El reciente campeonato del futbol mexicano ha dado mucho que hablar no únicamente a los cronistas deportivos sino a los periodistas que se ocupan de otros temas, es el caso de GERARDO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ quien en su columna CAPITOLIO que se publica en varios medios coahuilenses nos habla de como la pésima estrategia de BIBIANO VILLA CASTILLO fue generadora de una mayor presión sobre los Rayados de Monterrey que los favoreció para obtener su cuarta estrella.
Los títulos se ganan en la cancha, pero se preparan, ambientan y paladean en las tribunas, las calles, los medios, los cafés, el trabajo, la mesa familiar. Pasa lo mismo con las elecciones. En las urnas se deciden, pero los votos se consiguen fuera de ellas, idealmente con trabajo. Santos y la afición esperan el nuevo torneo para alzar el cuarto campeonato que esta vez se le esfumó en Monterrey, donde el público, como su equipo, se creció. La capital nuevoleonesa y la metrópoli lagunera necesitaban ese estímulo para aliviar, un poco, meses, años de malas noticias, de peores gobernantes, de crisis de liderazgos.
Lo rescatable de la final es la actitud de los laguneros frente a la derrota. La asumieron como debe tomarse cualquier fracaso, lo mismo en los deportes que en la política, en los negocios que en el amor, con espíritu olímpico, sin dramatismos, sin recurrir a la salida fácil de culpar al contrario o a fuerzas naturales o metafísicas de un resultado adverso. Quien se prepara mejor y compite para ganar, logra su cometido. No hay peor aliado que el miedo y el derrotismo. Elementos, ambos, que impregnan el ambiente nacional. Si interiorizamos que nada nos saldrá bien como país, aun las cosas en las que depositemos el mejor empeño resultarán siempre mal. O se percibirán así.
En el juego del domingo, los Rayados empezaron el partido con un gol en contra, pero con un punto a su favor. El ánimo, de por sí exacerbado, de una afición lastimada por el trato que recibieron algunos de los suyos en Torreón. Si con el mismo celo con que el general Bibiano Villa procedió contra la porra de Monterrey lo hiciera para prevenir el delito y meter en cintura a los miles de automovilistas que circulan sin placas, la ciudad tendría hoy mismo lo que José Ángel Pérez prometió, pero jamás consiguió: la mejor policía del norte de México.
El cuarto campeonato para la Pandilla, que a los Guerreros se les escurrió de entre las manos, lo ambientaron los muchachos del general, cuya corporación cobró fama de represiva y ventajosa en el país, circunstancia que al final se le cobró al equipo en Monterrey. No con agresiones, sino con mayor presión en las tribunas. Pero la vida sigue y es bueno que así sea. En los juegos a que asistí, en Torreón, saludé a gente de Saltillo, como también la hubo de Nuevo León, Chihuahua, Durango…
Una región como La Laguna, que busca nuevos signos de identidad, de aliento, de cohesión, de alegría, tiene en el Santos una de sus mejores marcas. Me refiero al equipo como tal, no a las empresas que se anuncian en su camiseta y suponen que ese sólo hecho las exime de responsabilidad social y del deterioro ambiental. La inversión en el estadio y en el proyecto que lo engloba brindan lo que el general Bibiano no ofrece en las calles: seguridad.
En el caso de los Guerreros, la garantía es que el equipo será siempre de los laguneros. La directiva aprendió que actuar a espaldas de la afición es el peor de los negocios. Pasó cuando, en una operación subrepticia, Carlos Ahumada apareció de pronto como nuevo propietario. La Laguna necesita inversiones, empleos, seguridad, pero también elementos, ambientes que los atraigan. Santos y su estadio, si se aprovechan mejor, pueden cumplir en abundancia ese papel.
gerardo.espacio4@gmail.com
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