Buscar este blog

14 de marzo de 2015

Violencia Social

En nuestros casi 200 años de vida independiente los mexicanos nunca hemos realizado nada para cambiar el estado de cosas en el país. Por definición y según la Constitución Política somos una nación republicana, democrática, representativa y popular donde los más (ciudadanos) tenemos la facultad de determinar cómo se hagan las cosas y los menos (gobierno) están obligados a acatar el mandato de aquellos. En los hechos somos un país saqueado y sometido, primero durante los varios siglos que nos dominaron los españoles a partir de 1521, después por nuestros gobiernos en los que hemos tenido un par de intentos monárquicos y varios regímenes totalitarios o tiránicos con predominio de burguesías y oligarquías. En los hechos nunca hemos realizado nada para acabar con las anomalías aunque voces como la de Alejandro González Iñárritu declaren: “Los gobiernos ya no son parte de la corrupción, el Estado es la corrupción”; y esto lo apoyen analistas como nuestro colaborador Fernando Ramírez López.

Para Judith mi hermana, un rayo
 de luz que hoy vive en la eternidad

“No es Dios ni son sus feligreses los responsables del desorden y las miserias actuales. Son en cambio, los discursos y las acciones de algunos de sus representantes los culpables de perpetuar el poder insano, la pobreza extrema, la desigualdad, la falta de oportunidades. Poder, en el contexto actual, suma políticos y ministros religiosos, dualidad siniestra y presente por doquier.”
Arnoldo Kraus. Mal y deidades: unas notas
En relativamente corto tiempo, es decir en menos de un siglo las contradicciones económicas, religiosas, políticas y sociales han entrado en la expresión de la guerra que no acude sin invitación, sino que a través de acciones directas reclama a un gobierno incapaz respuestas a la grave situación que se vive en México.
El principio fueron los maestros, los que iniciaron el actual clima de inestabilidad, contradictoriamente fueron viejos aliados del sistema político corporativo del país y hoy decididamente enfrentan al poder en pleno; de tal forma que a la protesta violenta se han unido obreros, desempleados, asalariados y campesinos en una lucha que hoy sabemos es mortal contra las instituciones de gobierno.
La historia, esa añeja categoría que relata sucesos y acontecimientos, irrumpe en la escena del diario acontecer y como un coro indetenible de voces, aparece en medio de ellas el galardonado cineasta Alejandro González Iñárritu declarando lo siguiente a los medios mundiales de información: Puedo volar a donde quiera, pero no puedo cortar mis raíces aún cuando hoy parece que la corrupción ha alcanzado los niveles más elementales de la vida. Antes se secuestraba a los ricos, ahora también al tipo que vende verduras o bebidas en la calle. Los gobiernos ya no son parte de la corrupción, el Estado es la corrupción.
Así, hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declara en México que la misión central de esta generación es construir una política de Estado con amplio apoyo social y político para enfrentar hambre, desnutrición y pobreza, observando con acritud que “la cruzada nacional contra el hambre” ha sido un intento fracasado, por dar respuestas reales a un problema que ya no admite demora: dar de comer a los marginados.
Concluimos en esta parte de la exposición, que vergonzosamente la concentración de la riqueza en México no ha disminuido, sino que se ha incrementado, incluso más que en el resto de occidente, que también registra dicha tendencia, de tal forma que las cifras arrojadas en el reciente foro de Davos señalan que casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de solo el uno por ciento de la población y en nuestro país según información de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores apenas el 0.18 por ciento de los habitantes concentra la mitad de la riqueza nacional.
Por otra parte, mientras en cifras óptimas el PIB crece a un ritmo promedio de 2.8 por ciento anual, la riqueza total de los multimillonarios mexicanos crecerá un 44 por ciento entre 2014 y 2017, a razón de un 8.8 por ciento anual, luego entonces estas cifras tienen en sí mismas el infierno terrenal.
Deducimos que los tanta veces mencionados beneficios por las reformas estructurales han quedado prendidas de alfileres en el limbo; con un gobierno cuyos escenarios por la volatilidad del peso frente al dólar y la caída de los precios del petróleo se han complicado.
De ahí que la entronización de la dualidad hambruna y teología de la liberación, más la interrogante ¿existe algún contacto entre sociedad y divinidad? nos responde que el esquema de relación tierra – inmortalidad se ha desmoronado, como la milenaria ciudad de Hatra, que no obstante ser considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO es hoy el tercer sitio destruido por los radicales en el norte de Irak desde finales de febrero.
Los yihadistas han arrasado con grandes buldozer monumentos arqueológicos como el templo, el palacio y la muralla interna de esa ciudad.
La sed de destrucción y de cobro por habitante de Bagdad, Buenos Aires, Nairobi, España, Brasil y Venezuela, además de este país parece de pronto hermanarlos, ante la sutil falsedad de la gran burguesía política y económica del orbe, siendo difícil de entender por lo complicado de su denuncia, lo que denominó mexicanización como equivalente al terror de la guerra en el mundo.
Se escucha un ¡ya basta de engaños e improperios! por eso Nicolás Eberstadt escribió en This World en 1986 estas palabras: La discusión (cualquiera) de la crisis del adeudo en Latinoamérica suscita la pregunta de ¿cómo se gastaron estos fondos? mal seguramente porque hoy vivimos las consecuencias de una pobreza indetenible.
De esta forma entendemos que las economías de poder no han tenido ningún tipo de comprensión para las grandes mayorías marginadas del continente. En 1776 Adam Smith predijo que América Latina eventualmente terminaría en pobreza y tiranía, porque el experimento latinoamericano estriba en reconstruir un orden antiguo, el del Sacro Imperio Romano, un punto de vista mercantilista de la riqueza como el oro y la plata, una economía basada principalmente en una aristocracia de tierras y la unidad de Iglesia y Estado.
De esto se desprende que los teólogos de la liberación vean en la violencia social una lucha de los oprimidos contra los opresores. El cristianismo primitivo se ha transformado por la corriente mencionada, con sacerdotes como Ernesto Cardenal y obispos como Raúl Vera, por lo que ellos tienen la certeza de que se ha postergado la generación de satisfactores alimentarios dejando a un lado las necesidades de sobrevivencia por la venta de un lejano cielo que ofrece bienaventuranza para los desdichados.
El gran cambio mundial ya está operando, por lo que no es difícil imaginar la aparición en las grandes mansiones de mendigos, prostitutas, ladrones y criminales; que tomarán por asalto la conducción de la sociedad.
Es por lo que ante la pregunta del ¿qué podemos hacer? Guillermo del Toro responde lacónicamente: vivimos un momento en que la mayoría de las estructuras que supuestamente nos sostienen, nos demuelen y no instrumentan respuestas contra la violencia social, han proseguido con la estrategia de la explotación a los desdeñados del planeta.
Celular: 871 163 3813   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.