Al leer el domingo pasado
en El Siglo de Torreón la columna periodística Metáfora Ciudadana de Luís Alberto Vázquez Álvarez, de inmediato acudió a mi mente el
recuerdo de dos episodios que viví durante la semana pasada, el primero ocurrió
el lunes 16 de noviembre y fue motivado por el comentario que le hice al enlace
de un amigo en Facebook, expresión con la que si bien estoy de acuerdo observé que se
encontraba mal escrita desde el punto de vista de la gramática y la ortografía
por lo que procedí a señalarle que la primera obligación de quienes escriben
para los demás -así me lo enseñaron hace mucho tiempo-, es hacerlo de la manera
más aseada posible, ese lunes cuando me encontró en la calle un segundo “amigo”
antes de saludarme me señaló su molestia por mi señalamiento al enlace del
primer amigo “por estar en desacuerdo con un comentario valioso y
valiente”. –Repito, no estuve ni estoy
en contra del enlace del primer amigo-, solo le señalé que si lo hubiera
escrito correctamente evitaría una mala interpretación de lo que intentó decir.
Quise explicarle al segundo “amigo” y en lugar de escuchar me calificó de
ignorante y pendejo. En el segundo episodio –el 21 de noviembre-, al intentar
sentarme a la mesa de alguien que hasta ese momento consideré como mi amigo, me
dijo que se encontraba sumamente molesto por mis comentarios, el hecho me
desconcertó pues en ese momento no recordé haber dicho nada en su contra ni lo
agredí, recordé sí que lo contradije en algunas de sus opiniones al no
coincidir con él, pues mis ideas no son unánimes ni acordes con las de otras
personas. Me emplazó de manera grosera haciendo ademán de retirarse: -“¡Te vas
tú o me voy yo!”. Le respondí sin alterar la voz: -“Me voy yo, porque tu
llegaste primero, pero quisiera saber que dije que tanto te ofendió porque no
comprendo...”. Me respondió: -“Me vale madre que no entiendas, no voy a entrar en
explicaciones”. Al ver cómo estaban las cosas, me retiré sin más recordando que
hace mucho tiempo se encuentran consagrados como garantías constitucionales el
derecho a disentir, la libertad de pensamiento, la libertad religiosa y el
derecho de expresión, reflexioné además que la estulticia y la intolerancia son
dos ingredientes del fanatismo que tanto está golpeando al mundo en nuestros
días y que ha tenido sus más recientes expresiones en Europa y África. En el artículo que comparto Luís Alberto Vázquez recuerda al estúpido alto mando francés durante la guerra Franco –
Prusiana de
1870 a 1871 y se refiere a algunas autoridades que quisieran gobernar a
ciudadanos sumisos sin opiniones, que no hicieran señalamientos respecto a las
omisiones en las que incurren.
No es lícito olvidar,
no es lícito callar.
Si nosotros callamos,
¿Quién hablará?
Primo
Levi
Cuando
veo la actitud de políticos que van contra propuestas ciudadanas para
beneficiar la ciudad y a sus habitantes, recuerdo al estúpido alto mando
francés que durante la guerra Franco-Prusiana de 1870 - 1871, condenaba a
muerte a los patriotas partisanos franceses por no ser tropas regulares, no
entendía que estaban defendiendo su país. Los partisanos disentían del alto
mando del ejército Francés, porque aunque peleaban por el mismo fin, actuaban
sin obedecer las tercas órdenes burocráticas y eso era herejía a la patria. Lo
más triste fue que los partisanos lucharon contra los prusianos, mataron a
muchos de ellos y cuando eran capturados, se les fusilaba de inmediato. Estaban
entre el fuego amigo y el enemigo: "Los partisanos deben ser considerados
criminales, deben enfrentarse de inmediato a la Corte Marcial y se les podrá
aplicar la pena de muerte. Si un tirador no identificado dispara contra
soldados alemanes en una aldea, se pedirá cuentas a toda la aldea".
Declaraba el General von Moltke, jefe del Estado Mayor alemán.
El
resultado no se hizo esperar: en Francia todos, absolutamente todos perdieron y
ésta hubo de entregar los territorios de Alsacia y Lorena a Alemania;
desapareciendo también el sistema de gobierno vigente francés. Lo único que
gano fue la terquedad de las autoridades militares.
Finalmente,
y a pesar de la enemistad interna, los partisanos continuaron sus campañas
patrióticas y mantuvieron su valía como fuerza ciudadana; eran feroces en la
defensa de sus intereses a pesar de la burocrática tiranía de los militares.
