Jacobo Zabludovsky |
El 8 de agosto de 2011 el recientemente fallecido periodista
mexicano Jacobo Zabludovsky dedicó
su columna Bucareli a un tema muy doméstico: el precio del aguacate que en ese
momento se elevó considerablemente, tal como ocurrió con el limón el año
pasado. Zabludovsky establece una relación entre el precio del aguacate, la
violencia en Michoacán y el desafío del ejército enemigo trasnacional, lo que
recuerda nuestra amiga Lilia Margarita Rivera Mantilla en ocasión del reciente fallecimiento del destacado periodista
mexicano de origen judío. El artículo nos parece sumamente interesante razón
por la que lo compartimos con ustedes, pero antes veamos el comentario de Lilia Margarita:
Lilia Margarita Rivera Mantilla |
El año pasado fue el limón.
Escaso y carísimo el que lográbamos encontrar. Hace cuatro años fue el
aguacate. Estuvo a setenta pesos el kilo, cuando lo podíamos conseguir.
Sobre aquella situación
anormal de uno de los frutos más importantes en la alimentación mexicana, Jacobo Zabludovsky escribió en su columna de
todos los lunes en El Universal: No sé qué sería de mí si desapareciera el aguacate de la dieta de
los mexicanos, me gusta mucho por su sabor y todos los beneficios que aporta.
Pero hace cuatro años, en
este artículo de tintes muy domésticos, Jacobo describe lo que realmente había de fondo en todo eso, igual que
sucedió tres años después con el limón. Ejércitos enemigos dentro del mismo
territorio mexicano, peleando por el control de la tierra, de sus frutos, de
sus gentes. Y seguimos igual.
Como buen mexicano ¿te
gusta mucho el guacamole y descubres con sorpresa que cuesta más de $70.00 el kilo,
si es que lo encuentras por los alrededores de tu domicilio? ¿Crees que la
escasez es consecuencia del terrible cambio climático? Con la pena, pero no,
esa no es la causa. Enterémonos.
Lilia Margarita
Más libros, más libres
No es película de Juan Orol ni ocasión
para chistes malos.
El precio del aguacate y el desafío del
ejército enemigo transnacional se unieron esta semana en Michoacán para agravar
la angustia de los mexicanos. Una mezcolanza absurda si se tratara de un país
normal, pero México ha dejado de serlo desde hace 50 mil muertos, al grado de
convertir lo trágico en el pan nuestro de cada día. Una fruta y un secuestro colectivo
parecen elementos imposibles de mezclar. Sin embargo, su presencia simultánea
puede servir para explicar el desastre michoacano, indicio del que padece la
república.
Michoacán es el primer productor
nacional y tal vez mundial de aguacate. El mercado interno consume 11 kilos
anuales por persona. La producción nacional en 2008 superó el millón de
toneladas, de las cuales se exportaron más de 320 mil. Sus precios dependen de
la oferta, la demanda y de la temporada. Hoy están por los cielos: en algunas
tiendas llega a 100 pesos el kilo, según la variedad. La más común es el Hass,
calidad de exportación.
En mercados de Estados Unidos, principal
consumidor extranjero, un aguacate puede cotizarse hasta en tres dólares. Pero,
¿quién regula los precios de este oro verde? No los productores, ni los
intermediarios, ni los exportadores, ni el mercado libre. En la respuesta está
la clave de la conexión entre el aguacate, 14 secuestros y la realidad de la
vida y la muerte en Michoacán.
Los precios del aguacate son fijados por
grupos que gobiernan de hecho el estado, aunque desde las sombras y al margen
de la ley. Deciden cuándo debe cortarse y la cantidad. Nadie puede producir más
o menos, ni vender a otro precio que el ordenado, a menos que se arriesgue a
sufrir las consecuencias. Si un productor, vendedor o simple consumidor es
sorprendido con una o más cajas de aguacate después de las siete de la tarde se
le retiene, se le tablea, es decir, se le golpea con una tabla en los glúteos y
la espalda, para que aprenda. Nadie debe transportar aguacate fuera de lo
permitido y el castigo es mayor en relación con la carga.
La vigilancia es total y nadie escapa a
las exigencias de los verdaderos dueños de las vías de comunicación,
distribución y ventas en la entidad. Hay productores que prefieren dejar el
producto en los árboles debido a que no les produce ganancia alguna. En un
estado esencialmente frutero como Michoacán ocurre lo mismo con el mango, el
melón, la sandía y otros vegetales. El caso del aguacate destaca y sirve para
explicar su actual precio exorbitante sin alguien que pueda oponerse, o
siquiera atreverse a pensarlo.
En ese ámbito de impunidad, nueve
empleados modestos de dos agencias encuestadoras son secuestrados, escondidos y
liberados sin señales de violencia, sin que hasta el momento de escribir este
Bucareli se sepa quién o quiénes, ni por qué o para qué los secuestraron, las
condiciones y lugar de su cautiverio, ni por qué y de qué manera los
secuestraron. El viernes se supo que cinco empleados de la Sección Amarilla del
directorio telefónico también fueron levantados, alarde de poder demostrador de
quién manda aquí y no se equivoquen.
A principios de julio el gobierno
federal envió a mil 800 policías federales “a reforzar el combate contra el
crimen organizado en Michoacán”. Nadie olvida, cómo vamos a olvidar, que éste
es el estado natal del presidente Felipe Calderón, quien el jueves se apresuró
a volar al terruño, oportuno gesto de tranquilidad en medio del terremoto, y
también, como quien no quiere la cosa, apoyar con su presencia a su hermana,
quien se postula para gobernadora en las elecciones de noviembre próximo. Son
los últimos comicios previos a las elecciones generales de 2012.
El ejército enemigo ha hecho una
exhibición de fuerza en Michoacán y al mismo tiempo un ensayo, lo que los
militares llaman maniobras de entrenamiento, ejercicios para fortalecer los
músculos y coordinar la estrategia, extremar la obediencia de sus tropas
cronometrando la reacción del más raso de su infantería, tal vez con la idea de
extender tan exitosa experiencia a todo el país.
Esa posible intención es obvia: desde el
taco de aguacate hasta las elecciones presidenciales del año entrante, los
grupos dispersos que el presidente Felipe Calderón enfrentó hace cuatro años y
medio, cuando empezó a mencionar la palabra guerra en su discurso, se han
consolidado y fortalecido, amarrado complicidades, unido sus fuerzas, extendido
la corrupción a otros territorios y pactado con grupos similares de otras
regiones del resto del mundo.
La advertencia es muy clara: estamos
perdiendo esta guerra y la derrota presagia más desastres en el combate y en el
desquebrajado sistema político y económico de un país atrapado en una las
encrucijadas más azarosas de toda su historia.
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