Roberta Garza |
Roberta
Garza es originaria de Nuevo León,
ella participa en los medios de Grupo
Milenio y su voz fue una de las primeras que
se alzó para denunciar los abusos cometidos por el fundador de Los Legionarios de Cristo.
El texto que se encuentra disponible en Internet lo reproducimos hoy ante el
anuncio de la abdicación al papado de Joseph Razinger y aunque se diga que la renuncia nada
tuvo que ver con los escándalos de pedofilia en la Iglesia Católica lo cierto es que el tema
es uno de los más vergonzosos para todos los católicos.
Hemos comenzado a quitar los retratos
de Maciel
de las paredes.
—P.
Thomas Williams. Decano de teología para Regina
Apostolorum,
la Universidad Pontificia de la Legión en
Roma
El año pasado,
el Papa Benedicto XVI revocó, en una acción sin precedentes en la historia del
papado, dos votos internos —votos que hacen los agremiados de una orden
religiosa ante la orden misma y no propiamente ante El Vaticano— particulares a
la Legión de Cristo: uno pedía nunca desear, buscar o cabildear la obtención de
responsabilidades o posiciones jerárquicas en la congregación para sí mismo o
para otros y, el segundo, nunca criticar al exterior los actos de gobierno o la
persona de ningún directivo o superior de la congregación de palabra, letra o
de ninguna otra forma. De tener la certeza que algún hermano hubiera roto esta
promesa, debía informársele sin demora al superior inmediato del trasgresor.
Esta omertá —la
negación o el silencio externo y la demonización interna ante los críticos— ha
sido estrategia fiel de la Legión de Cristo: incluso cuando Benedicto XVI
condenó en mayo del 2006 a Maciel “a una vida reservada de oración y
penitencia, renunciando a todo ministerio público”, la Orden intentó una
fachada de dócil inocencia como evasiva al castigo papal, afirmando que: “En
relación con la noticia de la conclusión de la investigación de las acusaciones
hechas al P. Marcial Maciel, nuestro venerado padre fundador, la Congregación
de los Legionarios de Cristo informa (…) Ante las acusaciones hechas en su
contra, él afirmó su inocencia y siguiendo el ejemplo de Jesucristo optó
siempre por no defenderse de ninguna manera (…) Él, con el espíritu de
obediencia a la Iglesia que siempre lo ha caracterizado, ha aceptado este
comunicado con fe, con total serenidad y con tranquilidad de conciencia,
sabiendo que se trata de una nueva cruz que Dios, el Padre de Misericordia, ha
permitido que sufra y de la que obtendrá muchas gracias para la Legión de
Cristo y para el Movimiento Regnum Christi”.
Joshep Ratzinger |
Esa fachada de
santa infalibilidad se desmoronó cuando los blogs Ex LC Blog, Life alter LC y
American Papist destaparon el lunes 2 de febrero que “hoy, el P. Scott Reilly,
LC, director territorial de Atlanta, Georgia, le anunció a quienes trabajan en
esa dirección territorial de la Legión de Cristo que Marcial Maciel tuvo una
amante, procreó con ella al menos un hijo y vivió una doble vida”. La noticia
fue prontamente recogida por los principales diarios del mundo.
Lo cierto es
que, de acuerdo al New York Times y a testigos presenciales que pidieron el
anonimato, Corcuera y otros altos líderes de la Orden tenían ya semanas de
acercarse a sus seguidores más fieles para informarles del hecho. Pero no hay
indicio de que pensaran hacerlo público o, cuando menos, no pronto.
En palabra de
Jim Fair, su vocero: “Hemos descubierto algunas cosas de la vida de nuestro fundador
que son sorprendentes y difíciles de entender. Podemos confirmar que hubo
aspectos de su vida inapropiados para un sacerdote católico”.
