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Gerardo Hernández González |
La democracia y las redes sociales en Internet tienen consecuencias positivas en México, una de ellas que ya no es tan fácil que los gobiernos engañen a los ciudadanos, la segunda que posibilita el ejercicio de la libre expresión y de un periodismo crítico, asegura Gerardo Hernández González en la columna Capitolio que se publica en varios medios coahuilenses, entre otros Zócalo de Saltillo y Milenio Diario Laguna.
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Enrique Peña Nieto. |
Los políticos piden, con razón, que los
medios hablen también de lo bueno. Si no de su desempeño, tarea que corresponde
a las direcciones de comunicación social de cada gobierno, sí al menos de los
progresos que ocurren en el país, los estados y los municipios. En verdad,
existen cosas positivas que contar. Sin embargo, luego de que por decenios el
presidente de la República ocupara las ocho columnas de cada día, siempre en
términos encomiásticos, era obvio que incluso antes de la alternancia sectores
de la prensa empezara a sacudirse el yugo y a desmitificar a figuras antes
intocables.
Lo mismo sucedió en la España posfranquista.
El ejercicio de una prensa libre es consustancial a las democracias maduras.
Algunos medios de Europa y Estados Unidos son implacables y particularmente
ácidos con sus políticos. Como figuras públicas, sus actos son vigilados
incluso en sus más mínimos detalles. En México sucede lo mismo, por una demanda
ciudadana y la irrupción de las redes sociales que en ciertos momentos marcan
la agenda a los periódicos, la radio y la televisión. Ya no se puede ser
soldado del PRI, del PAN o del PRD sin pagar costos en términos de lectores,
audiencias y credibilidad.
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Luíz Fernando Salazar |
El presidente, los gobernadores y los
alcaldes son objeto de crítica y de caricaturas en algunos casos ofensivas. Sin
embargo, por molestas que resulten, reflejan el sentimiento de un grupo o de
una colectividad. El argumento es “si las autoridades, de todos los partidos,
tratan mal al pueblo, ¿por qué nadie iba a increparlas?”. Finalmente, cada
autor es responsable de lo que publica. Ningún estado puede impedirlo. La regulación
debe venir de los propios medios. Por eso es necesario que cada uno cuente con
un código de ética.
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José López Portillo. |
Pero mientras la percepción que la ciudadanía
tiene de los políticos sea reprobatoria, difícilmente los gobiernos podrán
tener buena prensa. Si la autoritaria fórmula lopezportillista de “no pago para
que me peguen” resultó funesta, su variante contraria: “pago para que me
adules”, tampoco resuelve el problema. Al contrario, lo profundiza, pues vuelve
odioso al objeto del halago. Además, claro, de lo oneroso que resulta para el
erario. Un caso paradigmático es el de Humberto Moreira.
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Carlos Salinas de Gortari. |
Los congresos (federal y locales) aparecen
entre las instituciones peor calificadas en encuestas nacionales de
credibilidad. Suelen compartir los últimos lugares con los sindicatos. Y
todavía por debajo de ellos están los partidos. Sin embargo, el Congreso de
Coahuila tomó una decisión plausible el 10 de septiembre: excluir las corridas
de toros, las novilladas y la charrería, entre otras actividades, de la nueva
Ley de Protección y Trato Digno a los Animales. Gran parte del mérito es del
presidente de la Junta de Gobierno, Eliseo Mendoza Berrueto.
Los diputados que votaron contra la
prohibición no solo preservan una tradición centenaria, base de un arte
expresado en la música, la pintura, el teatro, la literatura, también
contribuyen a evitar la extinción de reses bravas, pues sin fiesta,
sencillamente, no habría toros. Haber tomado en cuenta a las legiones
silenciosas que defienden las corridas, frente a la estridencia de quienes se
oponen a ellas sin conocer su historia ni su esencia, constituye asimismo un
acto democrático. En un país libre, nadie puede imponer a otro sus preferencias
ni sus aversiones.
gerardo.espacio4@gmail.com
@espacio4.m
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