Un frívolo comentario de GUADALUPE LOAEZA en el periódico EL NORTE de MONTERREY recibió un contundente y razonado desmentido por parte de MARGARITA ZAVALA, esposa del Presidente FELIPE CALDERÓN. Ambos textos los hace notar MARCELA PÁMANES GONZÁLEZ quien los envió a FIDENCIO TREVIÑO MALDONADO y éste nos los hizo llegar para ofrecerlos a nuestros seguidores.
Debió haber sido sumamente doloroso para Margarita Zavala ser testigo del diálogo que se dio durante el encuentro dolorosísimo entre las víctimas del crimen organizado y Felipe Calderón, el pasado jueves, en el Castillo de Chapultepec. Conforme escuchaba los señalamientos del poeta Javier Sicilia y los testimonios de madres, padres y hermanos de asesinados o desaparecidos, la expresión de su rostro se entristecía de más en más. Era evidente que Margarita padecía profundamente tanto por las víctimas como por todos los reclamos que le hacían a su marido. No te enojes, Felipe; por favor no te vayas a enojar, parecía suplicarle telepáticamente con toda su alma y con una postura ligeramente encorvada.
Pero los reclamos, unos más contundentes que otros, continuaban sin tregua: mande un mensaje al mundo de que la violencia no termina nunca con la violencia, y así no sea recordado como el Presidente de los 40 mil muertos y nosotros como una nación de salvajes y cobardes, escuchó, junto con millones de ciudadanos, gracias a la trasmisión en vivo a través de Internet.
¡Qué frustrante ha de haber sido en esos momentos para Margarita, ciudadana consciente, participativa y con un enorme sentido empático, no poderle responder a Julián Le Barón! Pero ¿qué le hubiera dicho Margarita a este ciudadano que aún no ha asimilado el asesinato de su hermano Benjamín? ¿Qué le hubiera dicho para consolarlo, que estaba dispuesta a unirse a la próxima caravana del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad? No te enojes, Felipe, te lo suplico, no te enojes... se hubiera dicho que continuaba rogándole a su marido esta esposa tan compungida (¿quién mejor que ella sabe de los exabruptos de Felipe, cuya mecha parece cada vez más cortita?).
Para esos momentos de confrontación entre las víctimas y Calderón, Margarita ya no era la Primera Dama , sino una virgen dolorosa, especialmente cuando escuchó la voz rijosa y el golpe de la mano de su marido que dio contra el atril a la vez que le decía al poeta Sicilia: Ahí sí, Javier, estás equivocado. Esta fue su reacción, cuando Javier Sicilia le sugirió que pidiera perdón por las víctimas y que cambiara su estrategia. No te enojes, mi Felipe, por lo que más quieras, por favor no te enojes..., acaso proseguía la pobre de Margarita rogándole a su marido, que para ese momento, tenía la ceja más levantada que como solía levantarla Pedro Armendáriz.
¡Cuánta cerrazón por parte del Presidente, cuánta falta de sensibilidad y de humildad! ¡Qué manera de perder una espléndida oportunidad donde podría haberse mostrado mucho más solidario ante el dolor de todas las víctimas! Si Calderón ya había hecho ese enorme gesto al estar dispuesto al diálogo, a pesar de todos los reclamos que lo esperaban, por qué no ir hasta sus últimas consecuencias en este gran esfuerzo por el diálogo y ofrecer espontáneamente sus disculpas, a pesar de que de refilón sí haya exclamado ¡Sí, pido perdón a todos los agraviados!