A la fecha las
versiones recurrentes son que Maciel tuvo al menos una hija que hoy tendría
cerca de 22 años y que durante todo ese tiempo Maciel canalizó sumas de dinero
desconocidas a esa familia. Según el NYT, el padre Steven Fichter, quien dejara
la orden hace 14 años y antes fuera su financiero en jefe, dijo que le informó
tres años atrás —en las postrimerías de la sentencia de reclusión— al Vaticano
que cada vez que Maciel viajaba fuera de su casona de Vía Aurelia, en Roma, le
pedía 10 mil dólares en efectivo; 5 mil en dólares y 5 mil en la moneda del
país a donde se dirigía. Cuestionado sobre cómo justificaba el fundador esos
gastos, Fichter contestó: “Los Legionarios vivíamos en pobreza; si alguno salía
y compraba una pluma bic y una barra de chocolate, tenía que reportar los
recibos. Pero para el padre Maciel jamás hubo ninguna contabilidad. Siempre era
efectivo, sin rastro electrónico. Y como era este héroe extraordinario para
nosotros, jamás lo cuestionamos; ni por un segundo. Maciel era el héroe mítico
que vivía en un pedestal y que tenía todas las respuestas. Cuando te haces
legionario, debes leer cada carta que él escribió, como 15 o 16 volúmenes”.
Marcial Maciel |
Hoy la Orden, en
contradicción con sus prácticas habituales —la negación de la crítica y el
desprecio para quienes no abrazan el discurso, la hostilidad o el ostracismo
abierto para quienes renuncian a éste y el culto a la personalidad de Maciel—
acepta, renuente pero públicamente —la carta abierta de Corcuera, disponible en
el sitio web de la Orden, es una antología de vaguedades—, que Marcial Maciel,
“Nuestro Padre”, como ellos le llaman con reverencia, tuvo una amante y una
hija con ésta. Pero de las añejas acusaciones de abuso sexual y de su adicción
a la Dolantina —un derivado de la morfina—, ni una palabra. La pregunta es:
¿Por qué hoy acepta la Orden cuando menos ese pecado si siempre negó los demás?
Quizá porque es
difícil probarle al fundador el abuso de sustancias o el de menores, a pesar de
numerosos indicadores de lo contrario: allí están los inocentes rumores entre
la congregación femenina respecto a los muchos dolores que padecía “Nuestro
Padre” y que “ni las drogas más fuertes” podían curar, y los testimonios de los
vejados. Pero las pruebas de ADN hacen de la paternidad algo comprobable más
allá de cualquier duda: todo apunta a que la atípica confesión de falibilidad
obedece, más que al deseo de limpiar la casa, a la necesidad de “enfrentar en
mejor posición una posible demanda por la herencia”, como dijo el experto en
antropología de las religiones Elio Masferrer a AFP el jueves 6. Una demanda
por la herencia o un chantaje millonario a manos de alguien que sabe tanto de
las abultadas arcas de la orden como de la doble vida de Marcial Maciel.
Pero procrear
una hija es el menor de los pecados de Maciel. Porque la Legión, con sus 800
sacerdotes con presencia en 22 países y más de 50 mil miembros arropados por su
brazo laico, el Movimiento Regnum Christi, ha sido comparada con los cultos
religiosos más fanatizantes y denunciada no pocas veces, aunque nunca en
México, por “lavado de cerebro” y abuso de confianza. Apenas el pasado junio,
Edwin F. O’Brien, el arzobispo de Baltimore, quiso expulsarlos de su diócesis
por “falta de transparencia en sus operaciones”, pero fue convencido por
oficiales vaticanos de imponerles en vez medidas de control restrictivas.
Maciel se las
arregló para tejer una gran red de turbias complicidades con líderes políticos
y económicos con miras a acrecentar su poder e influencia, donde el gancho
radicaba en su personalidad mística y en su discurso de pureza redentorista,
muy similar al del fascismo franquista que el michoacano tanto admiraba. Y en
México, mejor que en ningún otro lado, el fenómeno floreció: la Legión
capitalizó el hueco dejado por los jesuitas entre las clases dominantes —su
interés en la teología de la liberación era mal visto por éstas— entrando en la
intimidad de los poderosos al ofrecerles un justificante de vida donde la
posición económica no era una tara para llegar al cielo —el proverbial ojo de
la aguja—, sino una gracia que permitía salvar y salvarse. La entrega
incondicional a la agenda de la Orden estaba imbricada en el discurso: de allí
la necesidad de divinizar la figura del fundador, recibido con gritos, ahogos y
desmayos —como un rock star— por un público mayoritariamente femenino: nadie
debía dudar de la santidad de “Nuestro Padre”. Él mismo lo dicen en Mi vida es
Cristo: “Mi lucha ha tenido un sentido: Cristo crucificado. Sí, creo que he
podido sufrir por las diversas pruebas que Dios ha permitido en mi vida. No
niego esto. Pero he visto otros muchos hombres sufrir sin ningún sentido, y
creo que es lo peor que puede suceder a un hombre. Con la ayuda de Dios y por
gracia suya, yo he podido dar un sentido a mis luchas. Y, por esto, siempre me
he considerado agraciado, verdaderamente afortunado y he procurado, en la
medida de mis limitaciones, ayudar a esos hombres que sufren sin saber por qué,
dándoles una razón para vivir y sufrir”.
