Los
temas relacionados con el erotismo y la sexualidad tienen mucho que ver con la
conservación de la buena salud, y sabedora de esto Verónica Maza
Bustamante escribió
acerca de Energía Sexual el pasado fin de semana en su sección El Sexódromo, que se publica en los periódicos de Grupo Milenio. Como acostumbra, la periodista y sexóloga
se documenta perfectamente por lo que nos ofrece a sus seguidores información
muy confiable.
Con frecuencia me preguntan, tanto lectores
como conocidos, cuál es la duración promedio de un encuentro erótico. Aunque sé
los estándares que, basados en minutos, se han creado mediante estudios,
encuestas e investigaciones, suelo decirle a quien lo cuestiona que el tiempo
ideal siempre será aquel tras el cual se sientan satisfechos, contentos, bien
atendidos y sepan que la contraparte se encuentra en el mismo estado. A veces
la numeritis tan común en nuestra sociedad actual puede hacer daño más que ser
de utilidad, pues trata de generalizar, de estandarizar, y sabemos que lo
relacionado con la sexualidad humana no puede ser manejado así. Quizá a una
pareja les resulte de lo más satisfactorio estar una hora en el relajo sensual, mientras que otra haya quedado extasiada
después de un inesperado rapidín que duró cuatro minutos pero que los excitó al
hacer algo no planeado o en un lugar que no era el cotidiano. También puede ser
que una misma pareja disfrute con ambas opciones.
Lo mismo sucede con la frecuencia. Que si hay
que hacerlo tres veces por semana pero logramos “convencer” a nuestra pareja de
hacerlo una vez cada dos meses, que si yo quiero diario y él no, que si nos
sentimos mal porque la estadística dice que el promedio son dos ocasiones cada
siete días pero nosotros lo hacemos una vez por semana, etcétera. Aquí aplica
lo mismo: la clave es el consenso; si las dos partes se sienten felices de
hacerlo una vez al mes y en esa ocasión explotan, exploran, sienten todo, ¿por
qué iba a estar mal aunque no entre en el margen de lo establecido por
parámetros internacionales? O por el contrario: a cada rato me escriben para
decirme que casi cada noche lo hacen, a veces rapidito, otras con más calma, y
me preguntan si “está mal”. Mientras eso no interfiera con su vida cotidiana,
los dos estén felices, no se cansen demasiado, no encuentro motivo para que
dejen de hacerlo.
Lo realmente importante cuando compartimos
nuestro cuerpo con alguien más es la calidad más que la cantidad. La frase
suena trillada, pero siento que no ha sido comprendida por la mayoría cuando
hablamos del disfrute erótico. No es competencia. No se trata de cumplir con lo
establecido y si no es así sentirnos mal, unos “perdedores”, unos
“pervertidos”. La calidad tampoco está relacionada con llevar a la pareja a un
hotel caro luego de invitarle una cena en un restaurante lujoso o de hacerle
regalos para que “afloje aquellito”. Al menos para mí, el término tiene que ver
con sentirnos plenos antes, durante y después el suceso sensual. Sonreír por
ello, sentir que el vínculo afectivo crece, o la complicidad, si se trata de amantes
sin compromisos amorosos.
¿Qué es lo que engrandece al sexo?, se
pregunta en un capítulo del libro La biblia del sexo sagrado su autora,
Cassandra Lorius. “El erotismo implica mucho más que el encuentro de dos
cuerpos, por muy apasionado que este sea. El significado subyacente del
principio erótico es la conexión, ya sea entre personas, en los individuos o en
las comunidades”, señala, y habla de que aquello que te puede llevar a
trascender en el disfrute de las delicias de Eros es la fusión, durante esos
momentos, del corazón, de la mente, del alma, del impulso y la pulsión
pasional, es decir, de todo aquello que nos constituye más eso que nos ha
llevado a desear a la otra persona, a decidir compartir nuestro ser con él o
con ella.
