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Adela Celorio. |
La articulista Adela Celorio, colaboradora entre otros medios del periódico
regional El Siglo de Torreón sigue
con el tema del hambre en México y
viendo lo que ocurrió después de Ingrid y Manuel
llega a la conclusión de que los más solidarios son los desheredados, mientras
que los potentados “se levantan el cuello” donando grandes cantidades, pero con
el propósito de obtener importantes deducciones de impuestos.
Dirán que estoy
obsesionada con el tema, pero cómo no estarlo si -ante la angustiosa situación
que provocaron los ciclones- toda institución que se respete demanda apoyo para
los damnificados. Y allá va cada uno a ofrecer lo que puede. El que más y sobre
todo el que menos porque ya se sabe que los que menos tienen suelen ser más
generosos. Los ricototes se adornan "donando" cheques de muchos
ceros. Deducibles de impuestos ¡faltaba más! O sea, caravana con sombrero
ajeno. No cabe duda que toda desgracia es un motorizador. Hasta el Gobernador
de Guerrero, para mostrar solidaridad, se hizo fotografiar para los periódicos
con su panzota bajo el agua. Allá en mi pueblo había un presidente municipal
tan panzón que le decían Marabunta por lo voraz e insaciable. ¡Perdón!, no sé
ni por qué asociación de ideas les cuento esto; pero sigo con lo mío.

La
oferta gastronómica en esta capital abarca desde lujosos restaurantes donde los
platillos alcanzan precios exorbitantes (y tienen una la clientela asegurada
entre los políticos, hambreados que comen exquisiteces a cuenta de nuestros
impuestos) hasta lugares muy presentables con precios accesibles. Sofisticadas
casas de té "de la luna de agosto". Pizzerías, cafeterías,
autoservicios, bistrós, taquerías, torterías, y los populares puestos
callejeros que en cualquier banqueta ofrecen comida sencilla y barata para
consumir de pie, haciendo equilibrio con un plato de plástico atascado de arroz
y chicharrón en salsa verde en una mano, y en la otra el imprescindible
refresco.
Aparentemente
por comida no paramos aunque eso sí; las colas son largas en "los
parados" y eterna la espera en "los sentados". Ya somos
demasiados en esta ciudad -me dijo una mujer que renegaba de la espera. Pero ni
modo, hay que comer porque la comida es la aceptación de la vida tanto en lo
físico como en lo espiritual. No se trata del alimento sino de la forma en que
nos acercamos a él. Compartirlo es algo sagrado. Convivio significa
convivencia, comer juntos, comer todos. Comer todos juntos es comunión. Que
haya comida para todos es un acto de moralidad social. Creo que todos estamos
conscientes de eso y sin embargo, con ciclones o sin ellos hay en este país
muchas familias que apenas comen. Y digo apenas, porque si nada comieran
morirían; pero su hambre es ancestral.

Nuestro
gobierno me recuerda a esas personas manirrotas que andan siempre pidiendo
prestado porque nunca les alcanza el dinero; y que en lugar de organizarse y
poner orden en su cartera, piden más dinero.
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