“Del Pueblo, para el pueblo, por el
pueblo” son
las características que deben de reunir los gobiernos democráticos para que se
les considere como tales, idea por lo que coincido con Jesús Máximo Moreno Mejía cuando señala que la democracia en México no “está en pañales”, pues ni siquiera ha nacido. El sistema de
gobierno en nuestro país es sui generis pues no se le puede considerar
totalmente como una dictadura, mucho menos como una democracia, se puede
afirmar aunque resulte una contradicción que se trata de una “dictablanda” tal como se le ha motejado desde hace varios
años. Chuy en otra etapa de su vida destacó como
reportero de El
Siglo de Torreón, en
la actualidad se encuentra vigente como comunicador por su participación en
varios medios escritos y electrónicos, medios de los que tengo el honor de
formar parte. El artículo que comparto se escribió en el reciente mes de julio.
La democracia es… el
dominio del poderoso.
Parodiando a
George Clemenceau
Enrique Krauze Kleinbort, historiador y
escritor liberal mexicano, se propuso hacer un análisis de la democracia que
hoy vivimos, y concluyó afirmando: “la convicción democrática (del ciudadano)
se mide en las reacciones frente a los fenómenos dictatoriales”.
Brevemente, recordemos que la palabra
democracia proviene de la antigua Grecia, que significa “el gobierno del
pueblo”, y dentro de las múltiples definiciones que existen, está la siguiente:
“Sistema político que defiende la soberanía del pueblo a elegir y controlar a
sus gobernantes”.
Indudablemente, la democracia es una forma
de organización social que en la mayor parte del mundo occidental se ejerce
(incluyendo los países donde aún conservan el reinado), pero cada nación lo
hace de manera diferente.
Hay naciones que se distinguen por tener
una relativa democracia, y para ello se le identifica a ese tipo de
organización social como Democracia Directa o Pura (sin llegar a ser utópica),
pues su soberanía reside directamente en los dictados de la ciudadanía.
En cambio, existen otros países donde la
democracia es dictatorial pues la ejerce la clase dominante: militares,
políticos, plutócratas o tiranos apoyados por los anteriores, que actúan en
provecho propio o de un sistema.
En consecuencia, para estas naciones
resulta una falacia la definición antes mencionada, pues dichos sistemas políticos
no procuran que la soberanía resida en el pueblo sino en el sistema que ejerce
el poder, como ocurre en México.
En América Latina la mayoría de los países
han tenido regímenes tiránicos, si bien el pueblo busca, y siguen procurando,
lograr una auténtica democracia, esgrimiendo la consigna: “Con la democracia
todo, contra la democracia nada”.
En nuestra Patria hemos padecido un mismo sistema
de gobierno por décadas, incluso durante una supuesta alternancia de partido,
pues se continuó transitando en la misma dirección política de siempre.
No obstante, se ha luchando por llegar a
tener una auténtica democracia, pero de manera débil pues no se cuenta con el
apoyo de la mayoría de nuestros compatriotas, que sufren de un hambre
irremediable y se conforman con lo poco que les dan los políticos a cambio del
voto a su favor en toda época de elecciones.
Este año hubo un proceso electoral en tres
entidades federativas, Coahuila, Estado de México y Nayarit, y si bien hubo un
ligero repunte de ciudadanos que acudieron a sufragar el sistema gobernante no
permitió que las elecciones fueran del todo trasparentes, y por ello se judicializó
el proceso.
Tenemos a la fecha un gobernador electo
arropado por el Instituto Electoral de Coahuila (IEC), pero todavía “está en
capilla” pues un grupo de candidatos opositores han argumentado que el triunfo
de Miguel Ángel Riquelme Solís no es legítimo y para ello han recurrido a las
instancias correspondientes en busca de la anulación del proceso electoral del
4 de junio.
Sin embargo, el sistema no está dispuesto
a ceder terreno a los partidos de oposición ni a candidatos independientes, ya
que siempre ha tenido en la mira mantener el poder desde el gobierno.
Ahora bien, han surgido voces de
intelectuales, activistas e incluso políticos no dogmáticos y ex funcionarios
electorales, que solicitan la renuncia del Consejo General del Instituto
Nacional Electoral (INE), por haber demostrado carecer de independencia para
organizar y conducir el proceso electoral de 2018, tomando como base las
elecciones del 4 de junio pasado en el Estado de México (Edomex) y Coahuila, “por
no haber sido limpias y transparentes”, y por tanto demandan la cancelación de
las mismas.
La exigencia es encabezada por Emilio
Álvarez Icaza Longoria, sociólogo mexicano, promotor de la democracia y la
defensa de los derechos humanos, y apoyado por personajes tales como los
analistas políticos Denise Dresser y Sergio Aguayo; el ex candidato
presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, el actor Daniel Giménez Cacho, el ex
consejero electoral Alfredo Figueroa y los activistas Lucía Rojas, Marcela
Rojas y Alfredo Lecona, entre otros.
Álvarez Icaza sostiene que el INE está
secuestrado por los intereses del gobierno y los partidos políticos, y por lo
tanto “la democracia vuelve a estar en riesgo como ocurrió en los comicios de
1988”. “Estamos frente a una de las crisis más importantes de la
institucionalidad de la que tengamos memoria”, afirmó el ex ombudsman de la
Ciudad de México.
Tomando en cuenta todo lo anterior,
podemos concluir que la democracia en México no está “en pañales” como se ha
venido repitiendo desde hace más de 100 años (bástenos recordar que fue
Porfirio Díaz quien declaró a la prensa estadounidense, que los mexicanos no
estaban preparados para ejercer la democracia y por ese motivo buscaba la
reelección una vez más), sino que aún no ha nacido siquiera pues vivimos en un
mismo sistema gubernamental que ignora la soberanía del pueblo para elegir y
controlar a sus autoridades.
¿O usted que piensa, amable lector?
¡Hasta la próxima!
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