Adela Celorio |
Ni
los niños, ni los adultos ni las escuelas somos ya lo que fuimos antes, señala Adela Celorio en su columna semanal para El Siglo de
Torreón.
Ella también colabora en publicaciones como El Universal y las publicaciones del grupo Reforma.
Puede
leerlo directamente en la página de El Siglo de Torreón:
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/866715.si-la-escuela-es-poca-al-nino-le-toca.html
Entre los compromisos que en campaña firmó Peña
Nieto, uno de los mejor acogidos fue el de devolver a los niños la escuela de
tiempo completo con alimentos y libros incluidos. A eso se comprometió aunque hasta
ahora el tema no se ha vuelto a tocar mientras por su parte, el jefe de
Gobierno en el D.F. ya adelantó la información de que para el próximo siclo
escolar arrancará el "Programa Piloto de Escuelas de Tiempo Completo"
cuyo propósito es dar educación integral a los estudiantes de primarias
públicas y ayudar a los padres de familia.
"Habrá clases de educación artística, educación
física y hasta club de tareas”, ofreció Mancera. Caminito de la escuela/
apurándose a llegar/ con sus libros bajo el brazo/ y una goma de borrar. El
camello con mochila/ la jirafa con su chal/ Y un pequeño elefantito/ da la mano
a su mamá. Caminito de la escuela/ porque quieren aprender/ la tortuga va que
vuela/ procurando ser puntual/.
La infancia a veces nos envía postales y nada como
Cri Cri para retroceder algunos siglos y recuperar la inocencia de la niña
antigua que soy ahora. Aquella niña solitaria para quien la escuela era alegría
y descubrimiento. Era el olor a madera de los lápices, las hojas limpias de un
cuaderno nuevo, cuadriculado para la aritmética y doble raya para la buena
letra. Eran las "Rosas de la Infancia", en nuestro libro de lectura y
era la hora del recreo para jugar a "Doña Blanca",
"Matatena", o simplemente para comer de muy buena gana nuestra torta
de frijoles con quesito y descubrir la dulzura de la amistad, aunque eso sí,
sólo entre niñas porque después del kínder el mundo femenino y el masculino
rodaron por carriles diferentes. Aun sin compartir las aulas, niños y niñas de
mi generación fuimos muy afortunados porque pasábamos muchas horas en la
escuela. De las ocho a la una nos aplicábamos a las materias difíciles como
aritmética, lenguaje, geografía, historia y civismo. Volvíamos por la tarde
para recibir clases de moral, de gimnasia o costura, y todavía dentro del
horario escolar hacíamos la tarea bajo al supervisión de una profesora.
Como en todos los tiempos, hubo buenos y malos
maestros, pero nunca se supo de alguno que encapuchado cometiera vandalismo.
Entre mis mejores recuerdos está la maestra Conchita quien exiliada por la
Guerra Civil Española, nos enseñó una de las pocas cosas que no han perdido
vigencia: "Aprendan todo lo que puedan porque sólo lo que sabemos nos
pertenece y es por lo tanto lo único que nadie nos puede quitar". Tenía
razón. El mundo cambia, las personas rodamos y lo aprendido es nuestro único
patrimonio. La vida era sencilla por entonces y como aún no se hablaba de
"Derechos", los niños sólo teníamos obligaciones. Respetar y obedecer
a los mayores eran incuestionables y la pedagogía de los cinturonazos y los
bofetones era socialmente aceptada. Entre la gente mala y la buena no había
confusión: los malos siempre eran feos, morenos y pobres, y los buenos siempre
eran guapos, rubios y ricos.
¡Qué inocentes éramos los niños antiguos! Mi
generación fue la última que disfrutó de la escuela de tiempo completo porque
un poco más adelante la producción niñícola se desbordó y como no alcanzan las
escuelas para tanto chiquillo, las partieron por la mitad. Lo que los niños
logran aprender en medio tiempo es con frecuencia insuficiente para que incuben
en su corazón la necesidad de preguntarse ¿por qué y para qué? Si a las
limitaciones de espacio le añadimos las de un presupuesto para educación que
(por aquello de que el que parte y recomparte se queda con la mejor parte) se
diluye entre las manos de quienes lo administran y un sindicato
"magisterial" que por sus mal-hechuras conocemos; es fácil entender
las razones por las que la enseñanza que provee el Estado alcanzó el vergonzoso
nivel que ahora tiene y por lo que tantos padres de familia prefieren hacer el
esfuerzo de costear la educación de sus hijos en escuelas privadas donde al
menos los maestros no abandonan sus aulas para andar en la grilla.
Es indudable que la jornada escolar intensiva será
muy agradecible aunque de momento sólo tendrá capacidad paras los pocos y
afortunados niños que puedan participar del programa piloto que en principio
funcionará solamente en cien escuelas de las dos mil que hay en el D.F. Ni
modo, algo es algo. Otra buena noticia sería que desde temprana edad se les
informara a nuestros cibernéticos chiquillos que los Derechos traen consigo
Obligaciones. Y ya como cosa muy personal, me sentiría muy recompensada si
junto a la escuela de tiempo completo se rescatara la sana pedagogía de los
correctivos porque no me parece justo que cinturonazos y bofetones me hayan
tocado todos a mí.
adelace2@prodigy.net.mx
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