Federico RAMOS SALAS |
Federico Ramos Salas es un líder de
opinión emanado del sector empresarial de la laguna y uno de los dos que publica
quincenalmente sus comentarios en el espacio Ganar – Ganar de Milenio Diario Laguna. Por una vez el
espacio estuvo dedicado al tema de su familia en lugar de a la problemática que
afecta a la región y a su sector productivo.
Ni
duda cabe que uno de los valores más preciados del ser humano es la familia,
ese círculo íntimo, a veces pequeño, a veces grande, que envuelve a las
personas con la magia de un salto mortal a la felicidad, que no tiene pierde ni
desperdicio, pues la familia encarna el núcleo vital del hombre. Sobre todo de
aquellos como yo, ya en la tercera edad, ni manera de evitarlo, que gozamos la
dicha de tener nietos: extensión maravillosa de los hijos que algún día se fueron
pero que regresan al hogar de donde partieron, para compartir con nosotros sus
retoños, y que al hacerlo, nos llenan de felicidad con su presencia, nos
recargan las pilas.
Viene
a cuento porque tengo visitas: mis nietos. Y no habría nada de extraordinario
en ello como para traerlo a colación, más que por el hecho de que dos de ellos
viven en ciudad distante de la nuestra y son pocas las ocasiones que nos vemos.
Sin embargo, la experiencia de tenerlos conmigo, que para muchos afortunados
abuelos es cotidiana, para mi es un regalo inesperado.
Es
fácil encontrar la felicidad en ello, y lo es aun más si al verlos jugar y
desplazarse de un lugar a otro con agilidad, proyectamos hacia nuestro interior
la carga de ilusiones y deseos que implica visualizar su futuro, que es
prometedor por definición, casi por decreto, aunque nadie nos garantiza que su
futuro sea promisorio como lo imaginamos, a menos que hagamos las cosas que se
necesitan para equiparlos para una vida de competencia y riesgos, con las
herramientas necesarias para su desarrollo, pues vivimos en una sociedad
depredadora llena de peligros y asechanzas, como las drogas.
Esas
herramientas que deben llevar los niños en su mochila, son el amor y el afecto
verdadero, que les debemos proporcionar a diario como bálsamo de vida y
medicina para su defensa. También debemos dotarlos de valores morales, que con
el ejemplo de padres y abuelos se incrustarán en sus venas para que los puedan
practicar de adultos: amistad, generosidad, trabajo, solidaridad con los que menos
tienen, honestidad, amor a la patria. Así cumpliremos con nuestra
responsabilidad histórica que nos toca jugar en la educación de nuestros hijos
y nietos, pues de ellos es el futuro.
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