Gerardo Hernández González |
Como Gerardo Hernández González creo
que deben reconocerse a Humberto
Moreira Valdés sus méritos indiscutibles, como el de
que llegó al gobierno de Coahuila por
votos, venciendo a Jorge Zermeño
Infante primer alcalde panista de Torreón y que reune en su persona
habilidades innegables como su “carisma, cualidades histriónicas y dominio
escénico” sin las cuales es imposible triunfar en la “civilización del
espectáculo”. La columna es Capitolio que
se publica entre otros en Milenio
Diario Laguna, y los medios impresos de Grupo Zócalo.
¡Desde hace casi dos años participo —los
lunes o eventualmente los martes— en el noticiario “Libre” de “La Reyna”. Se
escucha por el 100.9 de FM. La invitación se la debo a su titular Antonio
Dávila Campos, paisano de Torreón. El programa se transmite de lunes a viernes
en Saltillo, de siete a nueve horas. El ejercicio es aleccionador. Además, me
ha permitido conocer a periodistas jóvenes, talentosos e intuitivos como
Mariano y Joselo de Velasco, Mónica Jiménez y Karina Quiroz. Juntos crean un
ambiente de respeto y camaradería.
Humberto Moreira Valdés |
“¿Qué raro que defendieras a Moreira
(Humberto)?”, me dijo un amigo, luego de la emisión del martes anterior. La
historia es esta: cuando Antonio Dávila sostuvo que el ex gobernador había
arrebatado el poder a los grupos que por sexenios se lo alternaron, tenía
razón. Pues de otra manera difícilmente “el profesor” habría despachado en la
sede del Poder Ejecutivo. Sobre ese punto, maticé: “bueno, lo ganó”. También es
cierto, porque antes pasó por las urnas donde derrotó al primer alcalde panista
de Torreón, Jorge Zermeño.
En eso consistió mi “defensa” de Moreira,
cuyo carisma, cualidades histriónicas y dominio escénico no son fáciles de
igualar ni de reunir en una misma persona. Sin embargo, resultan indispensables
para triunfar en “La civilización del espectáculo”, título del libro donde
Mario Vargas Llosa aborda el tema. La banalización de la política y de todo lo
que gira a su alrededor da por resultado gobiernos más dotados para divertir
que para mejorar las condiciones de vida de la sociedad y procurar el
desarrollo de los pueblos.
Jorge Zermeño Infante |
El gobierno de Humberto Moreira quedó marcado
por la deuda de treinta y cinco mil millones de pesos —obtenida en parte con
decretos falsos—, así como por la inseguridad, la corrupción, la violencia y el
abandono de la administración en todos sus campos. Donde apenas empieza a
manifestarse una ominosa estela de muerte es en los servicios sanitarios. La
multiplicación de casos relacionados con mordeduras de garrapata habla de
pobreza, pero también de falta de atención en uno de los sectores prioritarios
como es el de salud.
Pero hay que hacer justicia al ex gobernador.
Si aún no se le reconoce una de sus principales aportaciones al país, es porque
la política es demasiado mezquina. Si Humberto Moreira no endeuda a Coahuila
como lo hizo, sin informar el destino y la aplicación de los recursos, el
Senado jamás habría aprobado una iniciativa de ley para regular el
endeudamiento de estados y municipios, promovida por el PAN y por el PRD. El
mérito es del profesor.
Coahuila no es la única entidad hipotecada
del país. El Estado de México, el Distrito Federal, Veracruz y Nuevo León
registran también pasivos fabulosos. La diferencia es que sus deudas no exceden
sus ingresos ni sus presupuestos anuales; no las contrajeron en un solo sexenio
y tampoco se gestionaron, como en Coahuila, con documentos apócrifos y la
presunta falsificación de firmas.
La responsabilidad histórica recae sobre
Humberto Moreira. Él no fue el único culpable ni tampoco el exclusivo
beneficiario de la deuda, pero sí quien gobernaba y sin su consentimiento nada
se movía en el estado. Para evitar quebrantos como el de Coahuila, o por lo
menos para dificultar su comisión, el Congreso vigilará en lo sucesivo a los
gobernadores y a los alcaldes. La obra es de Moreira, no hay que regateársela.
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