Entre quienes estudian la sexualidad sagrada
se habla de la “energía sexual”, es decir, de establecer una conexión con la
pareja que nos ayude a lograr lo que menciono en el párrafo anterior. Un buen
paso para conseguirlo o, cuando menos, comenzar a percibirlo es olvidándonos de
todas las expectativas que podamos tener (de la duración que DEBE tener, de la
frecuencia, del número de posiciones a realizar, de la dureza de la erección,
de la intensidad del orgasmo y demás). Lograr llegar al placer como si fuera la
primera vez, como si desembarcáramos en un puerto nunca antes conocido (aunque
llevemos muchos años haciéndolo con la misma persona) aunque no sea cada vez
pero sí con cierta frecuencia, nos ayudará a entrar en este universo del gozo
ilimitado.
Es necesario un cambio de enfoque para
lograrlo. Buscar en nosotros mismos y en nuestras parejas sus cualidades más
refinadas, darnos el permiso de explorar, de sentir y percibir, de probar
nuevas posibilidades, contar con herramientas diversas además de nuestras
anatomías. Conversar al término del agasajo qué fue diferente, qué fue más
placentero. Pero no es manda, repito. No pretendan hacerlo a partir de ahora
cada vez, bombardeando a sus compañeros/as con preguntas o sacando a flote
inseguridades bajo el pretexto de un “nuevo acercamiento”. El erotismo tiene mucho de intuición también.
Los tiempos que se pueden manejar serían más bien los que genere la confabulación
amorosa, el gozo de meternos en cada unión corporal con simpatía y anhelo,
utilizando todo aquello que la modernidad, el ingenio, la creatividad, la libertad
y el impulso nos ofrecen.
La energía sexual está ahí. Es cuestión de
relajarnos, de abrirnos a ella. Puede ser algo místico o relacionado con lo
sagrado, pero también una práctica que, sin este halo, sea constante en una
pareja que está dispuesta a hacer un baile de disfraces cada día, como cantaría
Joaquín Sabina; pensar que eso solo lo pueden hacer quienes busquen la
iluminación del tantra o alguna “onda extravagante oriental” también limita a
muchos seres humanos. Así que adiós etiquetas y numeritos. Abramos nuestro ser
al sentir, al placer. Buena suerte.
*** ***
EL BUZÓN DE VERÓTIKA
¿Recomendarías el uso del huevo de obsidiana
para fortalecimiento del techo pélvico y sanación de nuestro lado femenino? Me
dijeron que puede quedarse dentro de la vagina durante días; desconfío de eso.
Marce
Confieso que desconocía su existencia, pero ya
me informé al respecto. La obsidiana es lava volcánica (caliente) que al entrar
en contacto con la superficie (fría) se condensa y cristaliza, es un cristal
mineralizado, explican sus promotores. Dicen que el uso del huevo de esta
piedra para fortalecer la vagina es una práctica que se desarrolló en la
antigua China para tratar esta zona del cuerpo femenino.
De acuerdo con los investigadores y
escritores Mantak Chia & Maneewan Chia, se debe usar en la noche, al
dormir. Se introduce por el orificio externo de la vagina y es necesario
contraer los músculos para que recorra todo el canal vaginal hasta el cuello de
útero. Al contraer la vagina, contraemos el músculo pubococcígeo o “músculo del
amor”, que rodea el ano, la vagina, la uretra y sostiene los órganos
reproductores. Sugieren que, tras el descanso, se puje para expulsarlo, se lave
y se use hasta la velada siguiente.
Respondiendo a tu inquietud, no se podría
quedar adentro por días si tú no quieres, es decir, siempre hay maneras de
expulsarlo, ya sea pujando, jalando, poniéndote en determinadas posturas. Pero
imagínate que te despiertas tarde, debes salir rápido de casa para llegar a
trabajar ¡y el huevo no sale! Entre la ansiedad y las prisas te podrías
lastimar. Leyendo sobre sus beneficios, me parece que son los mismos que
aportan 15 minutos diarios de ejercicios de Kegel para fortalecer el músculo
mencionado, así como hacer ejercicio cotidianamente, lo cual es más sencillo, a
mi parecer.
@draverotika
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