el carácter del problema es estructural: el régimen
político no da más de sí. En esa medida, reducir la falta de gobierno a la mala
gestión administrativa o, bien, a la capacidad o la voluntad del mandatario no
contribuirá a remontar la circunstancia y sí, en cambio, puede complicarla.
Algún día habrá
que hacer el balance del daño provocado al país por las administraciones
panistas de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Contaron, el primero, con
condiciones políticas y, el segundo, con condiciones económicas insuperables
para emprender la reforma política necesaria, y las despilfarraron. En
particular, Felipe Calderón ahogó el país en un baño de sangre y renunció a la
política.
Vicente Fox |
Hoy, los
mandamases son mandamenos. De ahí la urgencia de que otras instancias u organizaciones
se activen. De otro modo, no es descartable ir a una situación peor a la
prevaleciente. No se ha tocado fondo porque, a sabiendas, se niega reconocer la
raíz del problema. Y sí, las cosas sí pueden empeorar.
Si bien los
polos y los agentes de poder han cambiado la configuración justamente del
poder, la subcultura del presidencialismo insiste en recargar sobre los hombros
del jefe del Ejecutivo todos los males y todos los bienes nacionales. La
realidad, sin embargo, desde hace años es otra. Lo sabe la clase política,
aunque una porción venere y le queme incienso al mandatario y otra lo vitupere
y desee quemarlo en leña verde. Por eso sorprende la pasividad o la perversidad
de los partidos opositores.
Los partidos
Acción Nacional y de la Revolución Democrática actúan como si la situación
fuere exclusiva responsabilidad del presidente Enrique Peña Nieto. Y sí, sí es
competencia de la administración pero también de los partidos opositores
ocuparse de cuanto está ocurriendo. Estructural y coyunturalmente, la oposición
contribuyó por acción u omisión a llevar al país a la crisis que lo afecta.
***
La evidencia es
obvia. El régimen niega el gobierno. No importa quién gane la próxima elección
presidencial, nadie conquistará el gobierno.
Luís Videgaray |
Por decir lo
menos, durante los últimos 16 años esa ha sido la experiencia: candidatos y
partidos ganan votos, no siempre con legitimidad, pero no constituyen
gobiernos. Salvo muy contadas excepciones, en los estados el resultado ha sido
el mismo: alternancia sin alternativa.
Si las fuerzas
opositoras, incluida Morena, no calibran la dimensión del problema frente al
cual se encuentra el país o, peor aún, pretenden derivar ganancias de la ruina
de la administración; de relevarla, en breve podrían hallarse en igual o peor
circunstancia. Sin desconocer los muchos y graves vicios y errores en los
cuales han incurrido el presidente Enrique Peña Nieto y destacados miembros de
su equipo, lo que vulneró su posibilidad de constituirse en gobierno fue y es
la estructura del régimen político.
Si la
administración y los partidos opositores no se aprestan a construir un dique
que contenga la degradación política, difícilmente podrán garantizar los
próximos comicios y la consecuente transmisión del poder en condiciones
aceptables. La oposición puede exigirlo a gritos, pero difícilmente conseguirlo
si no trabaja en ello.
La sola
exigencia no bastará para asegurar la posibilidad de que la próxima
administración, sin importar su signo político, se constituya en gobierno. Si
se sigue actuando con la miopía que fija el horizonte al fin de semana
siguiente, da igual quién obtenga el mayor número de votos o cuáles sean sus
intenciones, la historia se repetirá como con Fox, Calderón y Peña: no habrá
gobierno. Y el país no resiste arrojar al cesto de la historia y la basura un
cuarto sexenio.
Más de una
generación se ha visto afectada -por no decir, frustrada- a causa de la miopía
y la ambición sin dirección de la clase política que, de a tiro por elección,
reforma la reforma electoral para ajustar el reparto del poder, pero no el
sentido del poder.
Se requiere de
una gran reforma política, no de una pequeña reforma electoral.
***
Hoy, pese a la
facultad presidencial, el gabinete no puede quedar sujeto a la voluntad, deseo
o capricho del jefe del Ejecutivo.
Donald Trump |
Se requiere de
un secretario de Hacienda que dé confianza a los sectores productivos y
bancarios sobre la correcta conducción de las finanzas y la economía, fijando
con objetividad la política adecuada ante el complejo cuadro exterior e
interior. Se precisa de un secretario de Gobernación que dé confianza no sólo
al mandatario sino también a las dirigencias partidistas, así como a los
precandidatos presidenciales, un hombre de Estado sin la intención de concursar
por la Presidencia y con el deseo de hacer política. Es menester un canciller
que conozca la dificultad de conducir la política exterior, cuando cruje la
política interior.
La integración
si no de un gabinete de coalición, sí de confianza en los rubros mencionados,
así como en los de procuración de justicia, persecución de la corrupción y
prevalencia de la seguridad pública. Tener certeza en esos rubros es clave para
edificar ese dique.
***
Si todo es
llenar de calificativos y de pintas el Palacio Nacional cargando toda la
responsabilidad sobre el jefe del Ejecutivo, cosa de comprar tinta y pintura.
Si la idea es trazar las bases para que la próxima administración se constituya
en gobierno y emprenda esa reforma política, es hora que el peñismo y la
oposición, la clase política en su conjunto asuma su responsabilidad.
Sobreaviso12@gmail.com
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