"Comparezco ante vosotros no como profeta, sino como humilde servidor. Vosotros y vuestros sacrificios heroicos me han permitido estar hoy aquí delante de vosotros". Más adelante en un discurso que pronunció un muy envejecido Nelson Mandela, al salir de la cárcel el 11 de febrero de 1990, agregó: "El perdón libera el alma, elimina el miedo. Por eso es una herramienta tan poderosa". Algo me dice que en esos momentos, Margarita hubiera pronunciado la palabra "perdón", para las víctimas, con toda la sinceridad y frescura de la que es capaz. Seguramente, ella hubiera pedido perdón, con una sonrisa en los labios, consciente del alivio moral que esto representaría para las madres de tantos asesinados. Advirtiéndola, como creo advertirla, quiero pensar que fue ella la que le sugirió varias veces a Calderón: De verdad, Felipe, deberías dialogar públicamente con Javier Sicilia y con las víctimas. Tienes que escucharlos y al hacerlo, intentar ponerte en sus zapatos. Debes expresar cuál es exactamente tu postura y tus convicciones frente a las medidas que ha tomado el Gobierno para luchar contra el crimen organizado. Además, sería un gran ejemplo para nuestros hijos. Un Presidente mexicano que pide perdón a la sociedad seguro pasará a la historia por haber reconocido sus errores...
Sí, Margarita ha de ser de las que sí creen en el perdón. Cuántas veces ha de haber perdonado los enojos de su marido, cuántas, su impaciencia y su constante irritabilidad. De niña, Margarita ha de haber aprendido tanto en su casa, como en el Colegio Asunción, la importancia del perdón. La comunidad de la Iglesia es el lugar donde el perdón de Dios es suceso vivo, tal vez leyó en repetidas ocasiones en la Imitación de Cristo.
No me quiero imaginar la conversación que sostuvieron Margarita y Felipe, después del encuentro en el Castillo Chapultepec, camino a Los Pinos. ¿Le habrá comentado sus aciertos y sus errores de sus participaciones? ¿Será, Margarita, la típica esposa que le tiene pavor a su marido? O durante el trayecto, se fueron en silencio, mientras ella continuaba diciéndole telepáticamente: Me muero de ganas de compartirte varias cosas acerca del diálogo, pero por favor no te enojes. No, Felipe, te lo suplico, no te enojes conmigo, pero por momentos, sentí que te faltó sensibilidad y empatía hacia las víctimas. ¿Y si te mando un twitter a tu celular y te escribo en 140 caracteres: hay que saber pedir perdón, perdón, perdón...?
Esta fué la respuesta de Margarita Zavala, enviada al diario El Norte donde se publicó
Después de un desatinado editorial de GUADALUPE LOAEZA titulado MARGARITA, respecto a la actitud del presidente con JAVIER SICILIA, y de lo que GUADALUPE. se imagina es como esposo, MARGARITA, valiosa mujer, escribe al periódico lo siguiente:
Sr. Director:
Leí el artículo de Guadalupe Loaeza publicado por El Norte el martes pasado y que llevó por título mi nombre.
Soy respetuosa de la libertad de expresión, pero lamento la manera en que la autora utiliza mi persona, mis hijos y mis creencias, para ejercer su crítica al Presidente. Lamento también que se trate de un artículo que busca descalificar con prejuicios, falsedades y animadversiones lo bueno que todos sabemos ocurrió ahí.
Desconozco el porqué la señora considera como algo ¨típico¨tener ¨pavor¨en una relación de pareja. No es mi caso. Por el contrario, nuestra relación, es de amor, respeto, equidad, apoyo y comprensión recíproca.
Para no dejar duda sobre especulaciones que hace sobre mis sentimientos, quiero decir, que, de camino al diálogo, sabía que asistía a un momento histórico; que quienes se sentarían a dialogar lo hacían de manera valiente y que estaban dispuestos a escucharse y a trabajar unidos.
Me sentí orgullosa del Presidente, y orgullosa de cada una de las y los representantes de las víctimas; de ellas y de ellos a quienes los criminales les arrebataron a sus seres queridos con violencia. Me sentí orgullosa de compartir fe y convicciones con un católico como Javier Sicilia y claro, me sentí orgullosa de tener un Presidente con el valor, la sensibilidad de sentarse a escuchar, de expresar su dolor, de pedir perdón, de argumentar y explicar apasionada y públicamente sus decisiones y sentimientos.
Nunca lo había hecho así un Presidente y ciertamente no lo hubiera podido hacer alguien con las características que de manera frívola le imputa la señora Loaeza al Presidente.
Al concluir el diálogo sentí que en efecto, fue un hecho histórico para México y también me sentí orgullosa de que ese Presidente sea mi esposo y el padre de mis hijos.
Atentamente
Margarita Zavala
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