Aunque desde hace varios años disfruta
de una merecida jubilación Higinio
Esparza Ramírez se
mantiene activo como comunicador por su participación en varios medios escritos
y electrónicos, entre otros Extra
de la Tarde, Revista Progreso, y aunque lo publicábamos antes, desde
hace varios se incorporó a www.hoyacontecerdelalaguna.blogspot.com .
Eventualmente escribe también en El Siglo de Torreón, su casa de trabajo durante toda su trayectoria profesional. El
presente texto se publicó hace unos días en el también conocido como Defensor de la Comunidad y es el relato de una experiencia
vivida por Simón
Álvarez Franco.
Venturoso
burlador de la muerte -hace diez años sufrió un accidente casi fatal en la
carretera a Paila que le costó la pérdida temporal de la función cerebral y
dañó sus ojos de manera irreversible- Simón Álvarez Franco disfrutó en otra
etapa feliz de su existencia, la compañía de las célebres actrices Rosaura
Revueltas y Dolores del Río, inteligencia y belleza de un solo golpe.
Dolores del Río |
"Durante
más de dos horas, compartí cara a cara -los tres sentados ante una mesa-
anécdotas y experiencias con las divas del cine nacional en la sala de descanso
del Palacio de Bellas Artes, escenario de un homenaje a Silvestre Revueltas.
"Fue casual
el encuentro, propiciado por el doctor Héctor Mayagoitia Domínguez, gobernador
de Durango y amigo personal de las fulgurantes damas de la cinematografía
mexicana. Viví y disfruté a plenitud una experiencia única", recuerda
Álvarez Franco con la vista fija en una botella de Monteviña disminuida por los
brindis con amistades en su casa de la colonia El Campestre de Gómez Palacio
con motivo de su cumpleaños, el pasado 13 de agosto.
-¿Cómo fue?
pregunté refiriéndome al percance que por poco le arrebata la vida:
-Una vaca
-paradojas de la existencia- se atravesó al paso del automóvil en el cual
viajábamos cuatro ejecutivos de la empresa Leche Bell por el rumbo de Paila. El
golpe fue brutal, el bovino salió disparado por los aires y cayó pesadamente
sobre el capacete del coche. Yo ocupaba el asiento del copiloto con el cinturón
de seguridad bien puesto y el animal de unos 400 kilos de peso aplastó mi
cabeza lámina de por medio.
Los compañeros
salieron por su propio pie y yo quedé atrapado por el cinturón a causa del
fortísimo impacto sobre mi cuerpo. El esfuerzo de aquellos para liberarme
resultó inútil porque no pudieron destrabar manualmente el cerrojo trabado. En
ese largo y angustioso instante surgió un lugareño con unas tijeras de podar
pasto en sus manos. No dudó en ningún momento, comenzó a cortar con
dificultades la faja que me tenía cautivo y me sacó en brazos con la ayuda de
los demás.
-Minutos más
tarde el automóvil se incendió y explotó.
-No conocí el
nombre de mi salvador y nunca supe de dónde vino. Mi agradecimiento es eterno.
-El cerebro
-agrega- resultó severamente dañado. Perdí transitoriamente la memoria; con el
ojo izquierdo ya no veo y con el otro miro a medias.
No se inmuta con
el relato, pero se esfuerza para no revivir en su mente el doloroso trance.
Sacude la cabeza y retoma la plática alrededor de otros temas más digeribles,
como, por ejemplo, la entrevista que le hizo a Pedro Armendáriz para el boletín
de espectáculos "Nuestro Sistema", editado por Bancomer México. Le
dio seguimiento al veleidoso y rudo actor fuera de cámaras hasta su muerte por
suicidio en Los Ángeles, California en los años 60 del siglo pasado.
Héctor Mayagoitia |
Como
intermediario y gestor igualmente cumplió misiones imposibles: reunir en
convivencia con cena incorporada a un militante del PRI en campaña por la
presidencia de México -José López Portillo- con un destacado miembro del
Partido Comunista, el profesor José Santos Valdés, escritor, periodista y
crítico severo de la burocracia sindical y de las autoridades educativas de la
época.
El encumbrado
político le pidió a Álvarez Franco -quien fue el encargado de darle la
bienvenida durante la inauguración de unas granjas de la empresa avícola en la
que él laboraba-que le consiguiera una entrevista con el maestro en su
domicilio de Ciudad Lerdo.
El deseo se
cumplió cabalmente. El destacado mentor, "un militante comunista limpio y
abnegado y a la vez apasionado impulsor de la escuela rural mexicana"
consigna un reportaje en "La Jornada", aceptó la solicitud y recibió
en su morada a JLP y acompañantes, sin compromisos de ninguna índole. Nunca
pactó con los poderosos, subraya el trabajo periodístico.
Rosaura Revueltas |
-Trato
igualitario a todos mis semejantes, sin distinción de clases, ha sido y sigue
siendo mi línea de conducta. Soy parejo con todos, señaló presuntuoso.
Presume con
fundado orgullo sus recorridos por los museos Hermitage, de Leningrado; Del
Prado, de Madrid, el Louvre y seis galerías más en París; Villa Borghese, en
Roma, los museos del Vaticano "y todos los de México", alegrías y
experiencias vividas siempre al lado de su esposa, quien se acerca sigilosa
para cuidar que no falten ni vino ni la crema de garbanzo untada en galletas.
En una ocasión
un compañero banquero que percibía un sueldo parecido al suyo, le reprochó con
envidia el por qué traía un coche nuevo y usaba doce trajes.
-En efecto,
tengo 24 trajes no 12, el doble de camisas y corbatas, calzado no se diga y
automóvil último modelo. Pero debes de saber que a las siete de la mañana doy
clases en la universidad; a las ocho cuarenta de la mañana entro a Bancomer a
desempeñar mis tareas como subgerente; de las seis de la tarde a las nueve de
la noche imparto cátedra en el ISYTAC y durante las horas restantes preparo en
mi casa las clases del día siguiente.
-Tú también, si
quieres más trajes, debes aprovechar todos los minutos del día, le recomendó al
frustrado colega.
Simón Álvarez
Franco está hoy en la banca, en la de descanso y forzada espera, no en la
comercial la que cobra al doble el dinero que presta. Las catorce universidades
que operan en Gómez Palacio y Lerdo - egoístas y de bajo valor profesional- lo
ignoran y no han sabido aprovechar sus cualidades de maestro y catedrático con
enorme y aprovechable experiencia. Sólo una le respondió ofreciéndole 50 pesos
la hora de clase menos los gastos por consumo de café, con una exigencia: la
presentación de la cédula del título original de la carrera de tenedor de
libros y estenógrafo, ignorando la institución que en aquellos tiempos -1951-
no existía el registro nacional de profesiones ni la carrera de Contador
Público.
Una súbita
tormenta sacude los ventanales que dan hacia el jardín y pone fin a la
entrevista. Su esposa se incorpora al dúo y disfrutamos sin mojarnos una lluvia
estimulante y diáfana. Cesó el aguacero y con la cortesía que los caracteriza
me llevaron a la puerta de salida.
Refrescantes
aires me dieron la bienvenida.
(Agosto 2016)
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