
Hace un
año empezaría la tragedia inimaginable. Había caído profundamente dormida
después de un día de mucho ajetreo. Apenas pude reaccionar cuando sonó la
alerta sísmica; nos dio tiempo de bajar, se sentía muy fuerte el movimiento
-como péndulo balanceando rápido de un lado para el otro-; los vecinos
coincidíamos en que se sentía muy fuerte. Después de recuperar la calma, nos
enteramos de la magnitud y el epicentro: 8.2, Pijiapan, en la costa de Chiapas.
Las noticias por radio reportaban muy poco, en la noche no se podía apreciar la
magnitud del desastre. El asombro y la tristeza fue lo que prevaleció a la
mañana siguiente. Once días después, otra catástrofe que no hemos podido
superar. Yo, no.
Antes de la
tormenta
Sabía que estaba por empezar a llover, olía a humedad por todos lados,
pero el parque se veía hermoso lleno de tonalidades verdes y grises. Boté
a un lado el paraguas y decidí tomar algunas fotos, son de esas ocurrencias que
de pronto me asaltan y, ahora sin prejuicio, decido llevar a cabo. Y después
corrí hacia el restaurante-cafetería donde, con cierta frecuencia, me reúno con
varias amigas a platicar, a reír o llorar según los sentimientos que traigamos
muy adentro.
Como si hubiéramos sacado un radar para detectar qué fenómenos
meteorológicos se aproximaban por cielo, mar y tierra, nos pusimos a recordar
el terremoto de 1985, cada quien compartió los recuerdos de sus propias
vivencias. Afuera llovía y llovía.
Llovió tanto que esto provocó que se desbordara el Río San Buenaventura
de Xochimilco y que inundara un gran tramo del Periférico que corre hacia el
sur y al oriente, en la Ciudad de México. Mi amiga Aurora y su familia se
quedaron atrapados por horas en plena inundación. Nos iba informando por medio
de whatsapps (me choca la palabrita) de lo caótica que estaba la situación y de
lo asustada que se encontraba; pudieron salir del atolladero para llegar a su
casa alrededor de las tres de la mañana.
Y en la noche del jueves 7, casi para empezar el viernes 8 de
septiembre, ocurre un sismo de una magnitud que no nos esperábamos, y que,
lamentablemente, dejó muerte y destrucción en cientos de municipios, de los muy
necesitados, en Oaxaca y Chiapas. El huracán Irma iba arrasando lo que
encontraba a su paso por las islas del Caribe, el huracán Katia pegó al norte
de Veracruz; para el domingo 10 de este mismo mes, Irma casi barre la Florida,
y aún no se sabe qué caprichosa trayectoria llevará José.
Desastres naturales, ¿por qué? La Tierra está viva y se mueve, retiembla
en sus antros y se refresca. De los seres vivos, ¿quién fue el último en
aparecer sobre su faz? Los humanos nos sentimos tan superiores porque nos han
dicho que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, pero somos tan frágiles
y tan efímeros. Mejor será que hagamos las paces con la naturaleza.
Lilia Margarita Rivera Mantilla
Ciudad de México 11/09/17
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