Muchos años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, ya con otra
mentalidad gubernativa, los partisanos franceses lucharon contra los nazis,
conservaron el amor a Francia y durante la invasión de Normandía, fueron
determinantes en el triunfo aliado contra el Tercer Reich. Había triunfado la
ciudadanía por encima de la soberbia del alto mando militar y civil.
Interpelar
al gobernante es un derecho político en una democracia; en una tiranía no se
permite, lo único válido es felicitar, aplaudir y en el mejor de los casos,
preguntar sobre cómo se puede lograr tal o cual fin o benéficio, pero jamás
dudar, nunca criticar y menos aún oponerse a los designios o decisiones del
todopoderoso. Éste siempre refractario al diálogo profundo social, sólo sabe
insultar al crítico y ensalzar a su superior. En la suma total de su soberbia
un déspota no puede tolerar que su pueblo, que los intelectuales o cualquier
otra persona no coincida con su visión.
¿A
qué se deberá que los gobernantes, entre más ineptos, más niegan la
participación de la ciudadanía no partidista, en la búsqueda de soluciones para
la problemática social? Creen tener derecho a poseer Panópticos Benthamianos
para vigilar a todos los individuos, saber lo que ellos hacen, piensan o creen,
sin permitir que estos sepan que son vigilados.
Lo
más triste es que un gobernante se niegue a escuchar lo que la ciudadanía tiene
que decirle, aun cuando eso sea a favor de su administración; que condene
prematuramente la participación del pueblo al igual que lo hace un juez que
antes de que se ofrezcan pruebas y alegatos, ya sentenció de culpabilidad al
acusado.
No
aceptar a los pensantes es creerlos peligrosos, justamente porque piensan, algo
fuera de lo común en el medio político. Pensar diferente al gobernante es
arriesgado cuando Él no lo hace; si Él se atreviera a pensar, sería un gran
estadista; un innovador; pero deberá luchar contra la corriente populista y no
la quiere combatir, prefiere nadar de muertito que perecer con gloria. Pensar
es ir contra los prejuicios, el pensante se queda sólo, le abandonan sus
amigos; entre los demás políticos no encuentra apoyo, a lo más consigue
simpatías, pero difícilmente compromisos; estos solamente se dan con los
ciudadanos con conciencia social y cívica. El vigor de la ciudadanía procede de
la capacidad individual de disentir, y la crítica política se convierte en
derecho y surge entonces la obligación de la autocrítica, porque ambas son
inseparables.
¿Cómo
se atreve un político a encajonar a pensadores honestos en las malolientes y
pútridas mazmorras de los corruptos partidos sucedáneos del suyo; del PAN, del
PRD o Verde u otros tan deshonestos como el PRI? Declaró mi repudio a la forma
como actúan todos los partidos actuales, los considero a todos cortados por la
misma tijera, con impetuosa gula de poder y riqueza. Como ciudadano exijo
transparencia, honestidad y entrega a la población que los eligió, esa que paga
sus elevados salarios y que le permite lujos excesivos.
¿Porque
no pueden creer las autoridades que existen ciudadanos que, sin intereses
políticos o económicos luchan por mejorar su entorno? Deben aceptar las
declaraciones de cualquier persona que critica y presenta pruebas de
deshonestidad; ya sea esta de funcionarios públicos y hasta privados, su voz
debe ser escuchada, no censurada como de interés partidista, ¡Qué falta de
imaginación para acusar a los críticos de satanidades! Como levantarse tarde o
hablar con la boca llena.
Por
otro lado, las acciones ciudadanas deben pasar ya de la denuncia y lo
contestatario a las propuestas efectivas ante la problemática que el gobierno
es incapaz de solucionar; entonces ha llegado el momento de asaltar la
conciencia cívica y ofrecer opciones; salir de la banalidad de la política
partidista y entrar a la astucia de la acción ciudadana, exigir con recursos
legales y presiones éticas que efectivamente se respeten los derechos humanos,
hacer del disentimiento y del pensamiento un precepto irrestricto y de la
comunicación social un camino y un campo de convivencia para alcanzar los más
altos niveles de desarrollo humano.
Dentro de las inmediatas
actividades en favor de una mayor cercanía entre la comunidad cívica, se
llevará a cabo un encuentro regional de participación ciudadana denominado
"La Sociedad Civil, Fortaleza de la Democracia", organizado por el
INE Coahuila, este próximo jueves 26 de noviembre de las 10:00 horas en
adelante en el Hotel Real Inn con entrada libre, es una oportunidad de conocer
y convivir con personas que buscan superar la barrera de la impersonalidad
ciudadana.
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