FIDENCIO Treviño Maldonado |
Colaborador en algunos medios impresos de la región FIDENCIO TREVIÑO MALDONADO es el autor de la columna DEL TINTERO y en el presente escrito se
ocupa del mal manejo de los programas en las universidades del país, no solo en
las instituciones públicas sino también en muchas de las privadas, pues así les
conviene a quienes manipulan las endebles estructuras del sistema.
A partir de principios y finales de los años setenta, se fue dando el
mal manejo de los programas de las universidades en el país y no sólo en las
públicas sino en algunas privadas. Manejo que así convino y conviene a las
arcaicas y perversas costumbres de las endebles estructuras del sistema. Los
movimientos de 1968 y de 1071 fueron el parteaguas de la inquietud de la
juventud estudiantil. Después de un remanso, solo rota la monotonía por huelgas
cortas, toma de alguna facultad, paro de profesores en ciertos estados, pero
más que protestas el pueblo lo ve como hábitos de esos sectores.
De pronto nuestras casas de estudio a nivel superior son las fábricas
más grandes de desempleados con profesión y título, y nos muestran el sistema
canallesco que guarda nuestro clan político nacional. El contador público o
privado que cuenta los números que marca su taxímetro durante las más de 12
horas que pasa detrás del volante en un
carro rentado; administradores de empresas atendiendo cajas de cobro en algún
supermercado; ingenieros midiendo el tamaño de la circunferencia de la carne
lista para hacer hamburguesa, dentistas, doctores y arquitectos trazando en
algún pizarrón de escuela secundaria o prepa particular. Las mafias sindicales
y sus lacayos convirtiendo las instituciones del pueblo en negocios familiares
(SEP, IMSS, ISSSTE, CFE, PEMEX, etcétera). Y la autonomía de las universidades
y sus rectores pidiendo dinero y cobrando hasta 35 pesos por una fotocopia y
más de 500 por presentar un examen de admisión (apruebe o no el aspirante); más
otros gastos de certificado médico, de no antecedentes penales… Esa es la
“autonomía” que predican nuestras costosas universidades públicas, con perdón
de algunos rectores que al leer esto se puedan rasgar sus finas y caras
vestiduras; pero la verdad no son autónomas ni en el escaso papel sanitario.
LOS ALUMNOS de las universidades públicas y privadas han salido a la calle a expresar lo que piensan. |
Demostrar en las aulas, en la calle y en diferentes lugares que los
estudiantes no están muertos, es un arma muy poderosa para enseñar con voces
del silencio que el futuro escondido ya está presente. Son esos mismos ni-nis
que los políticos y paleros o bufones del sistema bautizaron; los millones de
jóvenes y no tan jóvenes, quienes unidos pretenden (y ya lo hicieron) defender
sus derechos constitucionales, su derecho a protestar por un simple hecho: ser
mexicanos. Y aunque las mafias políticas digan que pretenden desestabilizar o
quebrar el cambio o proceso de democratización en el país, estos jóvenes lanzan
una pregunta a la casta divina: ¿la misma democratización que sus partidos
usaron para nombrar a sus candidatos?
En 1990 había miles miles o tal vez un millón de niños de la calle;
ahora en 2012 son los halcones, sicarios y dueños de las cárceles y tumbas sin
referencias. En su momento nadie, ni los políticos ni lazs instituciones
hicieron caso. La ignorancia del pueblo está cobrando facturas. Y si no se
quiere repetir la historia, hay que ver a los millones de estudiantes y profesionistas que con su voz reclaman que
no quieren seguir siendo cifras, gráficas y lo peor, carne de cañón en las muy
caras urnas democráticas, presididas por líderes y nombres como la Gordillo , Deschamps, los
grupos corporativos de televisión y algunos medios de prensa, los Gómez
Urrutia, los Montiel, los Madrazo, los Salinas, los Marín, los Moreira, los
Ulises Ruiz; o como Duarte, actual gobernador de Chihuahua, que declaró: “Los
jóvenes aún no saben lo que quieren y solo juegan o pretenden entretenerse en
las escuelitas de veranote sus papis ricos”. Pero más allá de quien haya ganado
la elección, de quien se sentará en la silla del águila, la transición debe de
ser mirando al presente y futuro, y no construyendo palacios de justicia, si la
ley está pisoteada por los mismos que viven en esos recintos; tampoco
construyendo cárceles de máxima seguridad, sino dándole al pueblo una educación
de primera, desde la primaria hasta la universidad.
Los estudiantes y jóvenes profesionistas no quieren hacer, ni ansían
ser, la revolución triunfante de la que hablan los políticos; le están diciendo
a la clase gobernante y oligárquica que sólo pretenden transformar al país
porque desde hace mucho, pero mucho tiempo, algo huele mal. Y los pañales como
a los políticos hay que cambiarlos
continuamente, sin duda por la misma razón. El dinosaurio sigue ahí, solo que
despierto ¿quién se atreve a arrullarlo?.
Correo-e:kinotre@hotmail.com
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