René Delgado Ballesteros |
La tendencia a privilegiar la
política de segundo piso -cupular, vestida de casimir y corbata- ha dejado en
el olvido la política de primer piso, aquella que se desarrolla con o sin permiso
en la planta baja o, si se quiere, pie a tierra.
Felipe de Jesús Calderón Hinojosa |
Carlos Salinas de Gortari y Felipe
Calderón, de seguro, no acaban de entender por qué su respectiva gestión no
tuvo por corona el aplauso y el agradecimiento siendo que, desde su
perspectiva, hicieron lo que tenían que hacer en beneficio de quienes los
repudian. Broche de plomo, en vez de oro tuvo por cierre su mandato.
Hoy es menester que la élite
dirigente entienda de conjunto el edificio de la política y no pierda el piso
-en el doble sentido de la expresión. Hay síntomas sociales y económicos de que
el entusiasmo provocado por tanto pacto y acuerdo de segundo piso termine en la
decepción y desesperación que haga saltar en pedazos, desde el primer piso, el
edificio de la política.
***
Carlos Salinas de Gortari |
Una foto no vista durante años, el
presidente de la República junto a los dirigentes partidistas estampando su
firma en un Pacto, desató con creces el entusiasmo que todo nuevo sexenio
suscita. Sin restarle un ápice al mérito supuesto en ese acuerdo, algo de
instinto de sobrevivencia obligaba el encuentro, el entendimiento y el acuerdo
entre ellos: por un lado, los consabidos poderes fácticos -reconocidos para
bien y para mal en el discurso inaugural del gobierno como instancias a someter
a los poderes constitucionalmente establecidos- tenían y tienen contra la pared
a la élite política. Aunado a ello, las dirigencias de los partidos opositores,
panista y perredista, sin consolidarse como tales hacia dentro de sus
formaciones, convirtieron su debilidad en fortaleza: apoyarse apoyando al nuevo
gobierno.
Ernesto Zedillo Ponce de León |
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Si bien todo cambio de gobierno
suscita nuevas expectativas, rapidez y mérito hubo en la nueva administración
en transformar la decepción en entusiasmo creciente al menos en el ejercicio de
la política de segundo piso. Buena decisión, reivindicar con urgencia a la
política como instrumento, reconocer con importancia a la educación como fin.
El problema, sin embargo, no sólo
está en el segundo piso. También lo está en la política de primer piso. Desde
hace años, el gobierno y los partidos dejaron de ser la representación o la
correa de transmisión de anhelos y pesadillas ciudadanas. Redujeron a la
ciudadanía a la condición de contribuyente fiscal o elector político, no como
su razón de ser. Ni oído ni voz encuentra de continuo la ciudadanía en el
Ejecutivo, el Legislativo y los partidos y, entonces, movimientos de acción
variopinta se han convertido en su válvula de escape. Movimientos armados y
desarmados, organizados y desorganizados, constantes o esporádicos, criminales
o civiles, generales o particulares, formales o informales hacen saltar por los
aires el supuesto profesionalismo de los políticos: de estadistas en ciernes,
de súbito se convierten en inexpertos bomberos que terminan corriendo a apagar
este o aquel incendio, obligados a atender lo urgente a costa de lo importante.
Miguel de la Madrid Hurtado |
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Conceptualmente dos asuntos
vertebrales del malestar social prevaleciente no acaban de encontrar respuesta
cabal en la política de segundo piso: la seguridad y el empleo.
Viejos y nuevos movimientos
sociales reaparecen o brotan. La virtual integración de brigadas de autodefensa
frente a la inseguridad ya vistas en Michoacán surgen ahora en Guerrero o
aparecen como turbas dispuestas al linchamiento en distintos barrios de la
capital y otras ciudades de la República. Su demanda es legítima, seguridad; su
actuación es desesperada y en extremo peligrosa. Acciones directas juveniles
dan cuenta del descreimiento en la política y los políticos y, como visto,
tanto en manifestaciones políticas como culturales, advierten la urgencia de
darles respuesta importante. La reaparición del zapatismo, sólo diciendo aquí
seguimos, es la expresión de un recuerdo, traducido por la política de segundo
piso en olvido.
Si en la política de segundo piso
se han abierto las cartas señalando a los poderes fácticos que se quiere meter
en cintura y se insiste en hacer abstracción de la política de primer piso,
cualquier día, la élite dirigente va encontrarse más sola de lo que se
encuentra. Ese día el entusiasmo será convertido en decepción y, al siguiente, la
desesperación en acciones imprevistas que, en su combinación, podrían hacer
saltar por los aires el primer y el segundo pisos, el edificio en conjunto de
la política. Ojalá el gobierno y los partidos no pierdan el piso.
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