Gerardo Hernández González. |
México
está podrido de política, asegura Gerardo Hernández González en su columna Capitolio. “La padece en su expresión más pedestre, insustancial y
mezquina, pues no ve por el bien común sino por el interés de las burocracias
partidarias, sindicales y los grupos encaramados al poder para enriquecerse y
empobrecer al país”. El texto se puede leer en la página web de Zócalo de
Saltillo en www.zocalo.com.mx .
Si
Jorge Luis Borges se sentía “podrido de literatura”, México lo está de
política. La padece en su expresión más pedestre, insustancial y mezquina, pues
no mira por el bien común sino por el interés de las burocracias partidarias,
sindicales y los grupos encaramados al poder para enriquecerse y empobrecer al
país. Por graves que sean sus latrocinios, la impunidad las pone fuera del
alcance de una justicia igualmente envilecida, que protege a los poderosos y se
ensaña con los desposeídos.
Jorge Luís BORGUES. |
El
atraso del país lo explica el cáncer de la mala política y de un largo período
de infancia ciudadana que la tolera en lugar de reprimirla en la vida cotidiana
y en las urnas. Esa política equivale a corrupción, nepotismo,
discrecionalidad, secretismo, negocios ilícitos y privilegios. Por lo mismo, la
mayoría abomina de ella y de quienes la practican, sean de izquierda, centro o
derecha. Si México es el país de América Latina y el Caribe donde menos se
aprecia la democracia, según el estudio de la ONG Latinobarómetro 2013, es por
el deplorable desempeño de los partidos y de sus gobiernos.
Hugo Chávez. |
Sin
embargo, política y democracia no son equivalentes. Por lo tanto, esta no debe
ser reprobada por los defectos de aquella. La política vicia a la democracia,
pues los partidos —no el pueblo— son los que imponen sus agendas. Hugo Chávez,
sin proponérselo, le hizo un enorme servicio a la democracia. Después del error
de elegirlo por primera vez, en un contexto semejante al de México ahora
—repudio a una clase política voraz y sin liderazgo—, el 87% de los venezolanos
prefiere hoy la democracia a cualquier otra forma de gobierno.
En
nuestro país, según Latinobarómetro, poco más de un tercio de la población
considera a la democracia como el mejor sistema de gobierno. Es paradójico que
el cambio de partido en la presidencia, en lugar de afianzar la convicción
democrática de los mexicanos, la haya desalentado. Entre 2000 y 2002, el apoyo
ciudadano a la democracia subió de cuarenta y cuatro a sesenta y tres por
ciento; hoy es de treinta y siete. La sociedad esperaba resultados, y no los
hubo.
Nicolás Maduro. |
Otro
dato que aporta la investigación de la ONG basada en Santiago de Chile, es que
en México sólo el 21% de la población está satisfecha con el funcionamiento de
la democracia. En Uruguay el grado de satisfacción es de 82 por ciento. No de
balde, pues el presidente José Mujica, ex guerrillero en los años sesenta,
gobierna cerca del pueblo y ha renunciado a los privilegios del poder. En su
pensamiento social y estilo austero, se adelantó al papa Francisco.
Es
preocupante que en México se repudie la política y se tenga en tan baja estima
a la democracia, por los riesgos que implica para la estabilidad, pero aún más
grave resulta que sean los partidos y el propio gobierno quienes hayan iniciado
una escalada de odio en el marco de la miscelánea fiscal. Máxime en un contexto
de inseguridad, violencia, desacuerdo político y crispación social. Tratar de
sustentar una política hacendaria, que el sector productivo y la clase media
rechazan por inicua, representa jugar con fuego. El país puede incendiarse —y
lo poco avanzado echarse por la borda— si los agentes políticos no abandonan su
actitud beligerante y si el gobierno no deja de actuar con ineptitud y
arrogancia.
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