Desastres naturales y acciones humanas están golpeando severamente a México y ocasionando pérdidas económicas, no solo las tormentas Ingrid y Manuel, sino también los bloqueos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, dice Enrique Irazoqui en su columna No hagas cosas buenas que se publica en El Siglo de Torreón.
La realidad es que el país está ahora
escandalizado y preocupado, y en plena emergencia por las torrenciales lluvias
que han azotado los dos litorales mexicanos: por el golfo de México, la
tormenta Ingrid tocó tierra por la costa de Tamaulipas y Veracruz trayendo
consigo torrenciales lluvias. Por el Pacífico, Manuel, el fenómeno
meteorológico nombrado de esa manera, castigó a Guerrero y Oaxaca en primera
instancia, causando un verdadero cataclismo en Acapulco y en decenas de
comunidades de los dos estados antes nombrados, agregando también a Colima.
Manuel después de golpear esa parte del territorio nacional, salió nuevamente
al mar para recobrar fuerza hasta convertirse de tormenta a huracán categoría
uno, que luego de una de un trayectoria errática, nuevamente se internó en
territorio nacional, cerca de Los Mochis, Sinaloa, y en estos mismos instantes
descarga iguales lluvias torrenciales.
La información e imágenes son realmente
sorprendentes de los daños y las inmensas inundaciones que ha causado la madre
naturaleza. Gran parte de Acapulco está bajo el agua y lo peor, los deslaves y
desgajamientos de los cerros han obstruido vías de comunicación que han dejado
aislado al bello puerto acapulqueño y a cientos de comunidades pequeñas también.
El aislamiento trae consigo la carencia a la accesibilidad de víveres, por lo
que con el transcurrir de las horas y los días se podría desatar una verdadera
hambruna que miles y miles de mexicanos podrían padecerla. Eso es de alarma.
Antes de ello, la agenda informativa la
ocupaban los trabajadores de la educación pública (no se les puede dar el
apelativo de maestros, porque aquellos que sistemáticamente dejan sin clases a
decenas de miles de niños por la lucha de espacios políticos, no pueden ser considerados
como tales) de Oaxaca y Michoacán, agremiados a la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación, la CNTE, se trasladaron a la ciudad de México
para intentar frenar la reforma educativa que urgentemente reclama la juventud
mexicana.
Los miembros de la Coordinadora,
acostumbrados al activismo político, fueron con el paso de los días
radicalizándose en sus manifestaciones. Sabedores que el Distrito Federal está
gobernado localmente por un gobierno perredista, pudieron en aras de su
movimiento estrangular la circulación de rúas importantes de la capital,
afectando a miles y miles de terceros que tienen que soportar la pasividad del
gobierno de Miguel Mancera, que en su cálculo político apuesta por no controlar
a unos cuantos agitadores así el costo de ello lo tengan que padecer los
residentes de la capital del país que nada tienen que ver con el asunto.
La CNTE, al encontrar un gobierno de la
ciudad y las propias autoridades federales con mano frágil, en un par de
ocasiones bloqueó incluso el acceso al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México, con el fin de causar más daños a terceros, a ver si de esa manera se
salían con la suya de chantajear al Estado Mexicano.
Llegaron las fiestas patrias y el Zócalo era
propiedad de la CNTE. El tradicional Grito de Independencia que encabeza el
presidente de la república el 15 de septiembre con la verbena popular que
ocurre justo después del ritual, y al día siguiente, el Desfile militar,
redujeron el margen de maniobra. Finalmente el presidente Peña Nieto tuvo que
tomar una decisión y vía la fuerza legítima del Estado, desalojó a los de la
CNTE en un operativo de la Policía Federal y así las fiestas patrias de todos
los mexicanos se pudieron celebrar. La efervescencia política de todo este
asunto quedó en segundo término por la verdadera tragedia de las inundaciones.
Así entonces, en La Laguna como en el resto
del país los ojos estaban puestos en estos dos eventos de gran calado. El tema
educativo es de verdadera trascendencia en largo plazo. El paupérrimo nivel de
la educación de los mexicanos es responsable en gran medida del retraso, la
injusticia, falta de oportunidades que sufrimos el pueblo de México, por ello
es importante el trance nacional que se vive para la aprobación de la reforma
debida; en tanto, el asunto de las tormentas ha alcanzado tintes de tragedia
nacional y hay que afrontarla con todo para levantarse del azote.
Pero mientras todo esto sucedía, en La Laguna
hay hechos ineludibles que dejan claro que el flagelo de la atroz violencia ha vuelto
por sus fueros. Ayer fue incendiado el quinto autobús de la línea roja que
transita por las tres ciudades más pobladas de La Laguna: Torreón, Gómez
Palacio y Lerdo. El modus operandi es un asalto al chofer de la unidad en
turno. Sujetos rocían de combustible el camión y le prenden fuego. En algunos
casos, sin importar lesionar con fuego al conductor a cargo.
Los primeros tres hechos de éstos sucedieron
del lado de Durango, donde las autoridades saben que cuentan con un pueblo
agachón, así que el gobierno de Jorge Herrera sabe que con poco puede diluir
los hechos, por más graves que éstos sean. Pero esta semana, los incendios
ocurren en Torreón, es decir en Coahuila, y es el turno del gobernador Rubén
Moreira de afrontar la situación, de suyo lamentable.
Estos actos terroristas no son más que la
muestra evidente de que el manto ominoso de la delincuencia de altos vuelos no
se ha ido de la región y tendremos los de a pie que seguir viviendo con ello y
suplicando no ser atacados en cualquier momento por este flagelo. Lo peor, es
que Durango sabe que en Gómez Palacio y Lerdo no importa lo que pase, su
gobierno y las canonjías propias del mismo no sufrirán un ápice. Y por
Coahuila, tal vez Rubén Moreira pueda agregar a su discurso que "Torreón
está a toda madre", que aquí también se queman a toda madre camiones.
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