Lydia Cacho Ribeiro. |
Activista
contra la trata de blancas y a favor de la mujer, Lydia Cacho Ribeiro es una periodista que ha alcanzado relieve nacional por las
causas que defiende y por los temas de sus libros y artículos, el presente
texto corresponde a la columna Plan B que se publica en el periódico Zócalo y lo compartimos con ustedes por
considerarlo de gran interés. La periodista se refiere al dueño de Televisa
Emilio Azcarraga quien respondió a un reclamo de
estudiantes: “Si no les gusta lo que hay en la televisión, no la vean.
Respetamos su opinión”. El padre se autodenominaba como un “soldado del PRI” y
decía que la televisión en México
no es para intelectuales, sino para jodidos.
Unas
estudiantes se acercaron a Emilio Azcárraga, le reclamaron que produce basura
en sus televisoras. Un testigo presencial me cuenta que Azcárraga con absoluta
parsimonia miró a las jóvenes y dijo: “Si no les gusta lo que hay en la
televisión, no la vean. Respetamos su opinión”. El argumento de este
controvertido empresario es impecable, porque se asienta en la noción del libre
albedrío. Un producto está a la venta y quien lo consume toma una decisión
libre, autónoma e informada como consumidor, ¿cierto?
Emilio Azcarraga. |
¿Qué
es lo que nos hace enojar frente a los contenidos de la televisión?, acaso la
deformación, malinformación y la opinión estratégicamente inducida en horario
triple A. O el sexismo que promueve la oprobiosa cosificación de mujeres y
niñas como hembras-objetos ante hombres-machos, una y otra vez hasta que esa
aplanadora normaliza lo que Sartori llama la dictadura de la imagen sobre la
realidad. Acaso nos indigna que una mujer soez y gritona (ahora es Bozzo y
mañana será otra) utilice a las personas más afectadas por la discriminación,
la pobreza o la violencia para exhibirlas en un circo que caricaturiza el
sufrimiento real.
Tal
vez nos crispa que en lugar de entrevistar a las personas involucradas en el
disenso social organizado, se les muestre como revoltosos. O enoja acaso la
producción ad nauseam de culebrones que reivindican y favorecen los
estereotipos que dividen a todas las mujeres entre buenas-sumisas y
malditas-cabronas. Las sumisas siempre ganan; así que, a ser sumisas.
Pero
¿vale la pena tomarse esto tan en serio? Para qué engañarnos si todas las
personas buscamos entretenernos. Hay quienes viven con mayor intensidad la
realidad, quienes por su trabajo o por voluntad politizada están en mayor
contacto con historias de corrupción, de activismo y de problemática social.
Hay quienes viven una existencia dura o incluso miserable; entonces el
televisor es el único acompañante que les permite entrar en la fantasía en la
que son otros quienes sufren, o en las novelas en las que los malos lo son de
tiempo completo y los buenos también y lo malos se mueren, se quedan solos o
van a la cárcel. Las mujeres buenas siempre encuentran al amor de su vida, el
jardín siempre florece. Y en un mundo de tanta violencia quién no quiere ver el
jardín florecer, aunque sea por unas horas.
¿Es
la televisión un asunto de clases? Es decir, acaso los programas afectan más a
quienes menos reflexionan sobre sus contenidos o, por el contrario, son
integradores de quienes podrían rebelarse de mayor y mejor manera pero se
consideran inmunes al efecto pedagógico de la ficción televisiva. Creo que
afecta de manera diferenciada, pero igual afecta a toda persona que la mire. De
ser cierto lo que asegura Giovanni Sartori, que la televisión ha acabado con el
pensamiento abstracto, es decir con las ideas claras y diferentes, quien esté
libre de influencias que tire el primer control remoto. ¿Acaso quienes lograron
desarrollar un pensamiento.
Urge una aproximación más documentada sobre los contenidos televisivos. ¿Son responsables los empresarios de producir contenidos que fomenten la violencia y la discriminación? Acaso deberíamos de discutir si se debe despedir a la conductora del circo de la miseria humana que viaja en helicópteros pagados con nuestros impuestos, cuando hay tantos problemas en México. Yo digo que sí, porque todo debate que nos ayude a regresar a un análisis profundo para salir del mero “cámbiale de canal” es tremendamente útil. Y no me desvío con un entreténgase leyendo un libro, porque al final toda persona tiene derecho a elegir el medio para su diversión, y su medio de información también. Cuando las noticias se fabrican a modo del gobernante que paga para que le peguen a quien disiente; cuando el contenido tiene como meta destruir la dignidad de la población, mentir para subsistir, distraer para ganar, y lo hace a través de la domadora del circo, la cadena de favores y sus autores deben ser evidenciados. son capaces de mirar la televisión, divertirse, reflexionar y luego analizar los efectos emocionales y culturales de la programación que de inicio buscaron para divertirse?.
Urge una aproximación más documentada sobre los contenidos televisivos. ¿Son responsables los empresarios de producir contenidos que fomenten la violencia y la discriminación? Acaso deberíamos de discutir si se debe despedir a la conductora del circo de la miseria humana que viaja en helicópteros pagados con nuestros impuestos, cuando hay tantos problemas en México. Yo digo que sí, porque todo debate que nos ayude a regresar a un análisis profundo para salir del mero “cámbiale de canal” es tremendamente útil. Y no me desvío con un entreténgase leyendo un libro, porque al final toda persona tiene derecho a elegir el medio para su diversión, y su medio de información también. Cuando las noticias se fabrican a modo del gobernante que paga para que le peguen a quien disiente; cuando el contenido tiene como meta destruir la dignidad de la población, mentir para subsistir, distraer para ganar, y lo hace a través de la domadora del circo, la cadena de favores y sus autores deben ser evidenciados. son capaces de mirar la televisión, divertirse, reflexionar y luego analizar los efectos emocionales y culturales de la programación que de inicio buscaron para divertirse?.
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