El juego social
parapetaba el discurso: al estar comprometidos con la Legión los principales
capitales de México, una manera rápida de entrar a ese mundo era a través de su
venia: la adhesión incondicional hacia la Orden ofrecía acceso, por
recomendaciones y en “grupos de oración” selectos, a las familias más poderosas
del país. Quien no estaba por convicción o por interés lo hacía por miedo:
enfrentarse a los Legionarios implicaba, hasta hace muy poco, el ostracismo en
un país donde la seguridad financiera pasa más por los contactos que por el
talento. Eso explica la feroz aunque irracional defensa —y la renuencia con que
la Legión ha tomado la revelación de su engaño— de quienes hacen de la Orden y
de Maciel su modo de vida, como se ve en estas líneas firmadas por Lucrecia
Rego de Planas, directora de catholic.net, sitio regenteado por la Legión:
“Ayer, 4 de
febrero, sin que nadie se lo esperara, apareció de repente, como salida de la
nada, una hija del P. Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Fue la
gran noticia a ocho columnas que recorrió las rotativas del mundo entero (…) no
puedo negar que eso me ha hecho sentirme un poco celosa, pues… yo no saldré
publicada en todos los diarios (tal vez en ninguno) y ¡también soy hija del P.
Maciel! No llevo su sangre en mis venas (por eso no soy noticia), pero gran
parte de lo que soy (casi todo) se lo debo a él. Sí, el P. Maciel es mi padre
(Nuestro Padre, como cariñosamente le llamamos los miembros del Regnum Christi)
(…) mi cerebro está lleno de los pensamientos que él me enseñó; mis palabras
están contagiadas de las palabras que desde niña leí en sus cartas, al grado
que a veces confundo las suyas con las mías; mi espiritualidad es la
espiritualidad que él me enseñó a desarrollar; mi vida de oración es tal como
él me enseñó a orar; mi corazón siente tal como él me enseñó a sentir, siempre
poniendo a los demás antes que a mí (…) Soy, sin lugar a dudas, una auténtica
hija del P. Maciel”.
¿Quiénes
hicieron posible la doble vida de Marcial Maciel, su florecimiento y su longeva
impunidad? Sin duda la Iglesia, en particular la de Juan Pablo II que,
conociendo los pecados de Maciel, los dejaba pasar en aras de las cuantiosas
aportaciones, en efectivo y en almas, que la orden le hacía en tiempos cuando
las devociones y vocaciones caían. También está la Legión misma, eficiente
estructura que, a pesar del tibio mea culpa, aún se aferra a los vicios y
cánones propios del fundador. Pero igual son culpables quienes prefirieron
callar el deficiente nivel académico de sus escuelas con miras a frecuentar a
las familias ilustres inscritas en sus aulas; los líderes sociales que hicieron
propia la superioridad moral de una orden que los aglutinó en la arrogancia de
sentirse elegidos; las autoridades que aceptaron protegerlos o solaparlos para
evitar enfrentamientos con sus protectores; los que vendieron su pluma, palabra
y convicciones a cambio de reconocimiento o de dinero; los empresarios que
usaron su músculo para favorecer a la Legión con miras a aquietar la
conciencia; los que cerraron los ojos ante las agresivas prácticas de
reclutamiento y de control que, hasta la fecha, rayan en el abuso psicológico.
Porque, sí, Maciel era un fraude, un estafador, uno que dejó muchas víctimas a
su paso. Pero tuvo cómplices. Muchos cómplices.
Haciendo este
alto en mi vida, para contemplarla desde Dios, no puedo dejar de dar gracias a
Dios porque Él ha querido servirse de mí como instrumento para colaborar en su
plan de redención de los hombres a través de la Legión y del Regnum Christi.
Mi vida es
Cristo, Marcial Maciel
http://impreso.milenio.com/node/8529704
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