Roberta Garza. |
En la sección Acentos de Milenio Diario Laguna la periodista Roberta Garza originaria de Nuevo León, se refiere en su más reciente entrega a la toma de la calle en el Distrito Federal por parte de los maestros de la CNTE y a la falta de inventiva en las consignas, pues las que se utilizan en sus marchas son las mismas que pronunciaban hace treinta y cuarenta años.
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9191187
No importa si el medio es radical-chic e
integrado solo por periodistas comprometidos o si está enteramente al servicio
de la mafia en el poder: a pesar de los teléfonos inteligentes y demás señas de
modernidad en las imágenes, el espectador es transportado directamente a 1970.
Las consignas son “Abajo las transnacionales y el Banco Mundial”, o clásicos
como “Zapata vive, la lucha sigue”, “El pueblo unido jamás será vencido” y
“Educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués”,
como si en 40 años a nadie se le hubiera ocurrido un nuevo grito de batalla.
Los símbolos también son añejos: el uniforme de los quejosos es casi siempre
rojinegro, con paliacate al rostro, camisetas del Che, alguna estrella maoísta
y, en las mantas, la hoz y el martillo de la extinta Unión Soviética entre
escudos gremiales emulando la estética de los grandes nacionalismos de la
posguerra.
Pero no culpemos a las formas: el
problema de fondo es esa maldita manía de considerar legítimo el dirimir los
entuertos a gritos y en las calles, como si la dictadura tricolor no hubiera
caído, el IFE no existiera y el Congreso, la policía, la economía, la prensa y
demás contrapesos conquistados por muchos mexicanos valerosos y, en su mayoría,
muertos, siguieran acatando únicamente al dedo presidencial.
No es asunto de desentenderse de la
mezquindad y el oportunismo de nuestra clase política; de la debilidad, el
tortuguismo y la falibilidad de nuestras instituciones; de la inopia y la
ausencia de juicio crítico del ciudadano mexicano en permanente estado larvario
ni de la indefensión del hombre común ante las arbitrariedades de alguna lady o
gentleman empoderado por sus palancas, reales o imaginarias. Es asunto de
entender que, a pesar de todo lo anterior, han pasado 40 años y hoy es posible
—y, a veces, sano— descalificar al Presidente de la República o exhibir las
corruptelas de diputados y gobernadores firmando la nota sin que pase nada. Que
los políticos que se dicen de izquierda han dejado de ser reprimidos u
obligados a la clandestinidad, mostrándose abiertamente tan carroñeros,
salvajes y apátridas, aunque quizá un poco más hipócritas, que a quienes ellos
señalan con dedo flamígero como de derecha. Que quienes ordenan a sus
agremiados marchar bajo amenaza de descuento o de despido no exponen el pellejo
más allá de la insolación ni, en la mayoría de los casos, lo hacen porque se
ven obligados —entre las excepciones, los familiares de los desaparecidos del
Heaven que, si no tapan Reforma tres días después de presentadas las denuncias
y habiendo sido enviados una y otra vez al carajo por las autoridades de
nuestra capital progresista y de vanguardia, seguirían esperando que les
abrieran el caso—, sino como una táctica equivalente a la extorsión que les
resulta más rápida y fácil, aunque mucho más onerosa socialmente, que aportar
alternativas viables o litigar ante las instancias que marca la ley o, en
última instancia, acatarla hasta que pueda ser modificada.
Ante estas recurrentes vejaciones de los
procedimientos cotidianos de cualquier estado de derecho pocos levantan una
ceja: las reformas se frenarán en las calles, no en el Congreso, dijo en su
mitin Rayito, siempre tan amoroso como demócrata. Y sus panegiristas le
aplaudieron como si fuera 1970.
Twitter:
@robertayque
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.